lunes, 31 de octubre de 2011

Botellón


Gamberros

Media noche era por filo, la del sábado tal como temía, al poco de acostarme oí que me chistaban, giré hacia mi compañera pero dormía. Recordé la última siesta en Eubea y pensé en el galego, pero no lo veía en la habitación.
Cerré los ojos y me dormí escuchando el gemido del nordeste en la ventana.

Debió durar poco ese primer sueño por lo que me cundieron los acontecimientos posteriores.

Me despertaron con dulzura, como cuando me dormía por las mañanas y mi madre me decía casi al oído que tenía que desayunar y era tarde.
Levantó un poco la sábana y susurró, Usted y yo tenemos pendiente un paseo, querido amigo. Era don Ramón. Sí.

Había visitado ese día tres cementerios para depositar las flores conmemorativas en las tumbas de la familia, así que no me alteraba el ánimo el fantasma redivivo del manco de Vilanova. Había respetado mi descanso del viernes y, aunque no quiso concederme la tregua del fin de semana, yo me encontraba en mejores condiciones que la noche ful de la vodka.
En el mismo pasillo, según salía de la habitación, me tendió una botella de coñac. Otra vez de Centenario Terry con tapón de corcho de los 60, de un litro, con su malla amarilla como nueva. No era como la que yo le había afanado a mi madre, con la cuerda medio podrida que habíamos chupado otra noche, sobre todo él.
Sólo quedaba un trago así que lo apuré. Era tan suave y delicado que parecía un café con leche y unas gotas. Sólo que en la boca quedaban sólo esas gotas, un buen rato.

¡Buuuaáh, esto es el desierto del Sahara!, exclamé recordando a la mora.
Destilado de dátil al cubo, añadió Valle. Y zumo de escorpión, apostilló.
¿Qué pasa, volvió el legía de Sidi Ifni?
Me miró como diciendo, ¿Me vas a bacilar ahora con lo de la Legión?, pero sólo dijo, No, me había traído una caja pero ando a todas horas de la Zeca a la Meca y casi  no paso por Vilanova que es donde tengo la provisión. Y sin solución de continuidad me instó, ¿Está listo, nos vamos?.

No hacía frío en la calle y el viento había desaparecido como por ensalmo.

Atravesamos Xufre en dirección al barrio viejo y rodeamos la colina para salir al este de la isla y coger el sendero donde lo habíamos dejado la noche de la asamblea de los célebres zombis. El banco estaba vacío en esta ocasión y no había luna. Yo sentía el calor del brandy calentándome la barriga y subiéndome al pecho y a la frente.

Tenemos tiempo, vamos a sentarnos un momento. Me satisface esta estampa nocturna de Cambados nas noites sen lúa.
Estaba otra vez transpuesto, como bajo el pino mirando A Pobra. En silencio tomé asiento a su lado.

Acostumbrado ya a sus atuendos estrafalarios y anticuados no había reparado en su aspecto de hoy, una especie de chaqué con una lazada al cuello, bajo la barba, un sombrero menos aparente y unos botines relumbrones que parecían hechos a medida por algún remendón de la zona, muy toscos, aunque imagino que resistentes. Sentado, con las barbas blancas que reposaban sobre sus piernas y las lentes redondas, así de perfil, tenía toda la apariencia de un cuáquero o un Mr. Natural de Crumb a la galega.
Traía también el fino bastón de la curuxa.

Estuvimos unos minutos callados. Con la barbilla apoyada en la mano que apretaba la lechuza del bastón miraba melancólico el reflejo de las luces en las olas que, mansamente, lamían la orilla.

Don Ramón, de nuevo marchoso y cañí, saltó del banco cual muñeco y chilló,  ¡Goñi, goñi, que la diña!
Yo me eché a reír, claro, mientras él ya enfilaba el sendero que al borde de la arena nos conducía a un pinar cercano.
Cruzamos la pineda y a la otra parte enseguida vimos el resplandor de una hoguera. Varios coches, aparcados en círculo, con las puertas  abiertas que disimulaban mejor su presencia y ocultaban el fuego, acotaban un espacio en cuyo centro un grupo indeterminado de personas bebían y bailaban alrededor de un fuego, al compás de la música que salía de algún vehículo.

¡Vamos a ver si nos invitan a un trago!, dijo Valle muy decidido.
Yo no quería hacer de cenizo aunque conocía mejor que él la fiesta que allí se celebraba y me temí lo peor, pero asentí.

Cuando vieron aparecer a don Ramón en el círculo iluminado por las llamas se quedaron  mudos y anonadados. Eran 7 gamberretes, tres chicas y cuatro chicos de entre 16 y 18 años. A mí casi  me ignoraron porque la verdad es que el de Arousa era un figurín estrambótico que atraía todas las miradas, un fantasma de hace dos siglos en medio de la queimada. Porque eso es lo que hacían los rapaces, una queimada.

Repuestos de la sorpresa, y bastante cargaditos ya de aguardente, todo hay que dicirlo, rodearon al manco, que se había quitado el sombrero y lo sostenía, junto al bastón, con la mano sana.
¡Boas noites!, dijo don Ramón con voz sonora sobreponiéndose al chunda chunda que salía de los altavoces.
Nadie le contestó. A una chica se le escapó la risina y de pronto estallaron todos en carcajadas mientras el más cercano le ofrecía a Valle un tanque esmaltado con orujo de la queimada.
Lo cogió, bebió lo que había y se lo devolvió, todo en segundos. El guaje quedó pasmao.

¡Qué hijoputa!, dice el chaval mirando a sus colegas, ¡se lo bebió todo!
¡Oiga, joven, modere su lengua!, saltó el viejo.
Los otros volvieron a escojonarse y la de la risina, ¡Joder, el pureta, habla como el Punset!, y don Ramón encendido ya, ¡Qué lenguaje es ese para una dama!.
Un par de ellos, muy pedos, se revolcaban por el suelo en ataques de risa. Otra chica le ofreció a Valle un porro y él rehusó diciendo, ¡Yo sólo fumo en mi chibuquí!.

No había probado todavía el orujo y estaba viendo que, así las cosas, aquello podía acabar muy mal y sin catar una gota, así que me acerqué al grupo y le pedí la taza a uno de ellos. Lo dudó pero me la pasó. Eché un trago corto y se la devolví, pero entretanto otro se había acercado al anciano por detrás y le tiró hacia abajo del chaqué. El pitorreo fue fenomenal.
Yo veía a Valle que rumfaba ya como una locomotora y le dije, Vamos don Ramón, que se nos hace tarde.
Tiene razón joven, pero antes he de dar una lección a estos tunantes que no olvidarán.

El guaje que le había tirado de la chaqueta consiguió ahora arrebatarle el sombrero de la mano y sin detenerse se lo lanzó a un colega por encima de la genial cabeza del galego.
Y entonces se armó ¡la de vámonos Juana!

El  viejo barbudo, con una energía impropia para su edad y usando el bastón de mandoble, se volvió y arreó sendos estacazos al burlón cada uno en su glúteo correspondiente de tal magnitud que el  chaval cayó al suelo redondo, chillando y frotándose las posaderas.
Los otros quedaron paralizados por la sorpresa un momento pero don Ramón ya la había emprendido a bastonazos con el que  mentó a su madre en términos inaceptables. Y la rapaza del lenguaje soez recibió también un buen palo en el culo cuando hizo frente, en plan retador, al de Vilanova.
El que tenía el sombrero lo soltó y se dió la vuelta escapando pero el bastón le alcanzó todavía una oreja, mientras el brioso manco gritaba, ¡Vuelve aquíii, galopiiiíín!.

Se produjo una desbandada general cuando comprendieron que el paisano pensaba calentarles el culo a todos, uno por uno.
El adolescente más joven, que era el más borracho, o colocao con todo, a saber, no se había podido
levantar y seguía riéndose en el suelo. Don Ramón se acercó y al verlo en aquel estado sólo murmuró:

 Yo anuncio la era argentina
de socialismo y cocaína

Luego se arrimó a la hoguera y me llamó, Busque una de esas tazas y rellene esta garrafa, dijo señalándome una de dos litros en la que los guajes llevarían el aguardiente. Rellené la mitad y  me parecía demasiado. Complétela, me dice, que si sobra ya le daremos salida.

Dejamos al chaval riendo y nos fuimos nosotros también más contentos que unas pascuas. Resultaba agradable el calor de la garrafa y mucho más lo fueron los tientos que le íbamos dando mientras nos acercábamos, entre pinos y playas, a la punta sur de la isla.
Era una noche oscura pero amorosa para la época, el nordeste que soplara días antes, se había calmado y venía una ligera brisa cálida del sur que en el continente, lejos del mar, sería más fuerte y echaría al suelo las últimas castañas.

No sé si por la bronca o el aguardente pero Valle estaba excitado, dicharachero y jovial como pocas noches. Nos sentamos bajo un pino mirando hacia la lejana boca de la ría, antes de iniciar el regreso al norte por la costa oeste. Allí fanfarroneó un poco recordando sus andanzas por el Madrid de su época mientras le dábamos chupetones apasionados a la garrafa.

Cuando nos levantamos el agua de la mar parecía fósforo con los destellos de infinitas  luces crepitando en la superficie.

No sé cómo volvimos a Xufre si andando o subidos en una escoba, ni lo que fue de la garrafa, del orujo sí, nos lo bebimos todo, ni qué se hizo de don Ramón. 
Desperté aquí al día siguiente, ayer, a causa de los gritos espantados de una mujer que venía a limpiar la tumba de su esposo. Yo me había metido a dormir en un nicho vacío. Tampoco sé cómo lo encontré ni cómo lo hise.

Felices sábanas.

Man Ta Blón.



domingo, 30 de octubre de 2011

Geia sas, ta pedakia!


Busto de Yiannis Ritsos en Monenvasiá
Grecia 2009

En Kondopouli, Limnos, uno de los lugares donde penó el poeta de Monenvasiá, O Yiannis Ritsos, junto con otros muchos presos políticos, escuché a un taxista de sesenta y muchos,  desde la ventanilla abierta de su taxi arrancado, saludar a un grupo de paisanos sentados en una terraza a la sombra de una parra, jugando al tavli y bebiendo café.  Dice:

Geia sas ta pedakia!,  ¡Salud, chavalines!
Geia sou!, contestaron,  ¡Salud!

Ninguno de ellos bajaba de los ochenta años.

Es una escena sencilla e ilustrativa que puede repetirse en cualquier lugar de Grecia.

Del mismo modo, pero ahondando, en Creta,

muchos paisanos
como cañones
con toda la barba
y roña en los cojones

el que la tenga, ¡voto a Feus!,  que es gente pulcra y de porte aristocrático como poca,  hombrones como torres y una voz salida del Antro del Ida, pueden saludarse con un,

Geia sou, kopeli mou!,  ¡Hola rapacina!.

