jueves, 14 de julio de 2011

No mi toqui li gurrioni

He sustituído buttoni por gurrioni en la frase acuñada por Alberto, Kapetán del Teach, a propósito de los botones del barco. Ambos términos son literales pero también aluden a otro que está en boca de tod...que, habitualmente, cuelga. Me disculpaba en privado con el Capi  por llevar esta pende-ncia mía, y otras, casi al límite, arrogándome el papel de mosca cojonera -moska kogonera-, tan difícil de ¿sostener? ante quien sabe más que tú de lo que importa, es un maestro en muchas cosas y te da libertad hasta para colgar a un dios por una pata, y quien dice dios dice gurrión. Tentación para una Kogonera inquieta y dedicada.
Soy amigo de los pájaros, y de las gallinas, también de los pardales y me gusta Serrat y su gorrión libre como el viento, por muy naïf o ingenua que sea la letra de esa canción. Alberto escogió una humilde avecilla como símbolo de independencia y así lo refleja sin más dobleces en algunas de sus crónicas, la última titulada precisamente así, ´Gorriones`, en la que hablaba de sus jóvenes amigos navegantes en términos cariñosos, admirando su libertad y su valor, con un poso final autocrítico, y nostálgico de la hermosa juventud que se aleja...navegando contra viento y marea, como sigue haciendo él. Sin ira en sus palabras ni inútiles lamentos.
Mi intención como kogonera, premeditada y calculada hasta cierto punto, cuando le enmendé no la plana de otro día (Desde la popa, 16 y 17-05-11), que la plana era la suelta del atún rojo, pero sí la poética despedida final con la canción de Serrat, mi deseo, confieso, era ´tocarli li buttoni/ a li gurrioni/ y un pelín, es cierto/ al bueno de Alberto´. Debo decir en mi descargo que, antes de palparle el zurdo pedía disculpas, comenzando el toque con, "...y siento chafarte la canción...". La ingeniosa respuesta del Capi, que no se hizo esperar y causó alborozo urraquil en la marinería, era también la prueba de que había dado en la diana del huevo de Colón, pero rasguñando apenas el escroto. Por eso reincido, porque es virtud conocida y ponderada de la Kogonera la insistencia. Invoco también en mi defensa al nano Joan Manuel y su canción ´Las moscas`, con letra de don Antonio Machado, bastante mejor que la del gurrión, con todos los repetos de una Kogonera familiaris vulgaris.  ¡Salú y al bollo!.
La Kogonera del Teach.

Manos Hatzidákis -4


Acuarela y sedimentos. Oviedo 2003.
Ramiro Rodríguez Prada

Acabaré recordando una cassette de Manos Hatzidákis que compramos el primer año que recalamos en Grecia, el 86, para escuchar en el coche, un R-5 con el que atravesamos la cornisa cantábrica, Francia, Italia y la Yugoslavia prebélica, incluída Kosovo. Junto a ella otra de Mikis Theodorákis con María Faradoúri y algún poema de Rítsos, y un superéxitos de Vasilis Tzitzánis, el rebétis.

La cinta de Manos era tambíén una selección de algunas de sus canciones más populares. Allí estaba la tristísima Manoúla moú, Madre mía y Mia Panagia, de L. Pappas, Simeroni, Amanece y otras, de Mery Linta,  estaba Bizikótzis y hasta Kazantzídis y Marinela.

Y aquella inolvidable y extrañamente infantil Zoé Fitoúsi, una voz tan particular como encantadora, el tristísimo O tajidrómos pézane, El cartero murió y To mandolino, de una dulzura tan frágil y quebradiza como la de una huerfanita , asociada ya para siempre a una de mis primeras emociones griegas ajenas al mundo clásico.

Año de encuentros y amigos, casi en la desembocadura del tristemente famoso río Neretva, entre Bosnia, Herzegovina y Croacia, Ana y Fidel, los barceloneses que son, todavía hoy, nuestros más queridos anfitriones en Catalunya, tierra de la que tantos recuerdos conservamos,  ´gente sana/ aranesa, pamplonica/ o catalana` , mediterránea de corazón, como Manos.

