miércoles, 20 de junio de 2012

Puertas de pajares -2

San Justo de la Vega. León, 2011.


Nina


En casa siempre hubo perro, el Tom, la Chispa, el Sol, la Luna..., pero no siempre hubo gato. La última que tuvimos era una gatina toda dulzura a la que llamábamos Nina, de Minina. Muy pequeña, era la misma ternura con piel de gata pero, como la mayoría de los de su especie, muy independiente y traviesa.

Pasaba la mañana tumbada al sol, subida en el tejadillo de la terraza, protegida del norte por una chimenea, como en la mejor solana del mundo. Se relamía, se desperezaba erguida estirando las patas y curvando el espinazo al máximo, daba un corto paseo hasta el tejado vecino, volvía pausada y majestuosamente y se echaba de nuevo en su rincón preferido.

Desde el patio interior, a la terraza superior y de ahí a los tejados de toda la manzana de casas con sus patios, corrales y jardines, sólo median dos o tres saltos. Nina visitaba regularmente esos territorios como otros gatos de la vecindad hacían lo propio con el nuestro.

Tenemos un vecino al que llamamos Quasimodo pero no tanto por su apariencia simiesca, que  también, sino por su condición moral: es un mal bicho, un amargao retorcido, un cenizo y cascarrabias insoportable, lo que se dice una mala persona, un cabrón, vamos.
Cuasi nos había avisado que la gata andaba rondándole las gallinas y que como la pillara le iba a dar un estacazo que no olvidaría.

Desde entonces empezamos a llamar a Nina cuando la veíamos desaparecer del tejadillo. Pero uno no puede estar vigilando al gato a todas horas y no era cuestión de atarla o encerrarla.

Un día se presentó en casa el fenómeno hecho un basilisco con dos pollitas muertas en la mano. Según él Nina había entrado en el gallinero. Mi madre se ofreció a pagárselas aunque no sabíamos si realmente había sido la gata la delincuente. Él no aceptó y se fue con su careto de mandril y su mirada torva y esquinada refunfuñando una amenaza,

¡Que tenga cuidao!... .



Roberto Carlos. 'El gato que está triste y azul'. (Instrumental).

Puerta de pajar con ventilación/gatera cerrada por alambrera.
San Justo, León 2011.

Así que cada dos por tres ya nos veías a nosotros salir al patio a llamar a Nina. Y se daba una circunstancia muy graciosa. Mi madre se llama Adonina, y la llamamos Nina, eso siempre dio lugar en la familia a todo tipo de bromas y equívocos mientras la gata vivió con nosotros. Tranquilos, murió de vieja.

Nina había tenido ya varios embarazos y sus consiguientes partos. Su nido y paritorio era la carcasa de madera de un viejo televisor de los años 60 que ella acondicionaba días antes del evento. No diré el destino de las crías, este es un tema cruel y para bien y para mal hubo de todo.
Se notaba ya que estaba preñada otra vez por la barriga gorda, pero también por su torpeza para subir al tejado. Porque ella no renunciaba a su solana ni a sus paseos en las alturas por nada del mundo.

Un mediodía, casi al final de su embarazo, Nina consiguió volver a casa y descender al patio sin la pata izquierda. Pensamos que el cabrón había puesto un cepo. Le enganchó el miembro por encima de la articulación de la rodilla, traía el fémur astillado y el muñón hecho girones, lo más probable es que la misma gata acabara de arrancar la pata para escapar.

Nina tuvo un parto prematuro pero consiguió sacar adelante a dos gatines mientras le curaba la herida y recibía los mimos de toda la familia, tumbada como una reina en su gran cesta de mimbre, dentro de casa. Vivió todavía varios años, sin embargo aquel fue su último embarazo. No renunció a su rincón favorito al sol, pero abandonó para siempre la aventura.


Ramiro Rodríguez Prada.

Vainica doble. 'El tigre del Guadarrama'.


Saluz y luz!

Ra.