Pero yo nunca tuve el honor de merecer ese compadreo, -comadreo para ser exactos-, familiar e irónico de la parea cretense, los amigos, que no tengo todavía.
Lo digo porque tratar a Psarandonis de "Kopeli mou" como hice en su entrada (aquí en Música cretense), es un acto de confianza y valor por mi parte que ¡no sé si me costará la vía!

Es broma, naturalmente, aunque el león  es fiero de verdad.  Lo hice por la admiración y el respeto que siento por él, y no hay mayor respeto que la confianza.

Geia sas, Andoni!,  Geia sas Limno kai Kriti mou, òmorfa nisiá, islas  hermosas!

 
Barbarómiros Hatzipradakis.

 
(Publicado en Desde la popa el día 28-6-2011, para la crónica del Teach del 16-6-2011. Antipasos a Parga) 

P.D. El problema de la transcripción del griego al castellano se presenta siempre. Algún día lo hablaremos un poco más en extenso para fijar algunos lugares comunes al respecto.
Lo  de menos es el alfabeto, se acaba por aprender y los sonidos no cambian mucho, es un idioma que nos suena, su música resulta familiar, y es eufónico para nosotros.
Reproducir sin embargo los diferentes sonidos con grafía latina ya presenta más problemas, con 7 vocales y 3 sonidos para b/mp y v, por ejemplo, que no es b pero Vasilis es el Basilio castellano, dos consonantes con un sonido (Th = Z), o la inversa, letras cuyo sonido sólo se puede reproducir con dos castellanas (los Ts y Tz ), ...  

Se complica además con la existencia de diptongos, similares a los franceses, que tampoco es lo peor, también se aprenden enseguida.

Otro problema añadido es el uso del inglés para cosas tan significativas como los mapas o las guías. Algunos ya incorporan griego e inglés o varias grafías teniendo en cuenta distintas nacionalidades. El resultado es un batiburrillo notable.
Recuerdo alguna pregunta que le dirigían al Capi en los comentarios en Desde la popa, en concreto creo que una de Agus sobre Lesbos/Lesvos.
Pero no siempre es fácil de responder en dos palabras si el que pregunta tiene algo más de interés, o el que responde es un tikismikis. Y este ejemplo de Lesbos con dos nombres totalmente distintos para la misma isla, (Mitilene/Mizilene, en castellano, Mithilini, griego), se repite en más topónimos (Korfú/Kérkira), etc.

Lo ideal sería escribir en griego pero eso limitaría el acceso a las páginas por parte de quienes no dominamos el idoma o lo desconocemos por completo.

Terminaré con un ejemplo propio que se repite cada día. Me despido con un Geia sas!, Salud,  o Yasas!, que es el sonido en castellano de la pronunciación griega. Como si escribiera  "O´gvuá" , o algo asín, para decir adiós en francés, o sea ¡un horror!.

Pero el asunto sigue sin resolverse.

Los muy puntillosos, perfeccionistas o rigurosos en esto, pueden consultar el libro de Pedro Bádenas de la Peña, La transcripción de griego moderno al español (1984).  Vale.

Ramiro.




Entra el nordeste


Confundío

Desperté porque debí escurrirme del banco hasta caer al suelo.

Al principio no reconocí el lugar ni recordaba qué hacía allí. De muy niño había vivido algún episodio de sonambulismo despertando en plena noche en algún lugar de la casa sin saber cómo había llegado hasta ese sitio. En la preadolescencia  en un colegio de curas protagonicé otro hecho tan extaordinario que a cualquiera le  parecería imposible de realizar en estado de...,  no sé como llamarlo, ¿inconsciencia, semiconsciencia?, no importa.

Tardé en orientarme. Fue el puente el que me dio la pista, la luna se  había ocultado y las luces de Cambados parecían menos ahora y más pálidas. Se había levantado una brisa fría del nordeste y no me sobraba la chaqueta en ese momento. Inmediatamente pensé en los tres célebres. Debí de darme cuenta antes  porque vi la botella de Soberano, vacía, en la esquina donde se sentaba Paco Gila. A pesar del destemple y el dolor de huesos se me escapó la risa.

Me senté un instante para estudiar la situación todavía riendo y ni había apoyado la espalda en el respaldo cuando oigo un vozarrón detrás de min que me hizo saltar como un muelle.

¿¡Qué le causa tanto regocijo?!
¡Don Ramón, por dios, que me va a matar de un susto!
Está usted muy sensible, y se echó a reír él con una risa que no le había oído nunca, de vejete cascao y guasón, tan increíble que le hice compañía con la mía. Le entró una especie de hipo y no podía parar. Yo entonces ya tosía más que reía.

Después de un estornudo él consiguió controlar el hipo y la risina pero yo seguía tosiendo, y me dice como ofendido, ¿De qué se ríe?!.
Yo no podía parar en seco como había hecho él y tampoco hablar. A medias palabras tosidas y con gestos le dije que no reía, que tosía. Él entonces me dió unas palmadas suaves en la espalda que obraron el milagro.
Yo creo que se me calmó la tos por el efecto placebo de la ternura que puso en las palmadas, me pareció un detalle que decía mucho de su carácter y bohonomía a pesar de su fosquedad externa.

Pero enseguida salió por peteneras.

Me ha fallado usted, me dice con cara compungida y como entregándose a la cuchilla.
¿Que le he fallado? ¡Hombre,  no me diga eso don Ramón, que llevo tres días en un sindormir!
La luna se puso y ya es tarde.
Tarde ¿para qué?
Para nuestro periplo.
No queda coñac, dije un pelín triunfal viendo la botella.
Eso no es problema, contestó despreciativo, pero sólo para añadir con entusiasmo, ¡Tengo aquí a un colega que le traen de Moscú una vodka mortal!

Me volvió a dar la risa y la tos.

Ya repuesto le pregunté si el colega dirigía otro chamizo como el del Bene, el gemelo del papa. Me dijo que no, que este tenía una bodega y que se pasaba allí la noche porque era insomne.
Este Valle no deja de sorprenderme siempre con sus recursos de... after hours?
¿Qué hora es don Ramón?, le pregunté.
¡Qué importa!, respondió con mal talante.¡Vamos!

A mí me dolía todo y en lo que menos quería pensar era en beber vodka, masculina o femenina. Pero discutir con él hubiera sido inútil, así que me puse a zaga de su huella porque ya había iniciado la marcha con el mismo brío de costumbre.
¿Qué fue de don Vicente y de Gila?, pregunté inocente.
Se bebieron el brandy y se largaron.
¡Vaya amigos que se echa!
Se paró en seco y choqué con él.
¡Además de bartolo, insolente! ¿Qué hace al rabo mío como un faldero, pase aquí delante, galopín!

Se me había olvidado lo del galopín y volví a pensar otra vez en que el muy ladino conocía todos mis pasos, no sólo los nocturnos a los que él me incitaba.
Don Ramón, me atreví a preguntar cuando estuve a su altura, ¿lee usted las historias de los zombis geniales?
Tengo un ordenador que me indica las entradas en que se me cita.
¿¡Usted, un ordenador!?
Volvió a parar en seco y se giró, quitó el sombrero y se llevó el muñón a la cabeza golpeando allí tres o cuatro veces.
De grandes ideas, amigo, añadió pausadamente. Y arrancó a caminar acomodando el sombrero.
¿Y las pequeñas no se las ordena?
¡No sea usted impertinente, joven!

No era mi noche.

Nos habíamos internado por las callejuelas y plazoletas del barrio viejo de la isla,  subido en una colina al otro extremo de Xufre. Íbamos en silencio después del último rapapolvo y escalando una calleja muy empinada yo tuve que parar.
Estaba tan agotado, y tan fatigado en ese momento que me hubiera tirado allí mismo. Valle, que había seguido palante como si nada me debió de echar en falta a un paso por detrás y se volvió. Yo estaba apoyado en la pared tosiendo.
Ahí tuvo don Ramón el segundo detalle de la noche. Bajó los diez o doce metros de calleja que nos separaban y esperó paciente a que recuperara el resuello.

Cuando consideró que ya podía caminar me dice con ternura galega, animándome, ¡Vámonos paseniño!
Ahí ya me venció porque había puesto el bastón de la curuxa en el sobaco del brazo chungo y me ofrecía su mano como apoyo.

Al final había una plazuela sin urbanizar con dos casuchas de planta baja separadas y pequeños huertos anejos en los que destacaban por su altura las berzas que, en las sombras, parecían pavos desplumados.
Nos acercamos a la más pobre y don Ramón llamó. Por la parte de Vilagarcía comenzaba a clarear.
No contestó nadie. Yo sólo quería pillar una cama y metí baza,  Se habrá dormido, está amaneci..., pero no me dejó terminar, me lanzó una mirada de soslayo que si fuera cuchillo me cortaba la lengua.
Volvió a llamar. Esta vez se oyó ruido dentro y al poco se abrió una rendija en la puerta y apareció una mujer pequeña de cara regordeta, con rulos en el pelo (...la flor de la canela)  y en camisón.

¡Hombre don Ramón, usted por aquí!, cacareó la paisana con el mismo tono falseao de Gila y el saludo de circunstancias, pero no abrió la puerta. Valle apoyaba la palma de la mano en ella  y yo creo que empujaba intentando abrir, pero la de los rulos estaba trabada detrás y no se movió un milímetro.

 Bautista se durmió, dijo ella malhumorada.
Y no sabrá usted si guarda una botella de vodka para mí en algún lugar.
¿Vozzka, dize ustez?, yo no sé nada..., y se disponía a cerrar sin mais. 
Don Ramón contuvo la puerta con el brazo tenso y la palma apoyada y le preguntó, ¿Y a qué hora se levanta?
Acaba de dormirse.
¿Cuándo se levanta?,  insistió el manco.
Non sei, una horiña al cabo...
Dígale que dentro de hora y cuarto estaré aquí con un amigo.

Soltó la puerta y la paisana cerró.

Vamos a hacer tiempo, me dice, Tista  padece de insomnio pero duerme algo al amanecer y en ese tiempo no despierta ni bajo tortura. Se tumba allí donde lo coge el sueño. Estará en la bodega y se habrá bebido toda la vodka. Y echó un juramento, cosa extraña en él.

Tampoco era su noche.

Bajando hacia el puerto yo ya no podía tenerme en pie y se lo dije.
Lo siento don Ramón pero yo no lo acompañaré a beber el vodka.

