jueves, 8 de septiembre de 2011

Atenas -5


Atenas, agosto 2011

Nunca estuve en invierno, lo que ya indica bastante sobre mis lagunas. Pero lo he vivido y recuerdo algunas descripciones veraniegas de Markaris en boca de su policía protagonista, Kostas Jaritos, recorriendo las atestadas calles de Atenas, desde donde no se podía ver la Acrópolis porque una espesa nube de humos lo impedía.
Si abres la ventanilla del coche te asfixias con la contaminación, si la cierras te asfixias de calor en un viejo Mirafiori sin aire acondicionado, de cualquier manera te asfixias... .

Algo así reflexionaba el buen Jaritos. Ahora creo que cambió de coche y se compró un Ibiza, y no el Hyundai de todos los policías griegos, por ayudar y solidarizarse un poco con  otros "pigs" como ellos. Es un poli progre y entre cerdos anda el juego, si hay que echarse una pezuña se echa.

No puedo evitar volver a esta Atenas mía, sucia y maltratada, porque me da pena, pero incluso como está la quiero. Siempre espero que, tal vez el año próximo, abran zonas peatonales y los comerciantes hayan retirado medio metro sus mercancías de las aceras.
Pienso otra vez en Enmanuil Roidis, a principios del siglo XX, describiendo cómo la sangre de las carnicerías corría por el centro de una calle importante, ya encharcada y llena de basura maloliente, y me consuelo.

Sigá sigá, poco a poco.

La higiene empieza por uno mismo pero debemos exigir también a quienes nos gobiernan la eficacia necesaria para solucionar los problemas más habituales. Para eso cobran.
El de la basura es un asunto municipal básico que se cumple malamente en Atenas y en la mayor parte de Grecia. Tienen que aumentar la frecuencia de la recogida, el número de contenedores y papeleras y, por tanto, el volumen de vehículos y operarios. Y tienen que empezar ya a seleccionar y reciclar las basuras.

Pero es también básico, desde familia, municipio y sindicato, desde la escuela y la publicidad institucional hacer comprender a los niños la importancia del respeto por lo común, que es de todos, de no tirar al suelo porquería y mantener limpio el espacio que disfrutamos. Lo contrario es un desprecio de lo propio, de uno mismo.
No hay pueblo más contradictorio, de los que conozco, que el griego. Si tuviera que resumir lo peor de su idiosincrasia, para mí, diría que se creen, y lo son, el ombligo del mundo y, al mismo tiempo, se desprecian profundamente a sí mismos.

Supongo que es complicado reconciliar ambas tendencias, extremos que se repiten en otros rasgos de su carácter, como en lo religioso, escépticos y supersticiosos. Lo digo con todo el cariño porque también los quiero, como a su capital, sean como sean. Pero a unos más que a otros.

Estos "Tienen que...", que me atrevo a decir yo, que no nací griego, pero que soy más cretense que Papandreu, es como si se los dijese a él, Yorgos, a mi amigo el Inmortal Dimitris, monje ortodoxo en Karúlia o a la Santa Inquisisión, va a misa, es una orden y hay que ponerla en marcha ya mismo. Hay que ganarle la partida turística a Francia, Gran Bretaña y Alemania, que son más ricos y se creen más limpios.

Yasas!

Barbarómiros.

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