miércoles, 14 de septiembre de 2011

Enmanuil Roidis



Grecia 2011


Roidis nació en 1836 en Hermupolis, la ciudad del trapichero Hermes, capital de la rocosa isla de Siros y de las Cícladas, la más poblada del archipiélago y principal puerto de Grecia en el S.XIX. Cuenta con edificios públicos y mansiones neoclásicas de armadores y  prósperos comerciantes siriotas. El primer teatro de la ópera levantado en Grecia, el de Apolo, a imitación del Scala de Milán y el edificio neoclásico del Ayuntamiento (1876) construido por un conocido nuestro, el arquitecto alemán Ernst Ziller, autor en 1881 del Palacio de Ilion en Atenas, residencia  del arqueólogo Schliemann, que en la actualidad alberga el Museo Numismático. En Arquitectura hablamos de ello, en La cueva de Alí Babá.

De familia acomodada y viajera, el escritor vivió en muchas ciudades y paises. Estudió en Francia y Alemania. Vivió en Italia y en Egipto, El Cairo, Alejandría. Anglófilo y angloparlante, políglota, escribió la casi totalidad de su obra en kazarevusa, antes de la normalización del griego moderno en el actual demótico.
Republicano y anticlerical, es conocido sobre todo por su única novela, La Papisa Juana, la historia del Papa Juan VIII, en el S.IX, la sacrílega ¿leyenda? medieval acerca de la presencia de una mujer en la sede vaticana de San Pedro, en la que habría permanecido dos años y medio, antes de parir.
Los últimos años vivió en Atenas, a la que dedica muchos de sus  relatos y crónicas. Fue varias veces director de la Biblioteca Nacional en los gobiernos republicanos de Tricupis, pero era inmediatamente depuesto por los monárquicos.

En 1904 murió en la pobreza, el sarcasmo habitual de nuestras indigentes, en lo cultural y demás, sociedades. Cómo olvidar la amargura, que pasa por broma inocua, de alguna de sus ironías, "...una ventaja grande del ateniense, pero también impuesta, es la frugalidad que lo caracteriza", o "El caldo se ha aguado, los bistec se han hecho casi transparentes".


Restos de una taberna en Plaka
Atenas 2011

Hay un retrato literario del último Roidis, robusto, barbado, entrando en las tabernas, respetuoso y un poco ajeno al mundanal ruido a causa de su sordera, o paseando las callejuelas de Plaka, frecuentadas por él y donde era muy popular, que recuerda Lawrence Durrell en un prefacio a su adaptación inglesa de La Papisa Juana.

La novela, de 1886, había sido editada aquí por Edhasa en 1977, traducida por Estela Canto a partir de la traslación inglesa realizada por Durrell del griego en 1954. Ahora contamos con la primera traducción directa, de Carmen Vilela, editada por la Universidad de Sevilla el año 2006.
Lawrence, en su prefacio, califica a La Papisa de "pequeña obra maestra de irreverencia, ingeniosa y, en parte, un poquito indecorosa", nos salió ligo mojigato aquí el inglés, quién lo diría.
Lo cierto es que el libro fue prohibido y su autor excomulgado por la iglesia ortodoxa, como le pasaría años después al compañeru de etiqueta de Roidis aquí, Nikos Kazantzáki. Y eso que La Papisa lo era de Roma, no de Constantinopla. Pero al final todos los fanáticos se juntan en la Gran Iglesia Universal de las Verdades Eternas, aaagg, Persefoni mu!

Durrell pone en duda que otras obras del siriota merezcan la traducción y lo califica de "hombre de un solo libro" y, una vez más, Larry se equivoca. Da la impresión de haber leído poco más que la novelita. Los Relatos de Siros y los Paseos por Atenas, también traducidos por Carmen y editados en la Universidad sevillana, son una maravilla. Hablaremos de ellos en los siguientes capítulos.
El prefacio y la traducción de La Papisa Juana los dedica Durrell al pintor griego Yorgos Katsímbalis, el Coloso de Marusi en el libro de Miller, el más carismático de ese grupo grecoinglés de los años treinta. El pintor le había recomendado en 1939 que leyera La Papisa que, según él, "Es un típico libro pícaro, un libro griego, lleno de buena gracia, mal gusto, risa e irreverencia".

Roidis, un estilista del lenguaje y un caballero, invocaba con frecuencia al lector clemente, esa misma clemencia pedimos nosotros para lo escrito y lo que resta.
Salud, yasas!

Ramiro Rodríguez Prada.