miércoles, 16 de noviembre de 2011

Curruqueo


Acuarela, témpera, pintura en polvo
Oviedo 1998
Ramiro Rodríguez Prada

Intenté poner otra pintura  diferente que se  titula Encrucijada, del mismo año, para hablar un poco de esta coyuntura en que Europa está siendo atacada por su propia medicina, la cura bancaria.
Pero últimamente no doy una y me sale la imagen invertida, voy al album archivo donde existe la  posibilidad de girar la imagen pero tampoco me lo permite.
Ya me pasó con más fotos y algunas, en intentos posteriores, salieron en la posición correcta. Pero con esa no he podido de momento.

La putada no es pequeña porque ya tenía el texto escrito para hoy, son las doce y media de la noche y mi condición física ya no da más de sí. Era la entrada del día que, últimamente, metía en esta primera media hora de la noche para tenerla en la  página principal en las 24 siguientes. Se fodió!

Lo del curruqueo es una improvisación rápida para salir del paso.

Hoy tuve contacto con dos currucas pardas, por la mañana con el Verderón Blasensis, primo de una servidora y mi introductor en el clero pardo maragato.
Hablamos del contagio de la psilicosis, un mito más, porque no es una enfermedad infecciosa como la tuberculosis. Pero hay casos descritos en la literatura médica clínica que se refieren a la posible transmisión de síntomas desde un nivel psicológico, histérico, que cursan sin alterar la bioquímica del sujeto, pero imitan con absoluta verosimilitud el resto de sintomatología.

Teniendo en cuenta la epidemia actual real de la enfermedad, una locura generalizada y niveles de deterioro mental nunca vistos, el desarrollo de estos síntomas  por simpatía, diríamos, no es muy significativo y es interpretado por los especialistas como una conducta reactiva motivada por las tensiones, que trataría de entrenar a los que la sufren para enfrentarse con cierta experiencia previa a la enfermedad real. 
De alguna manera, le comentaba al Blasensis, este espacio intenta, a su vez, crear las condiciones idóneas para enfrentarse a la epidemia, reproduciendo simbólicamente su esquema antes de que los síntomas se instalen de forma definitiva. Una especie de vacunación poética, ya que la enfermedad ataca incluso a los propios terapeutas, que se han visto desbordados  en los últimos lustros, sin otro recurso que aliarse con el enemigo.

Con la otra curruca, el Picogordo Fernandino, uno de esos sanadores que estudian nuevos caminos de intervención y tratamiento, acechado si no infiltrado también por el mal, estuve por la tarde.
No me da esperanzas porque no las tiene, pero me prometió intervenir en esta búsqueda, desesperada, la única que se nos permite ya.
Agradezco su ofrecimiento y las ayudas desinteresadas como la suya son bienvenidas. Soy quizá la parda más ruin y débil de las descritas aquí, todas currucas que me quieren y me miman, pero que deben cuidar también a otras avecillas más necesitadas y jóvenes que yo, que tengo más espolón que el gallo de Morón.

Mas, con todo y con eso: ¡auxilio, boicia,  no me dejéis, que toy mu solina, joé!
Va en serio, ¿a quién acudir cuando...

Salud.

Cannabina Carduelis, rebetissa, psilikosa.