viernes, 3 de febrero de 2012

Sol y sombra -3


San Justo de la Vega, invierno 2011

Esta es una de mis favoritas del paseo que dimos por el pueblo. El reloj de sol señala las once de la mañana, corrigiendo la pequeña inclinación, las 10 y media.
No deja de ser triste porque es el hueco que dejó una casa habitada durante más de un siglo (más de dos, me dicen), pero es el mejor ejemplo que tengo del tapial que se usaba en las antiguas viviendas.

En los capítulos que dediquemos a las tapias veremos en detalle estas paredes de barro prensado, que ya no son las pequeñas que dividían las huertas, sino muros relativamente sólidos de tres pisos, o con dos plantas superiores, si preferís, como el de la imagen, y aquí falta la altura del desván, el bajo techo.

Cuando empecé a mirar las fotos de las tapias comencé a pensar al mismo tiempo en una banda sonora y apunté algunos autores posibles.
Pero busqué también  grabaciones donde apareciera algo del folclore local. La mayoría son de las jotas maragatas y del rico folclore de la zona, que no es la del tapial. Nosotros bailamos también la jota maragata aunque no seamos maragatos. Es posible encontrarlas en Astorga, pero ahí me topé con una grabación, parece que subida por alguien de San Justo, en la que canta Jose "Aleluya".

Aleluya merecería una entrada en Música española porque sí, pero tiene pocos temas y menos registros. De momento y a la espera de que aparezcan más cosas os voy a poner ya en este primer bloque a un gitano que es una institución en Astorga, con sus grabaciones en cassette que vende a los turistas y "pelegrinos" del Camino de Santiago.
Está íntimamente unido a nuestra adolescencia y primera juventud del bachillerato en Astorga, siempre con el mismo repertorio o muy semejante, pero ahora pulido por el tiempo y la práctica.

Cuando piraba clases con la curruca Blasensis nos íbamos a la orilla del Jerga, junto a la plaza de toros, y por allí andaban casi siempre el Aleluya y el Horacio, otro gitano algo más mayor con una melena rubia espectacular que nos entretenía con saltos mortales a la orilla del río, los gitanos siempre fueron andarríos y cesteros del mimbre, mientras Jose tocaba su rumbita a la guitarra, por lo común de Peret, Camarón vino después.

Sentado en las escaleras de  entrada al palacio de Gaudí.  Esa rumba- mix suya inconfundible, Caminando, caminando.

Salud, José!


San Justo, diciembre 2011

Cuando hice las fotografías pensaba que aprovecharía alguna, pero al final he subido más de la mitad de ellas, con disculpas diversas. Esta era la más desproporcionada en cuanto al espacio que ocupa el sol y la sombra, una de las razones para agruparlas bajo el mismo título. En la mayoría busqué ese equilibrio.
Pero los artilugios colgados de la pared fueron también buenos motivos fotográficos en otras series y así se ve mejor que esto de las etiquetas, títulos y clasificaciones no son más que chorradas que nos inventamos para poder largar sin ton ni son como hago yo ahora.

Ahí está de nuevo el bozal y los aros que aguantaban los tiestos de las flores más delicadas, más sensibles a las heladas que caen aquí. ¡Su juego me dieron!
Del bozal hubiera podido escribir un pequeño ensayo, que podría titular así, De bozales. Pero ¡ca!, lo que nos sobra es censura, no nos enteramos de la misa la media, ¡qué rayos significará eso!, como diría Millás.

Estuve en León también en noviembre e hice ya algunas fotos de la terraza. También hubo días de sol pero menos que en esta semana de finales de diciembre, estaba el tiempo más húmedo y no helaba.

Otro mix de José el Aleluya a la sombra del palacio episcopal de Antonio Gaudí en Astorga.


¡Óle ahí tu mare güena, Jozé!

León, invierno 2011

En una entrada de principios de enero titulada  La solana, en Geotermias de Geotropía, puse la primera foto de la silueta del tejado en la pared. Aquella, aún más sencilla y elemental, sin el enganche que aparece en ésta ni la línea superior, me gustaba más. Aunque ya sabéis lo que pienso de eso del gusto: la mitad de las veces nos gustan pijadas, nos engañan con espejos, lo tenemos malo o lo que nos gusta no activa nada, carece de interés por su inanidad, insignificancia, marginalidad.., o finalmente nuestro gusto no hace cocido y a nadie interesa.

¿Cómo saberlo? Digamos que nos entretenemos mientras educamos los sentidos. Eso ya sería un triunfo si fuera posible.