Pensé que se pararía y que me caería otro chorreo pero, para mi sorpresa, continuó en silencio, paseniño.
Al cabo de unos minutos me dice, No se preocupe, comprendo que sus obligaciones le reclaman. Nos veremos otro día, y volvió al silencio.
Yo me sentía un poco dolido por haberle fallado durmiéndome en el banco, pero tampoco se me antojaba una ofensa tan grave, él parecía tener bastantes diversiones y compadres sin necesidad de contar conmigo. Y yo estaba mal. Llevaba unos días griposo cuidándome muy poco y el frío y la parranda nocturna no me habían favorecido. Ni el coñac, sobre todo porque se lo bebieron ellos.

No sé dónde me hospedo, no sé dónde estoy, don Ramón.
Estamos en a Illa de Arousa, provincia de Puntevedra, respondió cachondo.
Ya, ya, pero ¿dónde hay una cama?
Aquí mismo, y entró en otro portal del final de Xufre que tampoco reconocí. Subimos unas escaleras hasta el primero y entramos en un piso con un pasillo largo lleno de periódicos viejos apilados a lo largo de la pared. Me precedía Valle que abrió la primera puerta de una habitación espaciosa donde había una gran cama. Me dió las buenas noches y cerró la puerta. Me eché en la cama tal cual.

Non séi mais nada.

Felises suenos.

Etoo Ymuer "Tito".

sábado, 29 de octubre de 2011

Interior (Homenaje a Munch)



Interior  (Homenaje a Munch)

Collage. Oviedo 1995
Ramiro Rodríguez Prada


El noruego Edvard Munch es más conocido por El grito (1893), pero fue un retratista brillante con una capacidad especial para penetrar el carácter de sus personajes y sus actitudes. Ludvig Meyer, Walther Rathenan, Daniel Jacobson. Alguno recuerda a Velázquez, sobre todo el temprano de Karl Jensen-Hjell (1885).
Mi favorito es el de Hans Jaeger (1889), sentado, un poco recostado, con sombrero, mirada escéptica, en una gama dominante de azules fríos y el abrigo abotonado hasta el cuello.

Del año siguiente, también en escala de azules, más francesa e impresionista, es un interior titulado Noche de St. Cloud. La configuración de las masas del collage repite en esquema las luces y sombras de ese cuadro. En aquel se insinúa una figura sentada junto a la ventana, aquí desaparece.

Me gustan también algunos de los cuadros que se acercan a Van Gogh, la mayoría posteriores a los retratos. La noche blanca (1901) y Trabajadores regresando al hogar (1915), que recuerda los personajes de Los comedores de patatas de Vincent y esa atmósfera de pobreza. En cambio  El pescador (1902) remite al Van Gogh más solar de los limones, el amarillo de la luz y el rojo de las sombras.

La razón de la elección fue casual. Hoy casi no escribí por seguir viendo fotos en shutterchance donde volví a comentar alguna que me gustó. Dentro de una temporada, cuando pueda decir algo provechoso de ellos, reincidiré aquí con otro capítulo. Parece inagotable.
Pero donde me lié verdaderamente fue mientras veía fotografías de Marta Capote, me gustó el retrato de un paisano que luego perdí de vista y no supe recuperar. Me recordaba por algúna razón, quizás ciertos azules, el de Hans Jaeger, aunque eran cosas diferentes. Ni siquiera estoy seguro de que fuera de Marta, de la que también disfruté otras, porque como saltaba de un fotógrafo a otro andaba perdíiioo. También suyo era un buen retrato del Zapi, el Valvulista con su pareja, muy gracioso y tierno.

Y esto es todo por hoy, queridas niñas y niños. Boas noites!

Barbarómiros.


P.D. Le estoy cogiendo afición a esto de las post datas. Me está dando tanta guerra Valle Inclán que no tengo tiempo de llevar los apuntes al día y ya sabéis lo efímeros que son los recuerdos de los sueños, que se olvidan con frecuencia nada más abandonar el lecho. Pero tengo ya material para otras dos tarascadas.
Me tiene reventao, le pedí por favor una tregua para el fin de semana, a ver si voy asimilando algo y relajo. Aunque, como es un turrión y sólo escucha lo que le interesa, dudo que me deje en paz.
¡Yo quería amistad no amor! ¿Que es lo mismo? No conocéis a don Ramón.... . Vale. 

viernes, 28 de octubre de 2011

H Λήμνος, Limnos


Grecia 2009


Λήμνος


Ya no podía retrasarlo más, Limnos me llama, nunca la olvidamos porque su caso es  un tema serio en nuestras vidas como para tomarlo a la ligera. Con el queso Kaskavali Limnou en Lo que se comió para sustituir al feta o al yogur quise empatar una entrada, pero otras urgencias tomaron la delantera y la isla reclama ya la atención que en verdad nos merece.

No me resigno a presentar el panorama de playas y pueblines que podemos encontrar, aleccionados por las guìas, que están más que bien. Quiero hablar de nuestra isla, y uso el posesivo con cariño, no sé si por derecho.

El verano del 91 cogimos un vuelo barato a Estambul y, después de un par de días en la Poli, un autobús  de línea a Kabala. Entrando en Grecia desde Turquía controlaban cuidadosamente los equipajes, registrando también el bus, a una y otra orilla del Ebros.
Después de la frontera el autobús corría feliz por la alegre llanura tesalia. Nosotros recordábamos  El expreso de medianoche y nos felicitábamos por haber fumado todo lo fungible antes de embarcar. Viajamos en compañía de turcos, griegos y búlgaros. Y con dos parejas de portugueses muy jóvenes que aprovechaban las ofertas del ferrocarril y las compañías nacionales de transporte de viajeros, con aquello del interrail y otras tarifas para estudiantes que ofrecía el  gobierno luso y algunos más.

Sólo conocíamos una isla, un poco de Eubea. Pretendíamos hacer el circuito de la parte del Egeo que más nos interesaba en aquel momento, un trapezoide cuyos vértices serían  Estambul (Stin Poli), Thesalónica, alguna isla del Egeo norte, Esmirna y otra vez la Poli donde teníamos el billete de vuelta en la aerolíneas turcas.
Aunque ya la habíamos visitado, Troya seguía siendo el centro simbólico del periplo.

De Kabala embarcamos para Samotracia, una isla pequeña, volcánica, muy agreste y ventosa, con el monte de la Luna, Fengari, de 1600 metros, surgiendo del mar como una aparición basáltica de un cuento de Poe. Toda ella huele a monte, a espliego, a tomillo.
Con pocos servicios entonces, estuvimos dos días porque sólo encontramos un habitación húmeda y la alternativa consistía en irnos a un campamento hippie que tenían montado a mil metros de altura, en un lugar idílico, pero lleno de colgaos.
El que nos invitaba era un albañil andaluz catalán enganchado en la aguja que se mantenía a base del alcohol al que le invitaban y  con lo que pillaba. Su alcoholismo estaba ya en fase avanzada y sus colegas, holandeses, alemanes, griegos,  no estaban mejor.
Iluminados de la autodestrucción a dos pasos de Athos como quien dice. Serían más felices allí aunque pasaran la misma hambre. Esta es la miseria que fomentamos con las prohibiciones.

Volvimos a Kavala, porque no había barcos a Limnos pese a que está sólo unas millas al sur, y de ahí otro autobús a Alexandropouli.
De Thassos, muy turística y alemana, frondosa y verde sólo conocimos la capital. Cogimos un ferry a Limnos al anochecer. Estaba a tope, al día siguiente era el 15 de agosto, la Panagía, Nuestra Señora, una de las fiestas religiosas más importantes de Grecia y de otras partes de Europa.
En el barco hicimos corro con un grupo de música tradicional de Alexandropouli, Kaliteknikos Silogos Alexandropouli. Iban también a Limnos pero a currar, a tocar en la fiesta, eran una docena y ensayaban y tocaban por grupos, abandonaban unos y se sumaban otros, en ocasiones sólo un buzouki y una guitarra o un laúd, siempre alguna cuerda en danza. Amenizaron las cuatro horas de viaje.

Nos movíamos totalmente a la aventura, todavía con mochilas y muy poco dinero, el justo para lo imprescindible y un poco menos. Llegamos sobre las doce de la noche, estaban todas las terrazas de los bares del puerto abarrotadas y algunas familias paseaban con los niños. En vísperas, la gente llenaba las calles más importantes de Mýrina, la capital y puerto operativo de la isla para grandes barcos.
Por supuesto no habíamos reservado habitación en parte alguna, y después, con los niños, hemos seguido haciéndolo así casi siempre, hasta este verano. Las sorpresas pueden ser buenas o regulares pero nunca nos defraudaron, ni este bautizo limniota.

Bajamos del ferry y entramos en el Avra la primera taberna con la que nos topamos, con una parra cubriendo la terraza. Theodoros la atendía y Sideris cocinaba. Dejamos las mochilas allí y fuimos a buscar habitación por la ciudad, de unos 5000 habitantes, casi el doble en verano.
Regresamos una hora después desalentados. No habíamos encontrado nada, ni al alcance de nuestra bolsa ni más caro. Zeo nos buscó un taxi barato para que nos llevara a sitios más lejanos, pero tampoco surtió efecto. A las tres de la mañana estábamos de vuelta aún más deprimidos.

Sideris ya se había ido a dormir y Zeodoros cerraba. Sacamos las mochilas del bar y nos fuimos sentando en las sillas de las terrazas todavía abiertas, hablando con los últimos con la esperanza de encontrar una cama. Una pareja de gays me la ofrecía, sólo a mí, pero yo no abandono a mi compañera por un puto colchón. Cerró el último bar y nos instalamos a la puerta del Avra (esa brisa de la mañana que sopla del mar...)
Así pasamos nuestra primera noche en Limnos. Como habíamos llegado tan tarde y no conocíamos la isla, ni la ciudad, no sabíamos que muy cerca había dos hermosas playas, el Romeikos y el Turkikós yialos, el paseo griego y el turco, donde hubiéramos podido pasar mejor la noche. Tres si contamos Rihá Nerá, atraque del Argo en tiempos míticos, cerca también.

Aparte del ruido de las motos, cuando cerraron las discotecas y últimos locales, que giraban derrapando delante de la taberna para volver al centro, en la penúltima gamberrada nocturna, no tuvimos ningún problema.
Muy tarde ya, sobre las 5 de la mañana, dos tipos  se sentaron en la terraza vecina en la oscuridad. Yo no había dormido aunque tampoco tenía miedo, pero me inquietaba la presencia de aquellos hombres.

