domingo, 21 de octubre de 2012

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Insolación

Salí a tirar la basura


en plena solana, cuando todo el mundo sesteaba en casa. Yo no suelo dormirla y con frecuencia me gusta salir a dar un paseo a esa hora. Era verano y sufríamos una ola de calor, todo el mundo parecía haberse puesto de acuerdo en no asomarse a la calle, estaba desierta. La verdad es que el sol machacaba implacable todo lo que se ponía a su alcance, los objetos de colores más claros desaparecían, los postes adelgazaban, los pocos automóviles que se veían aparcados refulgían hasta dañar los ojos y los neumáticos parecían arder en contacto con un asfalto que desprendía oleadas de fuego.

Estábamos fuera de casa, allí tengo los cubos cerca pero los contenedores no tanto. Si me entretengo y llego tarde al paso de los camiones, de noche que es cuando suelo salir, muchas veces dejo las bolsas para el día siguiente, me lo pienso antes de acercarme a los contenedores porque, además de la distancia, es una zona bastante tenebrosa y ya tuve allí más de un encuentro desagradable. Pero aquí era de día y el punto no estaba lejos. La bolsa de la basura orgánica empezaba a oler, fermentando ya los desperdicios con aquel bochorno horrible.

A medida que me acercaba me iba desinflando, lo podía sentir. Me caían goterones de sudor por la frente y notaba correr otros por el pecho y la espalda. Pensé que me iba a licuar sobre la acera antes de alcanzar mi objetivo y eso que buscaba el cobijo de las sombras densas que proyectaba aquella luz mortal.

No recuerdo el momento en que llegué ni en qué condiciones, pero volví a casa trastornado y febril.

No traía las bolsas, sin embargo iba arrastrando un botijo enorme lleno de vino, en chancletas de playa, vestido sólo con un taparrabos atigrado y un sombrero jipijapa en la cabeza. Al parecer hablaba de un coleguilla gitano que me había encontrado en el centro de Zaragoza y que me había cambiado la ropa y la basura por el botijo. Hicieron que me acostara y llamaron al médico. Diagnosticó una insolación, pasé dos días en la cama.
Al parecer un hombre de acento andaluz había telefoneado preguntando por mí, según decía habíamos quedado citados en la plaza del Pilar para cenar.
 
 
Roberta Giallo. I don´t need power
 
 
 
Salud y felices pesadillas


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