jueves, 6 de diciembre de 2012

H Κρήτη, Creta- 8. Σφακιά, Sfakiá.


Gavdos y Gavdópoula desde Frankokástelo  
Sfakiá. Creta 2003.  Acuarela, espátula.
Ramiro Rodríguez Prada

El tercer día de alquiler del coche nos fuimos hacia el sur. Después de las visitas a la Creta heróica y patriótica de Arkadi y Anoyia, todavía nos faltaba la que debía completar el triángulo, Frankokástelo, en Sfakiá, al otro lado de las Lefká Orí, Montañas Blancas y a la orilla del Mar de Libia.

Son legión los turistas que recibe cada año Sfakiá, pero no precisamente la comarca, sus pueblos, sus playas o sus gentes. Porque lo que el turista viene a buscar aquí son los descensos de las grandes Faranyi, las famosas gargantas, de Samariá, Ímbros y otras, que atraviesan las Montañas Blancas desde las mesetas superiores del Norte y desembocan a dos kilómetros de la costa sur. Esa estrecha franja costera, entre las montañas y el mar, es Sfakiá.
 
Μανώλης Λαγουδάκης. Sirto sfakiota.  Σφακιανός συρτός.  
 

Al parecer a Frankokástelo el nombre no le viene porque fuera una fortaleza levantada por los venecianos, francos para los griegos bizantinos, o una plaza franca, refugio de los patriotas cretenses en su lucha contra los otomanos, ambas cosas ciertas, sino porque está emplazado a poca distancia del final de uno de esos Farango, el de Kalíkratis. Farangokastelo, el Castillo de la Garganta. Pero yo he leído más veces la primera versión. Cuestión bizantina.

Sin embargo, además de la atracción del turismo mayoritario, las Gorges, escrito en inglés por todas partes, recorre la región el Sendero E4, para paseantes y excursionistas, por un paisaje precioso entre una costa agreste y recortada y una montaña impresionante. Pueblos sin coches porque no se puede construir una carretera, ruinas clásicas y aldeas abandonadas al puro azul, donde tienes la impresión de caminar por un corredor elevado que mira al mar, que parece caer sobre él. Y cuatro gatos.

Desde Janiá la ruta en coche se las trae también. Dos puertos de segunda, uno de primera, y el último, Ímbros, de primera especial. Era el último día completo con vehículo, lo entregamos al mediodía siguiente, dispusimos de algunas horas por la mañana para ver algo de la península de Akrotiri (esto pensaba cuando empecé a escribir, pero hubo uno más, porque esta noche pernoctamos antes de llegar al destino)

Salimos con calma, parando de nuevo en Vrises, el pueblo del yogurt, y comiendo por el camino, tranquilos. Ovejas y cabras, subibaja continuo. Pensábamos que llegaríamos con luz a dormir a Sfakiá, a Frankokástelo que, en principio, iba a ser el final de la etapa de ese día.

Nikos Xiluris. (Εβαλε Ο Θεος Σημαδι, Dios puso las llagas). Palikari sta Sfakiá, Valiente en Sfakiá. 
 
¡Ja! Llegamos a Ímbros, el pueblo que abre y da nombre a la garganta, en lo alto de las Lefká Orí, al oscurecer. Yo estaba muerto y no me apetecía ponerme a bajar aquel puertazo y buscar después a ciegas un lugar para dormir, ni siquiera sabíamos con seguridad dónde. Estábamos cansados, los críos como yo, y todos un poco hambrientos.

Alquilamos habitación en un hostal con una dueña joven y simpática, que en ese momento estaba leyendo una novela que conocíamos. Charlamos sobre autores griegos modernos, pero por extraño que parezca no cocinaba.
Salimos a dar una vuelta por el pueblo, muy solitario. Paseamos un poco por el camino que inicia el descenso al desfiladero y cenamos solos en un restaurante frío, para grandes grupos de turistas, pues los descargan aquí cientos de autobuses en temporada alta, y docenas de ellos en la baja, vacío a esta hora de finales de septiembre. Nos pusieron cordero con patatas fritas y ensalada y, pese a la frialdad del lugar, todo estaba muy rico.