¿A qué viene esto? Pues tal vez a la necesidad de explicarme a mí mismo porqué coño elegimos una cosa y desechamos otra. A veces el puro capricho o la arbitrariedad de la elección se confunden con lo que hay en el arte de intuitivo, de apuesta genial fuera del canon, de lo previsto. O nos gustaría que se confundieran.
Y es posible que en última instancia sea la única manera de acertar con lo más interesante, fiarnos de nuestro criterio, si lo tenemos, tratando de sacudirnos las imposiciones de las modas y el mercado, que viene a ser lo mismo.
Pero la realidad es muy tozuda y estamos sometidos a su dictado que, a sabiendas, promociona sobre todo la mediocridad. Aquí ni se contempla la posilbilidad de la intuición, está todo reglado, desde la temporada anterior, y tiene como objetivo exclusivamente la excelencia económica, el beneficio. Va dirigido a la masa, a la que se mira desde el púlpito, que ya ni es ciudadana, sólo rebaño consumidor.

Es dificil sacudirse toda esta pachanga porque nos bombardean sin parar con "productos" artísticos, como quería Warhol, que aparecen hasta en la sopa y podemos adquirir en los supermercados... del arte o del barrio. Que no es democratizar el asunto sino vulgarizarlo y empaquetarlo.
Y muchos artistas colaboran en este juego inflando desmesuradamente el ego, no son sólo los mercachifles. O sí porque también ellos se convierten en negociantes cuando especulan con su oficio.

Así que ¡aquí no se salva ni Dios!, estamos todos entocinaos.
 A ver si vamos espabilando.

Paolo Conte, Excitación.

http://www.youtube.com/watch?v=6QnyGEDhOTA&feature=related

Que tengáis un buen día. Salud, υγεία!.

Ραμιρο.
Ramiro

4 comentarios:

  1. Tapias. Eso sí que es arquitectura sostenible. Merece la pena analizar detenidamente el proceso constructivo, y la validez del resultado es incuestionable. Has visto alguna vez su adaptación a palomar?. Recuerdo ahora uno cerca del cabo de trafalgar que es visita le y una auténtica joya. No hace mucho que rehabilité uno, capricho del propietario pues no será rentable hasta pasdos veinte años.
    Por otro lado... Lo mejor es seguir el criterio propio, siempre. Dependiendo de la capacidad de cada uno habrá un desarrollo hacia algún sitio o simplemente te adjuntarás a las modas conforme se sucedan.
    Un saludo, Ramiro

    ResponderEliminar
  2. ¡Estás ante un lego total, Valentín!, lo tuyo es arquitectura lo mío sólo interés. Te diré mi experiencia: trabajé 2 meses de ayudante de encofrador en Agromán para los muros de hormigón de la vías y tres veranos de peón de albañil. Pero estoy por la sostenibilidad.
    De niño todavía vi hacer adobes y alguna pared con ellos, y mi abuelo Ramiro fue también cantero, aunque no lo conocí y esto no hace muria, sólo ayuda.
    Nos gusta el barro, mi hermana es ceramista, pero yo quiero asesorarme un poco antes de dedicarles unos capítulos a las tapias, aparte de las imágenes que pondré que las veo bastante expresivas para hacerse una idea. Pero trataré de hablar con las personas que las hacían, con sus hijos ya.
    Seguro que mientras los redacto en más de un capítulo te pediré ayuda o parecer. Aunque miré internet y vi algunas cosas, sobre todo de América, prefiero buscar aquí.
    Y por último, que no se me olvide, ¡está la belleza indiscutible frente al feísmo pseudoproletario del último siglo!.

    Gracias, Valentín, un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Pues he visto por ahí una foto de un tapial me parece que en el museo etnográfico de León. Lo cierto es que me gustaría verlo, que me parecería muy interesante hacer una reproducción a escala.

    ResponderEliminar
  4. Pasé por Astorga el fin de semana y hoy por la mañana hablé con dos albañiles y un contratista de mi pueblo,Leandro Rabanal, que trabajó desde los 14 años y le tocaron todavía muchas tapias. Recordaba bastante bien ese trabajo, peor pagado y más duro que el de ahora, y en particular lo jodido que era subir a cuestas un saco cargado de arcilla, simulando un capazo, por una escalera de mano hasta la parte alta de una tapia que en ocasiones llegaba a los 7 u 8 metros. Nadie aguantaba más de cuatro horas esa labor, decía él, y reventando.
    Lo contaré en los capítulos prometidos, pero no soy un entendido como tú, Valentín, espero que con ayuda de las fotos resulte más explicito.

    ¿En alguna parte leí o por algo te relacioné con Palencia, la carasur de la Cordillera?

    Salud!

    ResponderEliminar