domingo, 23 de octubre de 2011

Loudovikos ton Anogion


Eubea
Grecia 2011

A Ludovikos ton Anoyion (Giorgos Dramountanis)  podríamos definirlo, ante sus paisanos los Xyloúris, como a un cantante de lo humano.

Su registro es el de la dulzura y la melancolía, la del lenguaje amoroso y la poesía intimista, susurrada. La palabra humilde de un enamorado pastor del Psiloritis, donde el alma se serena, del que también está ausente la afectación tremendista de tanto baladista/baladero amorossso, esos gemidores que parecen extreñidos o en los espasmos agónicos del trance venéreo, pólvora toda apta para niñatas, babosos y otros chiflaybailas, que arde en el altar de la moda y el consumo masivo aquíahíallí ayerhoymañana..., respiro.
Al comentario que hice en Desde la popa, añadiré algunos detalles más para que quien lo haya leído pueda encontrar también alguna novedad.

Ludovikos se apoya en melodías lentas, cálidas, con una mansedumbre y ternura femeninas, a menudo con ecos religiosos y bizantinos -también los Xylouris-, evocadores, aéreos, volanderos.
Tampoco desdeña la tradición con incursiones en el cancionero y folclore isleños, pero su terreno no es el de la lira y danza típicas, sino el de la canción.
Alphabita:

http://www.youtube.com/watch?v=v4MGtN2IwuI&feature=related

Ludovikos hace Éntejno con incursiones en otros campos no siempre fáciles de acotar, sabores, presencias mediterráneas, incluída la española  y colaboraciones con músicos de ese mar de enmedio, el Mesoyio, teniendo presente que él también se nutre de la música tradicional cretense, un mundo aparte a pesar de ser una isla y existir ese estilo específico de ellas, el Nisiótiko, del que ya hemos hablado. Y se encuentran otros ecos  más lejanos en el espacio, como los Beatles o Simon & Garfunkel, como en la que acabamos de escuchar.

Aquí Resistencia distribuyó una recopilación de canciones hecha en Alemania con buen criterio donde se resumían tres de sus discos  y en  el  antológico de la música griega que editaron ellos, De oriente y de occidente, venía también una buena canción de amor, muy representativa del dulce estilo del de Anoyia.
Su discografía es amplia pero sólo podemos dar cuenta de seis de sus trabajos. La dirección es la de la canción Pio to jroma tis agapis, Los colores del amor, disco del que hablo a continuación.

El recopilatorio de 1999, The colours of love, reúne canciones de "To meindani", "Harmatoúsa" y "Pili tis Ammou".
"Ánixa mandarini ke se zimízika" del 2001, es un trabajo colectivo con intervenciones como la de Dionysis Sabópoulos, Latzaridou, Polijronidi,  Mariastela Tsanoudaki, Sofía Basilaraki y Aryiris Bakirtsís, cuya extraña y particularísima voz dió personalidad al grupo de Tesalónica  Imerinís Colimbités, Los Nadadores Invernales.
En "I Yiorti ton anémon", de 2003, colaboran con sus voces la italiana Emilia Ottaviano, Jrisoula Peraki, Litzeta Kalimeri y Marianna Polijronidi.

El último trabajo que tenemos suyo es del 2004, "Bit Pasar", en compañía de la reina viva del rebetiko clásico, Marió. Parecen canciones escritas especialmente para ella, casi como homenaje a la intérprete y al estilo, con alguna tradicional de las amanades pero adaptada por Loudovikos a su particular éntejno.
Es una grabación interesante a pesar de la edad de Marió y la exigencia de algunos temas.
Nuevamente un músico griego intenta recrear desde lo clásico el ambiente del rebétiko, utilizando una voz única  -él sólo canta dos canciones-, pero de una veterana, a diferencia de lo que hiciera Hatzidakis con una joven Flery Dandonaki, y Ta périx, Los arrabales, su visión culta del rebétiko.

Estos intentos tienen el mérito de revitalizar el estilo, apoyarlo e innovar, a diferencia del,  por ejemplo, relizado al alimón entre la misma Marió, con una voz más joven  entonces y Kalimeri, que se aproxima al sonido clásico del rembético, de las amanades en este caso, pero que está compuesto en su mayoría por canciones tradicionales del Kafé Amam* y con un tratamiento musical, por tanto, menos arriesgado. No obstante sigue siendo un registro notable que merece la pena escuchar también.
Sea como sea, yo suelo preferir el rebétiko más rajao, que  coincide a menudo  con el de los intérpretes antiguos, pero también disfruto con el moderno de Xarjakos o incluso con estos más finolis.

