viernes, 27 de julio de 2012

Ventanas tapiadas


San Justo de la Vega. 2011.


Emparedado


Fue cegando poco a poco las ventanas y las puertas de su casa. Primero tapió la del pajar. Ya no tenía animales que alimentar ni cuadras que mullir y clausuró también la puerta de los corrales. Ahorraría calorías porque esa parte de la casa daba al norte. Pero  la siguiente fue la puerta del balcón de la fachada y las dos ventanas de las habitaciones superiores.

En la bodega había almacenado algunos alimentos y, mientras mantuvo comunicación con el mundo, una hermana soltera le llevaba a diario una comida caliente.

En la planta baja se abría la puerta de la vivienda, con la ventana de la cocina a un lado y al otro el pequeño ventano de una habitación de costura con una camilla y un catre adosado a la pared ocupando el fondo de la pieza.

Un día apareció tapiada la ventana de la cocina, la más grande de la casa. A la semana siguiente cegó la puerta.

Parecía que la progresión no tendría vuelta atrás.

Su hermana comenzó a dejar la tarterina con la comida en el alféizar exterior del ventanuco. El anacoreta tardaba en retirarla pero la devolvía vacía al cabo.

Ya nos habíamos acostumbrado a la presencia de la tartera en el ventano, cuando una mañana vimos que había cerrado su última comunicación con el exterior.


San Justo. León 2011.

Se palpaba cierta expectación malsana en el pueblo: ¿Cuánto tiempo aguantaría emparedado?.

Era cuestión de resistencia y el hombre, de carácter raro y fantasioso, era más duro que los cantos de las tapias. Sabíamos que tenía algunas reservas en la bodega y el agua de la traída o del pozo del patio no le faltaría.

A la semana la familia comenzó a impacientarse porque dejó de responder cuando lo llamaban a través de las estrecha pared de adobes del ventano, aunque se oía movimiento y acabaron por calmarse. Al mes del comienzo del encierro dejaron de escuchar también los ruidos cuando intentaban comunicarse con él.

Cuando se cumplían dos meses, tiraron la tapia de la puerta y entró el juez de paz con el alguacil, después pasó por allí todo el pueblo.

Registraron cada rincón de la casa, incluso calaron las paredes de tapia buscando compartimentos ocultos. Bajaron también al pozo. Al paisano lo dieron por desaparecido.

Ramiro Rodríguez Prada.

Antonio Vega. Lucha de gigantes



Salud.

ra