domingo, 18 de septiembre de 2011

Eliés, olivas



Eliés kalamón, Olivas de Kalamata
Grecia 2011


Las aceitunas negras de Kalamata completan con el tomate, el feta y el  pan el cuarteto de nuestra comida griega más básica.

Tienen el color del vinoso mar de Homero.

Sólo faltaría el aliño, pero podría ser prescindible porque el queso aporta sal y  grasa, y las olivas aceite y un punto de acidez vegetal parecida al vinagre.
Mi muhé desayuna una ensalada sin aliño. Yo les suelo añadir sal, aceite de oliva partheni, vírgen y orégano, la aromática más usada en la cocina griega.

Los olivos han sostenido a los griegos durante milenios, por eso los incendios, tan repetidos, son para ellos una doble tragedia. Es el árbol totémico de Grecia y de Atenas, el de la diosa Atenea, la de los ojos glaucos, como los de la lechuza, el otro totem de Athina.

El color verdiazul, plateado, del olivar es más griego que su bandera.

Feus prefirió el olivo, que le presentaba su hija Atenea, al caballo de su hermano Poseidón, como regalo para los hombres, en una especie de competición olimpica, del Olimpo y de Olimpia, algo deportiva.

Cuando la utilidad se une al mito, como es el caso, el glauco mar de los olivos debe preservarse a toda costa, porque de ello depende la vida de muchas personas. Más que la mía, engolosinada en estas olivas riquísimas, carnosas, pura gloria para un sibarita pobre, y para un rico.

Salud, yasas!

Skylorómiros.