jueves, 24 de mayo de 2012

Puertas carretales


San Justo de la Vega, Real 47.
León 2011.

¡FELICIDADES, MORENINA!

Buenos días. Vuelvo a la etiqueta de Arquitectura para continuar con los capítulos previstos y anunciados sobre portones. Haré unas tres o cuatro entradas ahora, de portalones de San Justo de la Vega, en León, el pueblo de donde procedían la mayoría de imágenes sobre tapiales, adobes y puertas. Como tengo más o menos una docena serán tres o cuatro fotografías por capítulo.

Hay otras tantas en el archivo del otro pueblo que tiene algunas de las más fotografiadas de Maragatería, Castrillo de los Polvazares, el núcleo más visitado de la comarca. En la foto del cartel de Puertas Maragatas que colgué en Puertas la mayoría eran de este mismo modelo, si bien allí las había también anchas pero para uso de las personas, no carretales. Algún ejemplo veremos en la segunda serie que más adelante les volveré a dedicar.

Comienzo con uno de los portones más antiguos de San Justo. Es vecino de nº, aunque pertenece a la misma casa, de la puertina que colgué en la cabecera del tercer capítulo de Puertas sobre cuyo marco figuraba el nº 45 (¿O tal vez pertenece a la que llevaba el nº 49, del mismo tipo?. Si me quedo en el medio acierto...). No están en un lugar apartado, deshabitado o más humilde del pueblo sino en plena carretera, calle Real y camino de Santiago, que atraviesa la población, en zona céntrica pues. Y es que hasta no hace tanto todos eran así, y quedan varios más tan longevos.

Las partijas en las herencias familiares provocan estos pequeños absurdos. La puerta y la casa a la que da acceso para un hijo y el portalón con las dependencias de patio cuadras y corrales, que formarían otra casa, para otro. Y en ocasiones para nadie porque nadie las habita en realidad, como el niño que no quiso partir Salomón.


San Justo. León 2011.

A pesar de que las paredes sobre las que se abren, como las que vemos, están revocadas de cemento, debajo son de tapial y alguna puerta, en combinación con la tapia, ha sido fijada en un dintel y marco de ladrillo, o en pared de este material.

Los colores se veían ya en la foto de las puertas maragatas y en otras zonas se repiten. Además de la madera desnuda que aparecerá en varias imágenes y, más que desnuda ya sin pintura y extremadamente envejecida, son frecuentes los marrones, en varios tonos, beige, ocre, tabaco.
Junto a ellos gamas oscuras del rojo, óxido, rojo inglés. El tono vivo de este ejemplo no es el más común.
Los verdes oscuros, color carruaje como llamaba con propiedad una casa de pinturas a uno de sus verdes. Verde hierba, pradera, etc. Pocos pasteles y manzanas. Algún azul profundo, marino, cobalto y menos claros, de los que sin embargo también tengo imágenes. En fin, gris perla, acero, más raras, y poco más.

Aunque ya se ven es preciso decir que todas son de madera. Esta roja tiene esas chapas de hojalata clavadas en los cuartos inferiores que es donde las casas, y las puertas en particular, sufren mayor deterioro. Defiende de los golpes ocasionales de los animales que entran y salen, de las ruedas del carro y sobre todo de la humedad, de las salpicaduras de la lluvia.

Estos tres casos no presentan una característica que sí se observa en la mayoría de las carretales y son dos pequeños machones de refuerzo en la parte inferior de los marcos paralelos. La primera todavía tiene algo, dos piedras. Tampoco es el mismo modelo de puerta y a la antigüedad se une aquí una factura más tosca y humilde, de modo que la más vieja es también la más pobre.

Los herrajes de la tercera, muy típicos, nos hablan de un modelo más joven que copia esquemas antiguos de mayor prestancia y poderío económico, la casa solariega de la hidalguía rural, que no es el caso pues en el pueblo no viven tiburones ni cocodrilos, todas son familias de la clase trabajadora.
Los clavos más o menos visibles, al contrario que los ángulos, sí son casi universales, y es a su vez una solución decorativa cuando se los hace resaltar de algún modo, por contraste, color, pulido...


San Justo de la Uve 2011.

Todos estos herrajes, de origen medieval, ya forman parte del que podríamos denominar mito rústico,  signo de la moderna iconografía arquitectónica pequeñoburguesa del gusto por lo antiguo, en lo decorativo en concreto. Tampoco es el caso de esta puerta que pertenece a una casa de labranza y lleva un siglo cumpliendo su cometido como una campeona. Y para seguir.

Esta fotografía fue una de las descartadas de aquellos capítulos de Sol y sombra que publiqué junto a los de las Tapias, que incluí primero en esta etiqueta y creo que pasé después a la de Ombres (Sombras), porque no se veía el tapial que hay debajo. Lo mismo pasó con varias más de puertas y ventanas que reservé entonces para estas entradas específicas.

Y por hoy toy cumplío porque el plan era este, hablar del plan, metaplán. En los siguientes capítulos espero traer también alguna historieta, para variar.

Gran alegría recibí hoy con la visita de una curruca a la que aún le falta su caracterización aquí y se me olvidó fotografiar sus zapatos, ¡mecachis!. Como yo no salgo tienen que venir ellos a verme. Pero a este pájaro lo tengo cerca, quizá por esa confianza de saber que en cinco minutos puedo verlo se me escapó si caer en la pardalera fotográfica. 

Jesús Aller Manrique nos trajo un nuevo libro de poemas recién horneado en KRK Ediciones, Los dioses y los hombres. Ya en un primer vistazo me quedé con este. Hubiera sido un buen final para esa entrada que dediqué el día 12 a la Curruca Blasensis. Se titula: 
Eternamente late


La fuerza que creó
la vida y al hombre
sigue aquí.

Eternamente late
dentro de cada cosa.

Mucho y bueno que tendremos que ir leyendo y saboreando poco a poco, lecturas de las que daré cuenta aquí en su momento, como no podría ser de otro modo, ya dije que Jesús fue nuestro primer poeta psilicoso y siempre lo será, mientras vivamos.
Aprovecho para decir que él fue uno de los que me animó a escribir y abrir el blog, que está entre nuestros favoritos desde el principio y que desde ese enlace a su blog se pueden bajar sus libros gratis.

Y ya sólo una musiquina para despediros.

Chopin - NOCTURNE op. 9 no. 1 in B flat minor - LARGHETTO - Daniel Baremboim.

Salud.

Ra