Abraços, angallés. Yásas, Salud!.

Barbarómiros Hatzipradakis.

Manos Hatzidákis -3


Acuarela y restos sobre cartulina. Oviedo 2003.
Ramiro Rodríguez Prada.

I gitoniés tou fegarioú, Los barrios de la luna, se abre con I mikrí Raloú, La pequeña Ralú, preciosa canción con letra de Nikos Gátsos, el autor griego que tradujo Bodas de sangre y tal vez el que mayor número de poemas suyos ha visto musicados en Grecia, todos los que conozco extraordinarios, y al que citaremos repetidamente aquí y en otros lugares.

De la canción existen muchas versiones, también populares, pero Fléry Dandonaki la engrandece aquí, con un tratamiento lírico y un acompañamiento musical de lujo. Está soberbia en todos los casos, también con versos de otros poetas como Solómos o Kampanélis, pero las de Gatsos son pequeñas joyas, preciosas, delicadísimas. Como Ítan kamari tis avyís, sobre las Bodas de sangre del granaíno, donde Hatzidákis se nos muestra en una de sus composiciones de mayor sensibilidad musical y poética.

La última grabación es un syrto instrumental, que sería como el syrtaki de Manos, la más cretense pero floja del disco.
Pero viene precedida por Stou Diyéni ta Kastra, En las fortalezas de Deyenis, con Manos otra vez al piano y letra de Gatsos que, sin dejar de ser una canción, tiene una solemnidad y un empaque operísticos, otra vez heróicos y épicos, apropidos al texto que recrea, el Digenís Akritas, paralelo a los occidentales, La chançon de Roland o El cantar del Mío Cid, que habla de las fronteras bizantinas del este, Mesopotamia. Di-genis, las dos culturas enfrentadas y condenadas, destinadas a entenderse y mezclar sus genes. (Habrá una 4ª entrega, más corta).

 
Yásas!

Barbarómiros.

Manos Hatzidákis -2


Acuarela y sedimentos. Cartulina, Oviedo 2003.
Ramiro Rodríguez Prada.

O Kapetán Mijális. Especialmente popular es Den itan nisí, No había isla, que nuestra Mª del Mar Bonet versioneó en Bellver el 2010 con buen criterio selectivo y gusto musical. Ésa es la fuente de inspiración primera de Manos, el Meso-yío/ Medi-terráneo.

Se quejaba amargamente Hatzidákis del tráfico ilegal de las canciones de este ciclo, versiones que menudeaban en Grecia sin respetar ni letra, ni notas ni espíritu, mucho menos los derechos de autoría. Tratando de fijar una versión canónica grabó en los 70, él al piano, con la voz de una Fléry Dandonáki sublime, que Manos consideró la mejor que se había hecho de sus canciones. La interpretación de Fléry sigue la estela heróica del protagonista, entre melacólica y trágica, sacando todos los matices a unas melodías emotivas, dramáticas.

Den itan nisí, Megalo bdómado, Bariá apóxe i nigta...Kyra moú Ambeliotissa, escuchándola tiemblo, me dan repeluznos, porque recuerdo toda la epopeya cretense durante la ocupación otomana, y eso que la canción, que es también invocación a nuestra Señora de las Viñas -Ampelos, denominación de origen de grandes vinos cretenses-, llama a una fiesta a la que el Kapetán Mijális invita a sus amigos, pero sabemos que no será un syrtaki turístico, sino un adiós antes de coger las armas y acudir como un palikári a la cita, en Candía, en Rézimo, en Frangokástelo... con la muerte.

Registros posteriores, incluso modernos, con técnicas e instrumentación de gran calidad, como el de Anastasía de los grandes compositores, no consiguen alcanzar la emoción y altura de Dandonáki en estas sencillas grabaciones realizadas en un piso de Nueva York.

Pronto la tercera y, creo, última entrega.  Yásas!

Barbarómiros.

Manos Hatzidákis


Patzianós. Sfakiá. I Kriti, Creta 2003.
Aguada, témpera y sedimentos.
Ramiro Rodríguez Prada.