La violencia está en nosotros. Tenía una navajina con la que pelábamos la fruta y abríamos el pan de los bocadillos y que llevaba siempre encima. El estúpido peleón que llevo dentro pensaba si la navaja me serviría como defensa en caso necesario. La saqué del bolso y la miré, y mi colega, que estaba despierta en ese momento, me dice,  ¿Qué haces?.
Aún hoy  del bochorno que siento no sé dónde meterme cuando me acuerdo, ni qué responder. Los individuos sospechosos resultaron ser dos marineros, dos pescadores que embarcaron poco antes del amanecer. Creo que ni nos vieron. Las mujeres, más sabias, nos educan, ¡qué sería de nusaltres sin ellas!

Seguramente esto tiene  poco que ver con Limnos pero fue una lección que apredí allí, me enseñó a no agobiarme tanto y en lo sucesivo, aunque nunca nos volvimos a quedar tan tirados, a esperar mejores sorpresas de la improvisación y hasta de la imprevisión que hemos elegido como norma de nuestros pequeños viajes, sin tremendismos.

Cumplimos el recorrido más o menos,  pasando por Lesbos y Hios, entrando en Turquía por Esmirna y volviendo a Estambul en bus. Pero en Limnos nos quedamos ya ese primer año diez días en una casina, la primera  de Sofía en Myrina, una familia desplazada de Gallípoli por los turcos en los años 20.
Vimos el concierto del grupo de Alexandrópoli, con uno de cuyos músicos  intercambiamos cintas al día siguiente, yo llevaba a Camarón y a Pata Negra. Y escuchamos a  Dyonisis Savópoulos en el escenario del puerto.

Pero, sobre todo, hicimos nuestros primeros amigos en Grecia, Sideris, Zeodoros y su hermano Stratos. Los Lambroy. Stratos estaba casado con Nancy, chilena y Zeo lo hizo con Mary, colombiana. Ellas fueron providenciales porque los primeros años sirvieron de intérpretes en las conversaciones más sustanciosas.

Volvimos a pasar por ella algunos veranos y conocimos a  Andoñía y a sus padres, a su marido y a su hermano, los dos Yorgos, y a Sula.  La familia Karvelis. Y nos quedamos alguno más, sobre todo los de la primera infancia de los niños. Alquilábamos casas particulares muy humildes, pero siempre nos pareció un privilegio. Así en toda Grecia.

"Ena kai ena canon dio/ kai metá ton Isaías/ ena kai ena canon trías", Uno y uno son dos/ y después de la boda/ uno y uno son tres, dicen unos versos de Manolis Rasulis que canta Nikos Papásoglu, ambos de los nuestros,  que murieron este invierno en Tesalónica.
Un año fuimos tres y regresamos cuatro y eso ya nos acabó de ligar a Limnos de manera definitiva.

En algún momento continuaré, no hice más que empezar...

Salud, geia sas!

Ramiro Rodríguez Prada.

jueves, 27 de octubre de 2011

Reunión de pastores



El manco de Vilanova


A la noche siguiente ahí estaba otra vez el amigo, ahora con una capa negra de forro pupúreo sobre los hombros y un sombrero a juego.
En esta ocasión no traía el chibuquí sino un bastón fino con una empuñadura de madera labrada, una figura que no podía distinguir, tal vez una cabeza.

Salí al pasillo.

Don Ramón se había metido en la cocina. Golpeaba el suelo con el bastón cada vez que se explicaba algo de lo que veía. Parecía buscar no sé qué fisgando por los rincones (...siempre te encuentro llorando).
Sobre la mesa había otra botella de brandy a la que faltaba un tercio y un vaso con un último trago. No era de Terry con tapón de corcho, sino de las primeras con el metálico de principios de los 70, de Soberano.

Llevo una hora aguardando, tiene usted un sueño muy pesado, me soltó cuando advirtió mi presencia.
Pues duermo mal, le contesté un poco mosca, pero acto seguido intenté arreglarlo, Anoche me acosté tarde, perdone usted.
No es preciso que se disculpe, zanjó él. Así que este es el lugar desde donde recrea nuestras andanzas nocherniegas. Lo imaginaba más..., no encontraba la palabra,  Confortable, dije intentando ayudar, ¡Bravo!, Confortable, remarcó él. ¡Vaya, vaya...!  Y acercaba las lentes a un imán del frigorífico con una imagen de a Illa.

A mí me había dejado pasmao y medio mudo con la revelación, no sabía qué dicir. ¡El cabrón, falsario, estaba al tanto de todo!

Ande, tómese un trago, me dice, y me llenó un vaso que sacó del lugar cerrado donde se guardan. ¡Ya se movía como Ramón por su casa! El muy perro me toreaba.
¿Cómo se enteró?
Me lo dijo una curruca parda.
¿No sería una gallina siracusana?
Alzó el bastón para atizarme pero vi que lo hacía sólo como gesto de amenaza humorística, yo, por si acaso, ya había cubierto la cabeza con los brazos. La empuñadura del bastón era una curuxa,  una lechuza.

¿Y el chibuquí?, le pregunté.
Lo dejé en casa. Hoy quería que usted me acompañara en un recorrido largo y necesitaré más de un apoyo. El bastón será apropiado aquí. Esta pierna me da mucha guerra.

Vació el vaso de un trago y salió de la cocina diciendo, ¡Y esta vez no olvide la botella!
¡Madre mía!..., yo también bebí.
Cuando salíamos me obligó a coger una chaqueta, Hará frío, dijo.
Yo estaba inquieto y mosqueado, ¿adónde me quería llevar este hombre?. Me notaba destemplado y el coñac no parecía hacerme efecto. Estaba cansado, me dolía el hombro, ¿qué hora sería?...

Fuera era de noche. Salimos a Xufre por otra puerta diferente y, no sé cómo, al momento ya estábamos debajo del pino mirando, a través de la ría, las luces de A Pobra do Caramiñal y Castro.
Algo en aquela ribeira veciña pulsaba una cuerda en el alma del genial arousano. No me atreví a interrumpir su silencio y la tensión que parecía revivir. Me apretaba el brazo hasta hacerme daño.
Y, como en la otra ocasión, también salió del trance bruscamente. Suspiró y clamó, ¡Ah de mis muertos!..., y echó a andar tirando de mín.

Enseguida empezó a hablar. ¡Virhen Zanta der Güen Disíh, lo que habra er paisano, una jartáaa! No me dejaba meter baza. Caminábamos y caminábamos al borde mismo de la ría dando la vuelta a la isla en sentido de las agujas del reloj.
Pasamos delante de Vilanova y Vilagarcía a buen paso, que no sería mucho, no obstante, teniendo en cuenta la vetustez del acompañante y mi psilicosis. No paró de rajar ni un tanto asín.
Tenía curiosidad por saber cómo había terminado la pendencia del tugurio la otra noche, y quería consultarle también algún detalle sobre la historia de España, sobre Galdós y el asesinato de Prim, pero sólo me dejó abrir la boca para farfullar monosílabos.

Habríamos caminado una cuarta parte de la circunferencia de la isla,  más o menos, y estábamos cruzando el puente para seguir ruta por las playas del este, cuando vimos las sombras de dos personas sentadas en un banco de un área de reposo junto al mar. Miraban el brazo de la ría que baña a Cambados, donde se reflejaba una luna turca menguante, mortecina y plateada.
Los reconocí desde lejos pese a la obscuridad: el venerable busto del holandés don Vicente Van y la malhadada boina ladeada del manchego don Francisco de Gila.

El del ¡riiiing, riiiiing !, no me saludó, estuvo callao y fosco, con la boina echada sobre los ojos y yo, por si las moscas, me mantuve en el borde opuesto del banco, junto a don Ramón. Vicente, en cambio, me saludó muy efusivo, teniendo en cuenta las limitaciones de un carácter tan austero como el suyo. ¡Me conmueve un alma tan grande confinada en una estructura física calvinista tan rígida!. Volví a sentir deseos de abrazarlo y transmitirle un poco de calor sureño, pero me contuve.

Pero Gila sí saludó a Valle con mucho populismo, ¡Hombre don Ramón, usted por aquí!
Valle Inclán, tan ceremonioso, hizo una venia graciosa y femenil, se llevó la mano al sombrero como si fuera a descubrirse y la tendió para estrechar la de Paco.
Gila quedó perplejo y no sabía si quitarse también la boina o qué hacer, se le amontonó el trabajo y al fin la cogió y la colgó en la mano que le ofrecía don Ramón.
Curiosamente el de Vilanova sí se fundió en un caluroso abrazo con el falsamente frío don Vicente.

Todo parecía tan natural y sin embargo..., había un tufillo inconfundible a farsa ensayada. Pero  yo observaba a los tres fenómenos y me miraba las manos sin hallar culpa ni culpable.

¡Páseme esa botella, que llega el nordeste!, me dice Valle.

Nos sentamos cara a la ría y empezaron a beber y hablar. El galego llevaba el peso de la conversación, el holandés escuchaba y el manchego hacía coro al de Arousa.
Aunque me sentía intranquilo, porque era consciente de que Gila todavía no me había perdonado que lo amenazara con cortarle los buevos, estaba ya más muerto que una oveya y acabé durmiéndome.

Felifes fueños.


Sue Ñón Mentró.


P.D. Felicidades a nuestro preclaro magister, el simpar e Inmortal Dimitrios, asceta en Karoúlia, que ayer comería una almendra -amígdala- a mayores para celebrar su santo patrono onomástico, protector de Tesalónica, el Megalomártir del que mana mirra, el milagroso Demetrio que no pudo evitar el terremoto de Constantinopla porque se metió por medio Hefestos, Pedro Botero de los volcanes, éste patrono de los geólogos paganos que también caía  el 26.
Geia sou, moro mou!
Barbarómiros.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Shutterchance Connection



Shutterchance Connection
Ellada, Greece, Grecia 2011



Puesto que no tengo etiqueta de Fotografía y pese a que muchas de las que he visto en estos blogs de Shutterchance podrían considerarse pinturas y ser incluídas, por tanto, en Pindura, pensé que estarían mejor aquí por tratarse también de otro Alfabeto, otro lenguaje.

Fue Andrés Edo, un amigo, cuyo fotoblog figura en esta página junto al de Yiannis Tzakós en favoritos, quien me lió con sus fotos, y mi absoluta connivencia hizo el resto. Empecé a verlas poco después de comenzar el blog en julio. Pero fue tras las vacaciones, en septiembre, cuando ya lo hice regularmente.
Antes había comentado alguna foto suya en el facebook de la morena de mi copla. Ni siquiera sabía que pinchando los nombres de los comentaristas en su fotoblog podía ver también el trabajo de otra gente. Así fue cómo empecé a conocer la obra de algunos fotógrafos que me gustan, me entretienen, y a los que quiero dar a conocer aquí y rendir un pequeño homenaje.

