martes, 26 de julio de 2011

Músicos callejeros -2



Grecia 2011


Soy un imán para todo tipo de pedigüeños, me huelen.

Estoy acodado en la barra de un bar en compañía de otros veinte o treinta parroquianos mirando al camarero, de espaldas a la entrada, pasa un churumbel por la acera, echa un vistazo, entra y viene a pidirme a mí directamente, que estoy confundío entre bebedores. Me toca por detrás, me vuelvo y ahí está con la mano extendida, pero no mucho, y la inquina  burlona en la mirada del que sabe, como diciendo, ¡anda suelta ya la gallina y acabemos!.

¿Cómo sabe que le daré el euro, me ve el careto de panoli? Seguramente. Y no lo intenta con nadie más, lo guarda en el bolsillo, stin chepi, y se va tan tranquilo con el deber cumplido. ¡Fabuloso! Supongo que no soy el único al que le pasa.

Estoy contra la mendicidad, no contra los mendigos claro, por lo que supone de abandono de las obligaciones del estado y/o por la picaresca. Pero poso una moneda en la gorra de los músicos callejeros. No una limosna, es un pago porque sé que viven de eso, de su viejo violín o su destartalado acordeón, de manera precaria cuando no como indigentes.
Sé que la música hecha en la calle o en un Palacio de la Ópera puede traspasar el alma instantáneamente, y eso tiene un precio.

Todo esto viene a cuento de un texto de Nikos Xydakis en su disco Imeroloyio, Calendario, al que ya hice referencia en su entrada de música cretense. Hablaba  él allí del fervor balcánico de los músicos callejeros, en Atenas, "Violinistas rumanos y grecorumanos, duetos de albaneses, pequeñas orquestas de gitanos, acordeonistas y guitarristas", y me movió a contar la pequeña anécdota que abrió esta etiqueta.

Para todos y hoy en especial para los músicos de la calle, yasas que kala tragoudia, salud y buenas músicas!.

Barbarómiros.



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