Haztzidakis es, junto con Theodorakis, el músico de Éntejno -clásico- más importante de Grecia.

Manos, nacido en Xanzi, fuera de Creta como Mikis, es otro cretense de apellido y devoción, más que su colega. Fue un compositor prolífico que lo tocó todo de forma brillante, incluidas  bandas sonoras de películas inolvidables, como América América, de Elia Kazan o Nunca en domingo de Jules Dessin, por cuya música,
Los niños del Pireo, obtuvo un Oscar, con aquella sembrada Melina Mercoúri encabezando el reparto. Sólo os hablaré de lo que mejor conozco. Sus ciclos de canciones líricas, inspiradas en el folclore griego, cretense y mediterráneo, son una maravilla.

Del ciclo dedicado a su amigo barcelonés Carlo Novi Sánchez, O kiklos tou C.N.S, nos gustan Mia paralía erimikí, Una playa desierta y Egó ime ena sínefo, Yo soy una nube.
Ta périx, Los arrabales, es un conjunto de canciones Rebétika de algunos de los más conocidos rebetes del género, Tzitzánis, Bambakáris, Papaioánnu...Un buen intento de rescatar y revalorizar una música y estilo marginales, que siempre se asociaron al hampa, las drogas y la miseria de un subproletariado urbano, desplazado y muy castigado  por las sucesivas guerras, las balcánicas, los éxodos de Asia Menor, las dos mundiales y la civil.
Nosotros seguimos prefiriendo el Rebétiko genuino, al que dedicaré otras páginas más adelante, con todos sus defectos y rebabas, en su salsa, lo  que diríamos de algunas versiones flamencas, en nuestro país, en clave lírica.

Más interesante y conocido es su ciclo O kapetán Mijális, personaje central de la novela de Nikos Kazantzáki que en España -está agotada- se tradujo por Libertad o muerte, donde consigue traladar muchas de las emociones de la novela, en la voz de una Fléry Dandonaki adorable.
Pero de todo eso hablaremos en las siguientes entregas... Yásas, salud!

Ramiro Rodríguez Prada.

Don Ramón Mª y don Vicente Van


Zamora 2006

Decía que cuando recalemos en Turquía voy a llevar detrás ´una caterva de zombis geniales/queriéndome grapar los genitales`... .

Habíamos acordado la paz, desde lejos, e hice promesas que cumplo escrupulosamente. A causa de una errata en un verso de Valle y otra en el apellido Gogh, que perpetré en dos comentarios en el blog del Teach -Desde la popa-, desencadené un proceso onírico de incalculables consecuencias. Desde esa aciaga noche don Ramón me persigue con su bastón de metro y pico, con toda la intención de aplicármelo a salvas sean las partes.
´La noche siguiente/ se le unió don Vicente / más fornido/ que el viejo fantoche/ y aún más ofendido´, a juzgar por sus horrísonos alaridos  y los tremendos viajes que me manda con una barbera.

Ya señalé avergonzado los errores y me disculpé, arrepentido. Prometí hacer todo lo que me pedían. Durante unas noches desaparecieron y pensé que había pasado el peligro, que me había librado de ellos.

Pero sólo era una tregua para descansar y coger aire, porque han regresado con renovados bríos. El gallego vocea una nueva amenaza, ´¡Aquí se paga con sangreeee!` y repite su vieja cantinela, ´¡Veeen aquíiii, galopíiiiinn!`, mirándome por encima de  las lentes redondas y sacudiendo el bastón sobre su cabeza.
Al holandés sólo le entiendo ´¡Gocho, gocho...!`, mientras aúlla y larga navajazos al aire como si quisiera caparme, lo que me ha llevado a reflexionar : Aunque estos calendarios cambiaron con los piensos compuestos, si yo fuera -que soy- un gocho como los de antes, que pasaban un año engordando hasta San Martín y los emasculaban entre los dos y tres meses de edad, con siete u ocho meses que tendría ahora estoy un poco mayor, crecido y correudo para que me rebanen el par,  puedo espicharla en la castración, vale más que me dejen pa berraco, gamo stá orgídia toús! (espero que no chanen skiládiko).

Yásas!

Skylorómiros.