Añado que todavía no he podido repasar todo lo que tienen colgado en la red que es mucho y, por tanto, esto es sólo una pequeña aproximación. ¡Y hay muchos más autores! No tengo vida bastante...
Tampoco he rastreado su carrera y biografía, me falta tiempo decía, no sé lo que piensan ni a qué partido pertenecen en el caso de que pertenezcan a alguno, que no me importa demasiado, pero puedo hacerme una composición de lugar por su obra, que es lo que me interesa en este momento.
Por lo que también he podido leer en sus breves comentarios colijo que son personas informadas, abiertas, detallistas y sensibles, ¿se puede pedir mucho más?. Y algo importante para mí, no falta el humor.

Empecé visionando fotos de los comentaristas de Andrés, norteamericanos como Elízabeth Buckalew, Frances Helen y Larry Bliss. Los tres hacen fotografía de naturaleza, paisajística, floral, animal... .
La liebre, los gatos, los burros mejicanos, los cielos e insectos de Eli.
Los árboles, paisajes, marinas de Grecia y Turquía, la España, de Frances.
Los detalles naturalistas, líricos y pictóricos de Larry, sus conchas, cuadros schnavelianos naturalistas de pidrecitas, los troncos, hojas de otoño y sus charcos psiquedélicos.
Y me lié ya por completo.

El siguiente encuentro fue Juan Carlos Rubio, un manchego que hace naturaleza, pero a la vez bello paisaje urbano y humano, exótico en ocasiones. Sus fotos de plantas, flores o mariposas son una maravilla y, desde mi ignorancia, de una gran calidad técnica. Todos tienen el respeto y el conocimiento de las especies y lugares que retratan, por eso nos informan de ello y yo agradezco estos detalles.

Ver las fotos de Yiannis Tzakós fue una sorpresa para mí por razones evidentes. Este es un espacio griego. Creo que es el único griego que he encontrado en Shutterchance. Pero es que, ante todo, me gusta su fotografía de la calle, las paredes, las pintadas, que son con mucha frecuencia cuadros únicos. Y para colmo es de Halkida, una ciudad donde nos mimaron. Hemos cruzado algunos cortos mensajes y nos leemos y nos vemos, por decirlo así.

Además de los americanos, el grupo de ingleses que vi a continuación es quien más dinamiza el fotoblog, tanto por su número y calidad, como por sus frecuentes comentarios y su fidelidad a una frecuencia en las fotos que permite seguir casi día a día su trabajo. Y todos ellos, con ausencias breves, se interesan por la obra de los demás. Muchos parecen conocerse personalmente.

Chad Doventon cuelga ahora una serie de fotografías en las que va contando sus orígenes y su biografía a través de imágenes y un corto pie. Pero lo hace sin pretensiones artísticas subidas de tono, con buen humor inglés. Lo mismo fotografía una sencilla calle proletaria o de clase media con señal de no aparcar y coche solitario, que un canalón o una humilde obra en la acera. Como la crónica del simple paseante que podemos ser cada uno de nosotros. Pero no sólo, es evidente que hay más. Mucha ironía y un relato.

Brian Walby fotografía lugares suntuosos, abadías y edificios, arquitectura histórica, junto a bosques centenarios,  pero también locomotoras o barcas arrumbadas en los canales.
Bill Phillips y sus hermosas casas burguesas y escenarios majestuosos, flores, aunque también puedes encontrar fotografía de la calle en blanco y negro, con el brillo del metal contemporáneo.
John Prior con sus elegantes paisajes claros y abiertos, bosques otoñales de ensueño, y un Londres casi inédito, en una  foto suya del Támesis que me viene a la memoria con frecuencia.

Las naturalezas de Ellisabeth Allen, los jardines, los delicados colores, las libélulas.
Janet Holden y esos paisajes románticos, la madera pálida, las nubes y esas flores que quitan el hipo.
Tom Wilson con sus fotos de naturaleza precisa, lujuriosa de color y gran técnica.

Sorry, Nostalgia, no recordaba tu nombre pero sí tus fotografías, ¡cómo olvidar el frío de esos negros terribles!, el mosquito, el pájaro, brutal, el Zyrynometry, o esos primeros planos escandalosos de orugas y flores, violentas y sangrantes de colorido, calientes, las hojas otoñales de tus jardines. Y gracias por tu amabilidad, Viktor.
Chris, Anniedog, Blackdog...

Y otros europeos, como la alemana Philine Kleinknecht, gran comentarista y amiga de la palabra, de la que me gustan sus paisajes y a quien debo (es una promesa privada que yo me impuse y en la que ella no tiene nada que ver, no lo sabe) fotos de algunas murias y paredes de esta parte de la península que colgaré algún día, in the future, a ver si la animo a venir y disfrutarlas por sí misma, que es lo guapo.

El grupo canadiense es otro de los fieles que también me gustan mucho. Los maravillosos paisajes, bosques, carreteras de Mary MacAdanski, o los temas oportunistas y potentes, un cuervo como totem pero también la extraordinaria luz y color.
O los de Peter Meilleur, lagos canadienses de cuento o aventura en el Gran Norte, profundos y misteriosos, espectaculares en sus grandiosidad y colorido.
Las flores de Jacquelyn, al lado del blanco, inocente algodón y la mosca. (He usado repetidamente la palabra "cándido" porque resume dos conceptos el albor y la inocencia, para referirme a una foto suya y a la vestimenta del Biendichoso papa, pero también cansa uno de repetirse en estos cultismos pijoteros. Amo al idioma).

Los patos y plantas acuáticas australianas de Vintage. En fin, Estefanía, Lara, Ray, Louis y Eduardo Serrano, desde Italia, India Thailandia, Sudáfrica y Jaén, son algunos de los fotógrafos de los que he visto un poco de su trabajo.

Empezando por Andrés, los primeros son a los que más tiempo llevo observando y a los últimos a los que menos. Por eso a unos dedico más espacio que a otros, no es una cuestión de jerarquía artística ni nada parecido. Y es que además los autores se presentan casi como amateurs, sin divismos, aunque algunos sean profesionales o demuestren una calidad técnica incontestable. De todos modos es inevitable escoger.
Espero que con el tiempo pueda decir algo más de aquellos a los que sólo nombro y de otros que dejo, porque la mayoría me ha hecho pasar buenos momentos. Hemos sonreído juntos en la distancia.

Hablando antes de Yiannis dije que este era un blog griego, aunque radicado en Asturias añado, y es cierto, pero también hablamos de este país, Spain, y viendo esas fotografías nos sentimos un poco menos pueblerinos, un poco más acompañados, ciudadanos del mundo como quería Sócrates.

Paz y salud.

Ramiro Rodríguez Prada.


P.D. El hecho de que atribuya uno u otro tema con preferencia a cada fotógrafo, no significa que se ciñan sólo a esos motivos, son bastante variados todos ellos y brillantes en más de un terreno. Vale.
   

martes, 25 de octubre de 2011

Kaskabali Limnou



Kaskabali de Limnos
Grecia 2011


Trato de evitar siempre que puedo las marcas comerciales porque no es mi deseo hacer propaganda de nadie, aunque todo el blog pueda ser leído como una historia de pasiones personales, con la fanfarria y pompa laudatorias apropiadas al caso. Prefiero hablar de lo que me gusta y quiero, que estar todo el día con la picha fuera a la caza de malparidos.

Pero hago escepciones en lo de las marcas, como con el café de Komotiní, y también me interesa resaltar el trabajo de esa Cooperativa de mujeres de Limnos, Jrisafi, que fabrica este queso y algunos fetas muy buenos que os mostraré más adelante, además de dulces y otros productos locales. Es una experiencia boyante de autogestión que se puso en marcha hace muchos años y que funciona.
Hay más ejemplos en Grecia. Dentro de un esquema general de aprovechamiento de los recursos locales del que ya hablamos a propósito de Eubea -y del país en general-, las cooperativas femeninas han sido un feliz acierto.

Hablar de esto  y que sea  Limnos, isla de amazonas, donde cuenta  la mitología que las mujeres precipitaron a sus maridos al mar desde una roca que allí sigue, Pétassos, por infieles y puteros, es un triunfo doble. No desprecio a los varones limniotas, tengo a varios amigos entre ellos, además. Pero pueden sentirse orgullosos de sus mujeres, aunque sus ancestros masculinos las repudiaran. ¡Y cuidadín, que siguen siendo personas fuertes!. Geia sas yia olioi!

I tiri apo probeio kai aigeio, el queso de oveja y cabra, reza la etiqueta, el Kaskabali es un intermedio entre semicurado y curado. Es rústico en las formas y de un morder duro y granuloso, no mantecoso como la mayoría de semicurados, lo que no significa que carezca de grasa. Es un queso salado y sabroso pero no fuerte a la manera de nuestros quesos con esas leches.
Al corte es blanco amarillento.
Supongo que algunos buenos fetas, preparados, con una curación media pueden aproximarse a este tipo de quesos. También los hay en la península Ibérica. El más parecido que conozco es un portugués, todavía más duro, de pequeño tamaño, la mitad que este, sobre 200 grs., que se produce de manera artesanal en las sierras que rodean Estremoz. Lo de un litro de leche fresca.

Tampoco pudo ser esta vez el yogur griego, no encuentro algunas fotos, no está el tzatsiki, ni las berenjenas imam o la miel.
He querido ir nutriendo esta etiqueta de  ´Lo que se comió`  empezando por lo más sencillo y humilde que es también lo que más consumimos, no sólo nosotros. Antes de la Tiropitari o el Kaskabali deberían estar esos tres productos, yogurt, que es la base también del tzatsiki y miel, esta última, con su compañero habitual, con fama  de ser de las más finas del mundo.

Estos excesos nacionaliegos de O mellor do mundo es un poco infantil y común a todos los pueblos, pero yo sí creo que unas tierras dan mejores patatas que otras y si la variedad es buena y se crían saludables aún mellor.
Yo diría que las patatas de mi pueblo son las mellores do mundo, pero no lo diré porque me iban a llover los patatazos, sobre todo de allende los mares, donde son originarias y existen más variedades y más ricas.

Somos pueblerinos, rebajemos un pelín las pretensiones.

Buenos días.

Barbarómiros.

lunes, 24 de octubre de 2011

A santa compaña


Ría de Arousa desde a Illa, la isla
Galicia 2007

Quiero trocar por normas de poesía
los chabacanos ritos leguleyos
sólo es buena a reinar la fantasía,
y está mi reino en manos de plebeyos

Me increpaba don Ramón  anoche y yo volví a acojonarme un poco cuando lo ví aparecer a los pies de la cama con el chibuquí en la mano, lo que  sin embargo me tranquilizó un tanto porque no tiene ni el grosor ni el peso del garrote que blandía en tiempos.