Hay canciones de Loudovikos guapísimas, en todos sus discos alguna inolvidable, que ya traspasaron la barrera del sueño y tenemos incorporadas a nuestra memoria, como To jroma tis agapis, de "To meidani" , Ta dakria ine dio lojió, To xilinó paltó, El abrigo de madera, ambas de "Amatousa". Mana, Mamá y To neló, con Litzeta, de "Pili tis...", una preciosidad, una delicia.
El Alfabita, tan simongarfunkeliano, Tou limaniou o yios, El hijo del puerto, de "Ánixa mandarini...". Pu i agapi katiki, Sa mistiko, Oh! Panagia mou Anoyiani, con voces femeninas. La tradicional de ritzítika, Ston uranó,  En el  cielo, música de las raíces, todas de "I Yiorti...". La que canta Aryirs Bakirtzís, Eroteimenos fournaris, en "Ánixa", con esa voz suya tan especial que tanto nos divierte y  place, creemos que un  gran acierto de Loudivikos el haberlo invitado.
Tiene buen gusto escogiendo sus colaboradores y los músicos de sus grabaciones son todos sobresalientes.

Nanúrisma, en "Ánixa", es una nana muy guapa de Kárpazos que canta Sofía Basilaraki, Nani tu riga to pedí, que habíamos escuchado en la voz de Sabina Yannatu, de un disco monográfico precioso titulado "Nanurísmata", Nanas. De Sabina nos ocuparemos otro día.
En los trabajos del cretense los arreglos delicados y la cuidada instrumentación están siempre presentes.

Esa atmósfera nostálgica, triste a veces, de Ludovikos, es como tósigo envuelto en miel, una chuchería destructiva a la que siempre tienes la tentación de permitir que obre en tu corazón su virtud, letal, repito. Esto los griegos lo bordan y el cretense entre los mejores urdidores.

Es curioso, y muy positivo, cómo músicos griegos de una gran calidad como él pueden disfrutarse, con frecuencia, en fiestas de pueblos que a veces no alcanzan los mil habitantes y donde uno se pregunta cómo pueden pagar sus cachés.
Y la respuesta es sencilla: los griegos adoran a sus músicos y los artistas acoplan su tarifa a la disponibilidad del contratante, correspondiendo a ese amor. ¿Más apoyo del estado para acceder a la cultura? ¿Increíble? Espero que alguien me dé una explicación mejor.

Parece imposible que un pueblo de 2400 almas como Anogeia - Anoyia- pueda producir tres personalidades musicales coetáneas de su categoría.
El valiente Nikos, el underground Psarandónis y el balsámico Ludovikos, tres artistas de una exigencia superior, con un algo religioso, sin entrar en credos, no sé si místico o mítico que los une y un  ´ároma`  que sólo podría calificar de cretense.
¿Cómo tres mensajes tan confluyentes, tan divergentes, tan contradictorios  pueden darnos una misma imagen tan verdadera?

¡Es el misterio de la Santísima Trinidad, señores!,  Ayia Tríada!

Ooopa, Psiloriti mou! Geia sas (Yasas), Salud!.

Ramiro Rodríguez Prada.

(Publicado como comentario en Desde la popa el 2-07-2011, para la crónica del Teach de los días 18 y 19-06-2011. Encuentros en la tercera fase).

* Nota. Kafé Amam: Pendiente de definir con más amplitud el concepto y para poder entendernos en lo sucesivo hasta entonces, se refiere al lugar donde los hombres se reunían para beber, fumar, escuchar música y ver algún número de danza oriental más o menos picante. La música habitual de esos locales, aunque no sólo, eran las amanades, un género del rebétiko. El nivel de los negocios y la clientela  tan diversos como la sociedad misma, desde el salón burgués elegante, distinguido y exclusivo, al tugurio del tekes haschiklídiko, cada cual con su estilo de música peculiar, su espectáculo, y su fauna... y flora. Vale.

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