sábado, 10 de septiembre de 2011

Gila suelta el garrote



 
Katzika

Habíamos dejado a don Ramón Mª del Valle-Inclán sentado en el suelo tras venir a él en un mal paso, nuna ecura noite sen lúa y, poco después, trotando al rabo de Paco Gila, feliz y rejuvenecido por haber encontrado en el humorista a un compañero de correrías tan testarudo y cabezón como él.

Estos son los hechos de finales de julio. El 27 escribí un texto de desagravio al señor  Francisco Gila. Esa misma noche tuvo lugar una escena muy semejante a la que había vivido al hacer las paces con don Vicente Van Gogh.

Don Ramón, sentado noutra pedra, descansaba apoyando el mentón en el mango del bastón, mientras Gila me enviaba, es un decir porque si no me aparto me siega as pernas,  me largaba la tranca en señal de paz.
Esta vez no hubo apretón de manos que sellara el pacto. No las tenía todas conmigo porque Paco seguía con la boina ladeada y no me daba la sensación de fragilidad y desvalimiento que le vi al buen Vicente. Aunque ya no cargaba aquel paletó de posguerra, que añadía un aspecto estrafalario y tremebundo a su figura achaparrada, iba de pana gruesa y alpargatas.
Me mantuve a una distancia prudencial y no toqué el garrote, notaba la barbera de Van Gogh todavía en el bolsillo.

Dice Gila zumbón, ¡Emilio el de los Botines..., anda, anda, pazguato, dedícate a otra cosa!, y me miró de medio lao, no torvo, pero sí como añadiendo, ¡Vete antes de que te lance la boina, que corta como una cuchilla!. Pero sólo dijo, ¡Vamos a dejar las guerras que ya perdí bastantes...!¡Ah, por cierto, de parte de Matilde, que arrieros somos y de la burra bajaremos!.
Y regresó  al encuentro de don Ramón, que seguía sentado na pedra contemplando, inmóvil, as galaxias, as estrelas.  

Pasaron unos días en los que, con el jaleo del viaje y la alegría del reencuentro con Grecia, no tuve episodios oníricos dignos de reseñar.
Uno erótico muy corto, un culín, pero cuando se volvió era la carota de marsopa de Matilde con la sonrisa, de bandolero de Sierra Morena, ¡de Militouh erde louh Botinehi! Un mal sueño...

A la semana, más o menos, una noche en la que cené  anchoas frescas, una ensalada con demasiado pepino y, de postre, sandía, no sé porqué me parece relevante el menú, tal vez porque me repetía un poco el pepino, pero es así, el caso es que después andaba por la calle como imposibilitado, casi no podía mover as pernas, pesadísimas, entre la mucha gente que pasaba con prisa, grígora grígora. De hecho me arrastraron a un paso de peatones sin que pudiera oponer resistencia.
Estaba en primera fila y tenía detrás una muralla humana. Miré al otro lado de la calle y allí, a ocho metros escasos, estaba don Ramón, de pie más tieso que un uno, vestido de negro, con sombrero, quevedos y un  pequeño bastón. No se movió.

Se abrió el semáforo, sentí que me empujaban desde atrás, cerré los ojos y di unos pasos torpes pero caí al suelo.

Me llevaba las manos a la cara como si le estuviera tirando de las barbas al galego cuando desperté...

Yasas, salud!

Barbarómiros.  

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