Llevo una  semana acatarrado y no hago nada para salir de esta tos, he estado tristeando como un perro viejo y solo y ya echaba en falta un poco de marcha, aunque tengo varios oréganos, flores de malvas y tomillos, y cuatro o cinco tipos de miel. También algo de brandy añejo. Valle  traía la botella mediada en el sobaco del brazo bueno.

Me levanté.

Estaba en el pasillo esperándome y miraba un cuadro. El adulador que hay en él volvió a imponerse y me dice señalándolo y alargándome la botella,  Hay facetas en usted que no debe arrinconar,  No es mío, respondí casi sin voz. Por un momento lo vi descolocao, pero se rehizo al instante y replicó,  No todo el mundo tiene sensibilidad para apreciar y comprar una obra de arte como esta. Me daba un poco de apuro contestarle pero lo hise,  Es de un amigo, un regalo.
Me miró como si quisira atravesarme con el chibuquí filoso. Parecía pensar ¿este no será también galego? Mal empezábamos.

Por momentos yo también me sentí desubicado, no sabía si estaba en mi casa, en Atenas o en Eubea. Le di un tiento a la botella que era de aquellas de CentenarioTerry con tapón de corcho y una maya amarilla, una de finales de los 60 que le había distraído a mi madre. El trago me calentó el cuerpo.

¿Quiere que salgamos a dar un paseo?

Sí, pero esta vez dirijo yo. Y me tomó del brazo como la noche que nos encontramos en Exargia.

Salimos a la calle por una puerta que no reconocí y en un primer momento tampoco el lugar que veía. Después, a medida que avanzábamos por el paseo a lo largo de un muelle, me di cuenta de que era el barrio de Xufre, en la isla de Arousa.
No había nadie por la calle y las luces se reflejaban en unas aguas tranquilas donde dormitaban los barcos. Estábamos en la parte opuesta al lugar donde creí haberlo visto, haciéndome señas desde Vilanova, en el último sueño donde apareció.
Don Ramón tiró de min y subimos una pequeña cuesta al final del puerto. Soplaba un airín de otoño frío y húmedo. Como si me hubiera leído el pensamiento  Valle se giró  hacia mí diciendo, ¿Y la botella?

La dejé en casa.

Se paró en seco y me soltó el brazo como si estuviera cogiendo una serpiente. Instintivamente yo di un paso atrás. Tal vez fuera cierto que había olvidado la persecución. No se me ocurrió pensar que quizás no me había reconocido porque las primeras veces me vió con barba y en Atenas ya no la tenía. Por un momento pensé salir corriendo, pero no alzó el chibuquí, sólo me miró severo y me dijo, No importa, bébasela a mi salud, me la trajo un legía natural de Vijo que está en Sidi Ifni.
No quería contradecirlo demasiado por no despertar a la fiera pero es que me lo ponía en bandeja.

¿Don Ramón, pero el legía no era el que le traía el kif?
El mismo.
¿Y le trae también el cognac?
Es un gran muchacho.
¿Y dónde lo compra?
Se lo coge a una mora que lo tiene por cajas en la trastienda de un tenducho en pleno desierto. A la mora se lo pasaba de estraperlo un capitán.

O sea, que el brandy hizo el viaje del Puerto de Santa María al Sahara en los años 6O, y ahora, casi 50 años después regresa a la península vía Galicia. No sabía si estaba soñando o el viejo me tomaba el pelo. No quise volver a recordarle que ya no había legionarios en Sidi Ifni. Me había vuelto a coger por el brazo y llegábamos al final de la cuesta.  Al ver el chibuquí balanceándose en su mano cambié de tercio.

¿Y el kifi?

Pero no me respondió. Volvió a tirar de min acelerando el paso para llevarme junto a un pino al borde de los acantilados. En el agua espejeaban las luces de la otra parte de la ría rotas por las bateas de mejillones.

Mire, me dice yo creo que emocionado, mire, aquello es Castro y aquello otro A Pobra do Caramiñal..., y se quedó como en suspenso, serio y pensativo. Yo no sabía qué me quería transmitir más allá de señalarme los lugares, porque me apretaba el brazo con fuerza como si quisiera protegerme de algo o, simplemente, necesitara un asidero. Pero de súbito me espeta, ¡Venga, venga, que tengo aquí a un colega que guarda una caña de ron que espatarra! Y se dio la vuelta como un  resorte echando a andar y arrastrándome con él.

Nos metimos por una trocha que acababa en un sendero entre los huertos en dirección al pueblo. La luz llegaba escasa allí, pero Valle, que se había adelantado para indicarme el camino, parecía un búho con sus lentes redondas y caminaba ligero entre las filas de berzas a uno y otro lado del senderín.

Cuando salimos de las huertas a una calle me esperó y se me volvió a colgar del brazo.

Es aquí cerca.
¿Pero en Galicia lo normal no es el aguardente, el orujo de uva?, le pregunté con toda intención. Pero no se arrugó y dice, Sí, pero no hay color, esta caña se la traen de Cuba.
Me lo temía, ¿pero qué no le traen a este hombre del último rincón do mundo?, pensé. Para salir del paso volví a insistir.

¿Y el kifi?
¡Aquí es!, dijo por toda respuesta.

Entramos en un tugurio mal iluminado, un semisótano lleno de humo, con varias mesas  ocupadas y una barra mugrienta donde Valle se acodó para decirle algo al orangután que había detrás. Este hizo una señal a un rincón oscuro del local y de una de las mesas se acercó un tipo con la catadura de un presidiario del XIX, muy fea muy fea, cabezón y repelao, con una cicatriz partiéndole unas napias como un aguacate.

¡Hombre Benedicto!, salta Valle, ¡saca esa caña que tenemos a medias, carayo, que veño con um amigo!
El fulano no contestó pero le hizo un gesto al antropoide de la barra que sacó una botella y dos vasos. El tal Bene, como le llamaba se ve que en confianza don Ramón, llevaba un blusón como el de los tratantes, todo chorreao y lleno de lamparones. Se acodó en la barra junto al viejo y le pidió otro vaso al simio sin abrir la boca.
Casi de modo automático, mientras el ogro llenaba los vasos, yo palpé la navaja barbera de Van Gogh en un bolso posterior del pantalón.  Allí seguía, ¿desde cuándo?. Hacía tres meses que Vicente me la había entregado en señal de amistad, ¿no había cambiado el pantalón desde entonces?, o ¿cada vez que lo cambiaba guardaba la barbera en el bolso?.

Todo empezó a parecerme muy extraño, notaba cómo nos observaban desde los rincones y en cada rostro veía una amenaza latente. Parecía la tripulacíón del Holandés. Cogí el vaso de ron y eché un trago pero era como fuego y me dio la tos. Valle y el Bene, con los vasos en la mano, estallaron en carcajadas y se oyeron más risotadas en la gruta.
Cuando me recuperé los dos me miraban irónicos con mucho interés y entonces ya me pareció que aquello tenía que ser un sueño, porque el careto del Bene era idéntico al del Papa, con aguacate en la nariz, pero incluso así, si se pusiera en lugar del blusón negro uno blanco con una cruz al pecho, daba la bendición urbi et orbe y no se enteraba ni el mamporrero.

De pronto el tipo se puso serio mirando a la puerta donde parecía haber jaleo, yo volví a echar mano al bolso, a esas alturas, con las emociones y la tensión, estaba ya bastante alterado. Don Ramón me miró como queriéndome decir algo, pero en ese momento se abrio violentamente la puerta y vimos una siluta en el umbral que, con voz de trueno recitó:

De un quinqué de latón, la luz bisunta
el tubo ahumado con un grito raja
y está en la puerta el hombre que pregunta:
¿Quién quiere sacarle filo a la navaja? 

No me cagué porque en ese momento desperté, todas las figuras se desvanecieron, me quedó en la cabeza la imagen de la cara de Valle Inclán mirándome y arrancando a hablar.

Hasta mañana. Salud.


Roque Morfeo Lirón.

P.D. Los versos que encabezan son de la Farsa italiana de la enamorada del rey, del Tablado de marionetas. Para educación de príncipes. Y los que cierran de Marina norteña. Vale.
    

domingo, 23 de octubre de 2011

Loudovikos ton Anogion


Eubea
Grecia 2011

A Ludovikos ton Anoyion (Giorgos Dramountanis)  podríamos definirlo, ante sus paisanos los Xyloúris, como a un cantante de lo humano.

Su registro es el de la dulzura y la melancolía, la del lenguaje amoroso y la poesía intimista, susurrada. La palabra humilde de un enamorado pastor del Psiloritis, donde el alma se serena, del que también está ausente la afectación tremendista de tanto baladista/baladero amorossso, esos gemidores que parecen extreñidos o en los espasmos agónicos del trance venéreo, pólvora toda apta para niñatas, babosos y otros chiflaybailas, que arde en el altar de la moda y el consumo masivo aquíahíallí ayerhoymañana..., respiro.
Al comentario que hice en Desde la popa, añadiré algunos detalles más para que quien lo haya leído pueda encontrar también alguna novedad.

Ludovikos se apoya en melodías lentas, cálidas, con una mansedumbre y ternura femeninas, a menudo con ecos religiosos y bizantinos -también los Xylouris-, evocadores, aéreos, volanderos.
Tampoco desdeña la tradición con incursiones en el cancionero y folclore isleños, pero su terreno no es el de la lira y danza típicas, sino el de la canción.
Alphabita:

http://www.youtube.com/watch?v=v4MGtN2IwuI&feature=related

Ludovikos hace Éntejno con incursiones en otros campos no siempre fáciles de acotar, sabores, presencias mediterráneas, incluída la española  y colaboraciones con músicos de ese mar de enmedio, el Mesoyio, teniendo presente que él también se nutre de la música tradicional cretense, un mundo aparte a pesar de ser una isla y existir ese estilo específico de ellas, el Nisiótiko, del que ya hemos hablado. Y se encuentran otros ecos  más lejanos en el espacio, como los Beatles o Simon & Garfunkel, como en la que acabamos de escuchar.

Aquí Resistencia distribuyó una recopilación de canciones hecha en Alemania con buen criterio donde se resumían tres de sus discos  y en  el  antológico de la música griega que editaron ellos, De oriente y de occidente, venía también una buena canción de amor, muy representativa del dulce estilo del de Anoyia.
Su discografía es amplia pero sólo podemos dar cuenta de seis de sus trabajos. La dirección es la de la canción Pio to jroma tis agapis, Los colores del amor, disco del que hablo a continuación.

