viernes, 29 de junio de 2012

Sombras en el suelo -2


Oviedo. Asturias 2012.

Educación


Estaba haciendo cola en la caja con un carro hasta los topes y la mayor compra de la semana. Tenía tres personas delante con bastantes artículos. Detrás de mí se puso un hombre al que había visto en alguna otra ocasión haciendo pequeño recados, el pan y dos o tres productos como mucho. A veces solo y otras con una parejita de niños, él de unos diez años y ella de seis o siete. La niña es muy simpática y ya nos sonreímos en más de una ocasión.

El hombre es unos diez años más joven que yo, por lo menos, le calculo unos 45. Ese día venía solo y parece que con prisa, llevaba pan y otras dos pequeñeces que no recuerdo.

La cajera acabó llamando a una compañera porque la fila se alargaba mucho y ya había otras cuatro personas detrás de nosotros.

Llegó la nueva y cantó el,  'Pueden pasar por la caja nº 2. En orden, por favor'.

Como me quedaban todavía dos personas delante, maniobré con el carro para entrar por la 2. Pero el tipo, ligero de equipaje, se me adelantó.
Todavía la dependienta estaba abriendo la registradora y esperé esos segundos para ver si el listo abría la boca, aún tenía la barra del pan en la mano. Pero cuando veo que se la da a la cajera sin posarla, sin mirarme y sin decir ni pío, le digo:

Oviedo, primavera 2012.
Oye, perdona, pero yo estaba delante de ti en la cola.
Pero usted se entretuvo y yo he llegado primero.
¡Porque tenía que mover el carro, joder, o no lo viste?, le dije ya mosqueado.
¡Haga el favor de tratarme de usted y con educación!, me suelta el jeta, como si yo fuera alumno suyo del colegio de pago donde sospecho que trabaja.

La cajera estaba suspensa con la barra en la mano sin saber qué hacer.

La verdad es que cuando estoy en una situación parecida, en la que tengo a alguien detrás con pocas cosas, yo mismo les ofrezco pasar antes de que me lo pidan, a todo tipo de personas y de todas las edades, en especial si son mayores. Salvo que vea en el sujeto en cuestión algún indicio de altanería, soberbia o sobradez.

Entonces espero a que me lo pidan y también concedo en estos casos, los prejuicios pueden errar.

A quien no soporto es a estos estiraos que van de educados.

¿Educación, já! ¿Te crees educado por tratarme de usted cuando pretendes colarte sin decir ni mú y cuando sabes que estaba delante? ¿Esa es la clase de educación que enseñas a tus hijos? ¡Pues vamos daos!...
¡No tengo por qué hablar con usted!
Pero yo sí tengo que hablar contigo o ¿me tomas, por tonto?

El tipo estaba ya enfurecido, ¡y rojo como un pimiento, picante y rojo!. Yo no salía del asombro ante tanta caradura, y no pensaba callarme.
La cajera pasó sus artículos a un gesto que le hice, mientras empecé a sacar los míos del carro, pero sin dejar de refunfuñar en voz alta.

¡Vaya morro que tienes, colega!
¡Que no se dirija a mí, le he dicho!
¡Me dirijo a quien me sale de los huevos, nos ha jodido el menda, se cuela y encima pretende enseñarme modales!

La expectación era máxima en las cajas y el cara estaba pasando una vergüenza del copón, quizás había muchos vecinos del barrio que lo conocían, esperando en las colas, tendría que mantener una reputación, ¡vaya mierda de reputación a ese precio!


¡Brazos en cruz y de rodillas!...
Asturias, primavera 2012.

Pagó y se fue, pero lo despedí bien alto con una fórmula de las paisanas mayores de mi pueblo, ¡Véi cun Dios! y añadí, ¡Educao!.

Me lo he vuelto a encontrar otra media docena de veces desde aquella y hace como que no me conoce, pone cara de dignidad ofendida, endereza el cuerpo, levanta la cabeza y mira para otro lado. Pero mi barba es inconfundible y, sobre todo, ¡la bronca fue memorable!.

A la niña le sigo cayendo simpático y me sonríe.

Al pensar ahora en el fulano, en su ridícula fachada de respeto fatuo, recordé unos versos que solía recitar mi padre. Aunque no se ajustan del todo a esta historia, algo hay, y valgan en cualquier caso para cerrar el día con buen humor, por lo que tienen de blanda escatología. Son conocidos, decían así:

Cuando un perro forastero
pasa por otro lugar,
los perros del arrabal
salen a olerle el trasero.

Él se muestra muy ufano,
pone el focico mohíno,
alza la patita y mea
y sigue por su camino.


Paraíso, en directo en Popgrama.  'Makoki'

¡Salud y alegría!

Ramiro.