martes, 23 de octubre de 2012

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El cuerpo del delito


Salí a tirar la basura



No sabía ni por dónde andaba, pero en todo caso lejos, muy lejos de casa. Estaba agotado. Llevaba toda la noche buscando un contenedor, un cubo, una papelera vacía, aunque sólo fuera medio llena. El sol había salido por fin y seguí caminando con la esperanza de encontrar algo. A la entrada de una urbanización con pinta de muy exclusiva vi salir a un hombre en su coche. Le hice señas de que se detuviera alzando las bolsas de basura, que ya apestaban. Se paró y le pregunté si sabía de algún lugar cercano donde poder dejarlas. Me dijo que a la derecha de la cabina de los guardias de seguridad, nada más entrar, había una papelera tragabasura, pero que tendría que negociar con el guardia, y arrancó. No entendí muy bien qué quería decir con lo de tragabasura pero de todos modos me dirigí hacia la susodicha cabina. La puerta estaba entornada y dentro un hombre joven de uniforme dormía a la pata suelta sentado en una silla. Enseguida vi la papelera en un jardincillo lateral pegado al cuerpo de guardia, pero estaba a tope, tampoco me servía. Dí la vuelta desilusionado e iba a marchar cuando salió de la cabina el durmiente. ¿Qué quiere, tirar la basura?, me preguntó. Me encogí de hombros, parecía evidente. Entendió. Está bien, pero tendrá que contribuir un poco, me dice guiñando un ojo. Me parecía inaudito pagar por tirar la basura, pero estaba harto de cargar con aquellas bolsas. ¿Cuánto me va a costar? La tarifa mínima es de un dolar por bolsa pero las suyas son muy grandes... No comprendía porqué me hablaba de dólares si tenía la seguridad de estar en un país europeo. Sólo tengo euros, le dije. Todo vale, ¿tiene un billete de cinco?  Miré en la cartera, sólo había calderilla, y uno de diez. Lo cogió y lo metió en el bolsillo mientras me agarraba una de las bolsas. ¡Vamos!. Entró en la cabina y apretó un botón. La papelera regurgitó algunas cosas con un sonido como de ahogado y empezó a tragar los botes, plásticos y papeles que la colmaban. ¡Cómo pesa!, decía el tipo apoyando la bolsa en el borde de la papelera. Le costó trabajo introducir bultos tan grandes por el estrecho agujero. Al apretar las bolsas contra la boca salían tufaradas de olor a carne podrida que casi me hacían vomitar. Pero el hombre parecía insensible a la fetidez. Me fui sin mirar atrás y sin pedir las vueltas, contento. Después de todo tenía la sensación de haberme deshecho limpiamente de un cuerpo muerto por muy poco dinero.


Eric Burdon & The Animals - We Gotta Get Out Of This Place. Tenemos que salir de este lugar.
 
 
 
 
Salud y felices pesadillas
 
 
ra