El recopilatorio de 1999, The colours of love, reúne canciones de "To meindani", "Harmatoúsa" y "Pili tis Ammou".
"Ánixa mandarini ke se zimízika" del 2001, es un trabajo colectivo con intervenciones como la de Dionysis Sabópoulos, Latzaridou, Polijronidi,  Mariastela Tsanoudaki, Sofía Basilaraki y Aryiris Bakirtsís, cuya extraña y particularísima voz dió personalidad al grupo de Tesalónica  Imerinís Colimbités, Los Nadadores Invernales.
En "I Yiorti ton anémon", de 2003, colaboran con sus voces la italiana Emilia Ottaviano, Jrisoula Peraki, Litzeta Kalimeri y Marianna Polijronidi.

El último trabajo que tenemos suyo es del 2004, "Bit Pasar", en compañía de la reina viva del rebetiko clásico, Marió. Parecen canciones escritas especialmente para ella, casi como homenaje a la intérprete y al estilo, con alguna tradicional de las amanades pero adaptada por Loudovikos a su particular éntejno.
Es una grabación interesante a pesar de la edad de Marió y la exigencia de algunos temas.
Nuevamente un músico griego intenta recrear desde lo clásico el ambiente del rebétiko, utilizando una voz única  -él sólo canta dos canciones-, pero de una veterana, a diferencia de lo que hiciera Hatzidakis con una joven Flery Dandonaki, y Ta périx, Los arrabales, su visión culta del rebétiko.

Estos intentos tienen el mérito de revitalizar el estilo, apoyarlo e innovar, a diferencia del,  por ejemplo, relizado al alimón entre la misma Marió, con una voz más joven  entonces y Kalimeri, que se aproxima al sonido clásico del rembético, de las amanades en este caso, pero que está compuesto en su mayoría por canciones tradicionales del Kafé Amam* y con un tratamiento musical, por tanto, menos arriesgado. No obstante sigue siendo un registro notable que merece la pena escuchar también.
Sea como sea, yo suelo preferir el rebétiko más rajao, que  coincide a menudo  con el de los intérpretes antiguos, pero también disfruto con el moderno de Xarjakos o incluso con estos más finolis.

Hay canciones de Loudovikos guapísimas, en todos sus discos alguna inolvidable, que ya traspasaron la barrera del sueño y tenemos incorporadas a nuestra memoria, como To jroma tis agapis, de "To meidani" , Ta dakria ine dio lojió, To xilinó paltó, El abrigo de madera, ambas de "Amatousa". Mana, Mamá y To neló, con Litzeta, de "Pili tis...", una preciosidad, una delicia.
El Alfabita, tan simongarfunkeliano, Tou limaniou o yios, El hijo del puerto, de "Ánixa mandarini...". Pu i agapi katiki, Sa mistiko, Oh! Panagia mou Anoyiani, con voces femeninas. La tradicional de ritzítika, Ston uranó,  En el  cielo, música de las raíces, todas de "I Yiorti...". La que canta Aryirs Bakirtzís, Eroteimenos fournaris, en "Ánixa", con esa voz suya tan especial que tanto nos divierte y  place, creemos que un  gran acierto de Loudivikos el haberlo invitado.
Tiene buen gusto escogiendo sus colaboradores y los músicos de sus grabaciones son todos sobresalientes.

Nanúrisma, en "Ánixa", es una nana muy guapa de Kárpazos que canta Sofía Basilaraki, Nani tu riga to pedí, que habíamos escuchado en la voz de Sabina Yannatu, de un disco monográfico precioso titulado "Nanurísmata", Nanas. De Sabina nos ocuparemos otro día.
En los trabajos del cretense los arreglos delicados y la cuidada instrumentación están siempre presentes.

Esa atmósfera nostálgica, triste a veces, de Ludovikos, es como tósigo envuelto en miel, una chuchería destructiva a la que siempre tienes la tentación de permitir que obre en tu corazón su virtud, letal, repito. Esto los griegos lo bordan y el cretense entre los mejores urdidores.

Es curioso, y muy positivo, cómo músicos griegos de una gran calidad como él pueden disfrutarse, con frecuencia, en fiestas de pueblos que a veces no alcanzan los mil habitantes y donde uno se pregunta cómo pueden pagar sus cachés.
Y la respuesta es sencilla: los griegos adoran a sus músicos y los artistas acoplan su tarifa a la disponibilidad del contratante, correspondiendo a ese amor. ¿Más apoyo del estado para acceder a la cultura? ¿Increíble? Espero que alguien me dé una explicación mejor.

Parece imposible que un pueblo de 2400 almas como Anogeia - Anoyia- pueda producir tres personalidades musicales coetáneas de su categoría.
El valiente Nikos, el underground Psarandónis y el balsámico Ludovikos, tres artistas de una exigencia superior, con un algo religioso, sin entrar en credos, no sé si místico o mítico que los une y un  ´ároma`  que sólo podría calificar de cretense.
¿Cómo tres mensajes tan confluyentes, tan divergentes, tan contradictorios  pueden darnos una misma imagen tan verdadera?

¡Es el misterio de la Santísima Trinidad, señores!,  Ayia Tríada!

Ooopa, Psiloriti mou! Geia sas (Yasas), Salud!.

Ramiro Rodríguez Prada.

(Publicado como comentario en Desde la popa el 2-07-2011, para la crónica del Teach de los días 18 y 19-06-2011. Encuentros en la tercera fase).

* Nota. Kafé Amam: Pendiente de definir con más amplitud el concepto y para poder entendernos en lo sucesivo hasta entonces, se refiere al lugar donde los hombres se reunían para beber, fumar, escuchar música y ver algún número de danza oriental más o menos picante. La música habitual de esos locales, aunque no sólo, eran las amanades, un género del rebétiko. El nivel de los negocios y la clientela  tan diversos como la sociedad misma, desde el salón burgués elegante, distinguido y exclusivo, al tugurio del tekes haschiklídiko, cada cual con su estilo de música peculiar, su espectáculo, y su fauna... y flora. Vale.

sábado, 22 de octubre de 2011

Camisa de once varas



Ayioi Apostoli
Grecia 2011


Ahí fue donde me metí cuando abrí esta etiqueta de Arquitectura, donde no me llaman. Y el caso es que le di ese pomposo nombre por Alberto, el Capi del Teach, nada pomposo pero que tiene esa profesión, él me corregiría llamándola oficio.
Y por Andrés Edo, a quien le gustan, sobre todo, las fotos de casas ruinosas y otras soledades, además de la psiquedelia, donde más que pompa hay pompas, pero no fúnebres. Aunque también depende, como diría don Ramón en cenizo.

Pequé de soberbia, debería haberla titulado como los últimos capítulos sobre la construcción en Grecia, simplemente Casas. Aunque el contenido desbordara el título admitiendo muros, por ejemplo. Lo digo porque arquitectura hay poca, aparte de las fotos, y esto se debe a mi ignorancia del tema.

Pero soy un osado y mientras me explico trato de aprender.
No sé si alguno de los dos, o algún otro por casualidad, habrá sacado algún provecho aparte de mirar las fotografías. Si es así me alegro. Tampoco estoy seguro de que este sea el mejor acomodo para el presente texto, que podría tener más que ver con Alfabetos, con el lenguaje.

Porque yo quería hablar sobre todo de esa expresión que da título a
 esto.

¿Qué es una camisa de once varas?

La que a ti no te importa
Una  que te queda grande
No hables de lo que no sabes
Son cosas que no te interesan
No te metas en conversaciones de mayores

Adorno /Aliviadero de un muro
Agioi Apostoli 2011
Grecia


Cosas así me contestaban de niño, y yo sí entendía eso, pero nadie me decía el porqué del modismo.
Llegué al convencimiento de que en realidad tampoco lo sabían, porque a todos molestaba mi insistencia en la pregunta pero ninguno me daba solución.

Finalmente un día debí de ponerme tan pesado que mi padre se volvió, me puso la mano en el pecho, la tenía tan grande o yo era tan pequeño que con la punta del pulgar me tocaba el final del hombro y el brazo, y con el meñique el otro, y me dice, pensando un poco y frunciendo el ceño:

Así, a ojo, una camisa de once varas es para un paisano cuarenta veces más grande que tú

Me dejó patidifuso y aún más confundido que antes..., ¿dónde estaba ese paisano?.

Mucho tiempo después comprobé las medidas de una vara, algo menos de un metro, tres pies o cuatro palmos, e hice un cálculo con cifras posibles sobre el papel y, efectivamente, el de la camisa era entre cuarenta y cuarenta y cinco veces más grande que yo.
La vara aludía a la de medir la tela en tiendas y sastrerías, en mi infancia ya eran de un metro.

¡Pero al paisano nunca lo encontré!.

Hay otra expresión,  Medir con distinta vara, juzgar de modo diferente según criterio del juez, y no siempre de la justicia, que la lleva como símbolo de autoridad, aunque ésta es más dura que la otra, palo más que vara.

No cuarenta, cien veces más saben de arquitectura o fotografía Alberto y Andrés, y seguro que algunos (porque son pocos los totales) de los lectores. Pero creo necesario  tener una opinión mínimamente formada en un tema tan importante como el de la vivienda, que nos atañe a todos como propietarios, inquilinos o simples ciudadanos, y por eso me atrevo a malmeterme y trato de reflexionar, no sólo por la osadía del escribiente. Y era otra manera de poner un pie a los fotos. Hasta ahí.

No obstante esta es una entrada trunca más, porque tampoco aquí hablo de Arquitectura, en todo caso de metacasas, metavaras o metacuentos. No es que me arrepienta de abrir espacios de los que no puedo dar cuenta a mi satisfacción, pero quizá sí de querer abarcar más de lo que puedo.
De cuando en vez floheo.
Son 15 etiquetas las que tiene el blog y a veces pienso que con Literatura, Pintura, Música, Varios y una quinta para la parte loca personal hubiera bastado y me complicaría menos la vida, porque ahora estoy pillao y cada una de ellas, con sus problemas particulares, es una hija mía a quien no estoy dispuesto a sacrificar, una esquizofrenia, polifrenia  ¡de andar por casa!.

Lo sustancial es contar, da lo mismo cómo lo clasifiques si tiene interés, pero hasta en la escritura hay un orden, lo jodido es dar con él. Bien es verdad que el orden de unos es el desorden de otros, pero todos buscan, buscamos pescar meta fóricamente hablando.

Yo no me llevo a casa hoy ni una mísera bermejuela.

Yasas, salud.

Barbarómiros.

  

viernes, 21 de octubre de 2011

Buevinos


Soria 2007


Las  Pittulas,  micra o nana,  subespecies  Dragonensis y perezzossa  Reverteana son dos tipos de gallinas pequeñas pero matonucas. Si bien sólo para broncas de truco, como esas mascaradas de la lucha libre o los debates televisivos.  En relidad son los emplumados menos gallasperos del pollaio uropedo, grandes pusilánimes.
Los machitos de ambas razas están entre los preferidos en los corros de peleas de gallos en Méjico y otros territorios hispanoamericanos y asiáticos. Tan es así que en este último continente algunos países  ofrecen ya cursos de thai, chino o japonés adaptados a gallináceas, para ir abriendo mercao.
En Méjico, después de años de selección y cuidadoso entrenamiento, nacen  como quien dise hablando chamaquito, y son otra cosa.

Se trata de subespecies adaptadas a las condiciones particularmente  hostiles de zonas deprimidas de la alta meseta castellana y la sierra extremeña, aunque madrileñean. Llevan impresa en la jeta, en la cresta y la papada, la impronta acartonada de una raza  esclava y foina, que no  redime la fatuidad que insuflan sus delirios de grandeza, sino que contrasta aún más con la tosquedad de las gallinas, porque son dos especies brutas, bastas hasta decir bastaaaa!.
Son tan burrakas y sobradas que cuando cacarean creen que trinan, ni por asomo tienen el oído de una Palurda nemorossa. Tendrán más oído que los patos  pero todavía cantan peor. ¡Es horrible! Y cuando cuentan sus patrañas bélicas y chechuales, afición arraigada en ellas, entonces ya la acaban de cagar.   

¡Pero donde vas, chochín, do vas pichina!, ¡Jeeesús me ampare!.

Sus enormes y desproporcionadas rabadillas en comparación con la escasez de pluma y la poca chicha de su ruin en-verga-dura, les da un aspecto que las convierte en el azmerreír de los gallineros, pero que de alguna manera las singulariza. No es que les de un estilo, que no tienen, pero les proporciona una facha. Gallinas culonas es otro de sus nombres familiares.

La mayoría emigró pero algunos ejemplares de los que quedaron se crecieron, no de tamaño pues son enanantes físicas y/o mentales, sino de pico.
Aves que parecen no haber aprendido la lección del cereal y la transhumancia, de la humildad y austeridad mesetarias, que sí comprendieron otros congéneres de sus lugares de origen, con menos pico pero más huevos en definitiva y sin apenas salir del corral, ni tanto bombo para poner lo de una aceituna arbequina, que más no pone una Pittula micra.
Porque las dos subespecies son de las que arman una escandalera tan apoteósica cada vez que ponen un huevo que pareciera que lo pusieran de oro macizo, tamaño cabezón der Botinhei. Un Huevazo o un Güevón.
Luego vas a mirar y resulta que es un huevín tan insignificante que da vergüenza cogerlo, apetez pisarlo pa que no lo vea la madre y se deprima postparto, o ponérselo al jilguero a ver si lo saca palante. Mucho cacareo y poco buevo. Y lo más rácano, cazurro y agarrao  de la cutrez hispana.



Son además especies de mala prosapia que cuando ven a otra gallina con la cresta a la birulé o un poco de sangre, hasta que no le abren un boquete que chorree no paran. Y se ceban especialmente con las más débiles porque son cobardes y nunca se enfrentan abiertamente a un enemigo mayor, ni siquiera a un igual o más pequeño y bragao. Pero tienen el mal perder de los plumíferos casposos y caguetas como ellos.

Después son dos de las especies más presuntuosas del gallinero penensular. No hay evento de fuegos artificiales, convención de brujos de pega, entrega de premios principescos y planetarios o semana del tapeo y el chotis, donde no se encuentre a una Pittulla micra a lo Espe mía, luciendo su palmito rabadillero, sea una nana Dragonensis o una perezzossa Reverteana. Juntas o separadas, porque no se llevan bien, ambas creen que la otra es un chocho estrecho, o un picha corta si son machos.
Y todos aciertan pero la fantasía hipersexual de aves tan pobremente dotadas de atributos, y buevinos irrisorios, crea estos  cómicos equívocos que las deja todos los días con el culo al aire: exactamente cada vez que cacarean para anunciar que pusieron otro de esos huevos que, si te da por intentar freirlo, piensas que te cayó un moco pequeño en la satén y aquella cosina, del tamaño de un garbancín del Pedrosillo en el centro, es la yema, ¡parece la cría de un pecín panzarriba flotando en el moco!

¡Badre del Dibino Bervoooo! Porca miseria!...

Para  lo único que sirven es para comer hormigas -virmingófagas-, y de vieyas hacen un caldo nauseabundo que se les echa a los berracos cuando tienen purgaciones. Dicen los capadores, sotto voce, que el caldo calma el prurito de pederastas satiriásicos o valentones de horca y cuchillo mellao, y demás mikrorgídikos.
Al parecer la sopa es también un remedio empírico antiguo contra el mal de la Cogolla, que lo mismo ataca al pollo que a la polla, otra alucinación típica de Pittulas nanas que alardean de huevos de caballo y en realidad  confunden el género y la especie, quedándose la cosa en huevas de caballa. Se le llama de la Cogolla porque la primera descripción de la enfermedadad en castellano antiguo se encontró en un códice avícola del siglo XIII en San Millán.

Para gallinas gallinas las Palurdas y Pappanattas de Siracusa, que serán putas, pero sólo eso, no como la Pittula micra dragonensis y la nana perezzossa revertiana, "que son/ al alimón/ Puta y Cicuta".

Salud.


Korvus Korax  "O Mavros".


   

jueves, 20 de octubre de 2011

Eubea, Evia.



Eubea, Evia
Grecia, agosto 2011


En realidad debería titularlo "Halkida", que es su capital,  porque además, desde que abrí estas páginas no he parado de hablar de Eubea. Los dos últimos años pasamos en sus pueblos cerca de un mes y las imágenes más cercanas que tenemos y los  recuerdos más frescos de las personas son de eubiotas.

Ya me dolía el Archipiélagos con una sola isla, Zákinzos, a pesar de que he tratado aquí con mucha frecuencia de Creta, y citado a Limnos y  a otras islas. Es una excusa para volver a hablar de las personas, que es lo que más me interesa de los sitios, gente de Halkida, pero también de otros isleños.
La información general la podéis encontrar en más lugares y repito que aquí, especialmente del primero de septiembre hasta ahora mismo, he hablado sobre todo de Eubea. Casi todas las fotos son  de esa isla tan grande del Egeo, la siguiente a Creta en tamaño, pegada a la costa este de la Grecia continental.

Fue la primera que nosotros visitamos, antes que Samotracia, o Limnos que se convertiría por bastantes años en nuestro destino predilecto y donde todavía conservamos amigos.
Y lo fue porque sobre el puente situado en su capital se podía, y se puede, pasar en coche.
Hace años que hay otro grande y moderno. En aquella ocasión hicimos un recorrido corto hasta el sur y salimos al Ática cruzando en un pequeño ferry. Sólo estuvimos un día, pero nos gustó porque es verde y montañosa y había pocos turistas, claro que hablo del año 86.

A Halkida se retiró Aristóteles y allí murió ahogado, dicen, intentando averiguar el aún hoy inexplicable régimen de mareas del Golfo de Eubea, que tiene a ese canal bajo el puente como fiel de su balanza.

Os conté la experiencia del 2010 cuando, nada más posar el pie en Halkida, ya teníamos coche y casa gratis por obra y gracia de Zanasis.

Pero es que este año a la hospitalidad de la familia de Maquis se unió la de Stavrula y Spiros que nos invitaban a comer en su mesa la comida de la familia, en Agioi Apostoli.
Y, para colmo, el último día,  Panayotis, otro hombre de Halkida que habíamos conocido el año anterior en un concierto en la playa, en un bar del hijo soltero de Stavrula y Spiros, fiesta en la que tocó un grupo joven, Contratempo, Panayotis, que había intentado invitarnos a comer en su casa aunque no pudo ser, estaba allí a perro puesto para sentarse con nosotros e invitarnos a esa última comida. Marchábamos al día siguiente.

Sí, la tarde siguiente un taxista muy formal que nos dió una factura por los 15 euros del servicio nos llevó hasta la parada de Aliveri, el ayuntamiento de la comarca, del autobús Kimi-Halkida-Atenas.

Faltarían unos 20 minutos para la hora del bus cuando se nos acerca un joven y se ofrece a llevarnos.  Va para Halkida y que si subimos le haremos compañía, dice. Los cuatro con las maletas nos fuimos con Nikos, con un carrito de bebé en el coche, ya que tienen dos hijos pequeños.
Llegamos a la estación de autobuses al atardecer, con tiempo sobrado para comer algo antes de coger el de Atenas (Como información general, calle Liosion, estación término en la capital).

Volvía a casa después de pasar el fin de semana en el pueblo. Se había enterado por su suegro el taxista de que éramos españoles y tanto él como su mujer son amantes de Italia y de España.
El viaje fue gratuito pero hubiera pagado tres veces el precio del autobús público, el KTEL, que es el doble más barato que en España por cierto, por poder ir charlando con él esas dos horas cortas que estuvimos en el coche, con bastante tráfico. Picando un poco en todas partes, pero sobre todo hablando de lo ladrones que son los bancos y lo corrupto de la política y los políticos. ¿De qué íbamos a hablar, las vacaciones fenomenales, Grecia guapísima, el Egeo maravilloso,  Muy Bonito Todo?
Sonreír ya es difícil...

Efjaristo para poli, Niko, file mas, geia sou!


Con Zanasis, que además nos llevó a ver a Peridis y a Rasoúlis, lo que no olvidamos, seguimos en contacto aunque este año no lo vimos al pasar por Halkida porque trabaja de cocinero en Rodas. Conocimos a otra hermana suya.
Y la piloñesa ya habló dos veces con Stavrula, en Limani Petrión, desde que regresamos.

Ayer tuve otra sorpresa que me prestó mucho. Veo todos los días el fotoblog de Andrés Edo y de otros fotógrafos de shutterchance y he comentado algunas fotos que me gustaron, entre ellas las de un fotógrafo que  hoy he sabido que también es de Halkida. Chalkida, como me escribe él, seguro que más correctamente. No creo que le moleste que apunte su nombre aquí, si lo llegara a leer, Yiannis Tsakós. Fotografía cosas de la calle, pintadas, muñecos, grafittis, paredes, puertas, carteles, objetos rotos...en blanco y negro y en color, rabioso a veces, y no carente de humor en ocasiones. Me gusta Yianni.

Todo esto, que es casi nada pero que es real, sobre Eubea y su capital, ciudad e isla donde hemos encontrado personas especialmente cariñosas y desprendidas, ¿qué mejor cosa se puede decir de un lugar?

Geia sas, salud!

Ramiro.