Ímbros lleva el nombre de una isla del Egeo nororiental, que se veía muy bien desde Limnos, unas millas al noreste de ésta. Después de todas las guerras que Grecia sostuvo contra Turquía en los siglos XIX y XX, la isla quedó finalmente en poder de la última. Parece que el pueblo había sido fundado por refugiados ímbrios tras la ocupación de su tierra por los otomanos.

Todavía en la actualidad hay un contencioso abierto de los propietarios griegos que fueron expoliados, contra la república de Turquía, para que indemnice o devuelva las propiedades a los legítimos dueños, muchas de ellas en estado de abondono y la mayoría explotadas actualmente por colonos turcos del continente.
Pero la pérdida cumplió ya un siglo y no parece que de momento se vaya a dar satisfacción a los hijos y nietos que quedan, descendientes de los antiguos habitantes. Que no la olvidan, por cierto.

Ζωντανή ηχογράφηση από το principal στη Θεσσαλονίκη το 2009 στον διπλό δίσκο του Ψαραντώνη "Σαν πυροβάτης" (2010). Νίκη Ξυλούρη.  Κοιμάται ο Ήλιος.  El sol duerme.
 
http://www.youtube.com/watch?feature=fvwp&v=zD6GLQFq-Qc&NR=1
 
 
Grecia, agosto 2012

A pesar de que volvimos a madrugar y de que bajamos el puerto sin tropiezos, echamos la mañana en buscar un lugar definitivo para quedarnos el resto del mes, porque desde el primer momento nos gustó el lugar. Hay varias playas de todos los tamaños, de arena, sin complicaciones para los niños, y con muy poca gente, casi todo familias.
Vimos Jora Sfakión, el pueblo capital de la zona y las aldeas que median entre ésta y Frankokástelo.

Y nos quedamos en este último. Εn realidad no es pueblo, sino un conjunto de casas de vecinos de las aldeas próximas, reconvertidas en negocios de hostelería, algunos apartamentos, tabernas y restaurantes, no demasiados, un supermercado chico, una tienda de recuerdos, un kafenío, a un tiempo carnicería y charcutería, y para de contar. Doscientas personas el día que más, calculo, arracimadas en torno a la fortaleza, ésta todo un espectáculo, más cuando la luna llena aparece por detrás.

Dejamos apalabrado un apartamento con cocina, en la casa de nombre Aeolos, dios de los vientos,   de un matrimonio joven, María y Zodóros, con una niña pequeña, Katherina. Volveríamos al día siguiente en bus, con las maletas, después de entregar el coche.
Comimos en un chiringuito de la zona y por la tarde regresamos a Janiá, donde llegamos de noche cerrada, pero ¡sanos y salvos!, y veréis porqué lo digo.

Λουδοβικος των Ανωγειων.  Tο Βουλιασμενο Αλωνι. 

El ascenso de vuelta por el megapuerto de Ímbros fue peligrosísimo. La carretera es demasiado estrecha para que se cruce un coche y un autobús en las curvas, y coincidimos con los veinte o treinta que bajaban hacia Sfakiá a recoger a los senderistas que habían depositado en lo alto del puerto, a la boca de la garganta, por la mañana.
¡Y bajan como locooos, te echan fuera si no paras y orillas antes de la curva!, y lo digo porque vimos venir uno sobre nosotros saliendo de una de esas curvas de 359º, que nos tocó con la defensa, sin consecuencias, cuando ya habíamos conseguido frenar, derrapando, en la orilla arenosa al borde del abismo, ¡¡¡diooooosss!!!...

La vista de varios restos de coches despeñados, en esta subida y en la bajada del día anterior, no ayudaba, por mucho que el paisaje fuera espectacular: todo Skakiá extendido bajo las Montañas Blancas, frente al imponente azul del mar de Libia y, a tiro de piedra, las islitas de Gavdos y Gavdópula. 

Como veo que ya voy demasiado lejos, dedicaré más capítulos a Sfakiá, el próximo lo titularé Frankokástelo. Será mañana. ¡Hasta entonces!
  
 Απο τον Πλάτανο, Κισσάμου. Βασίλης Καρεφυλλακης.
Τρεις Καπετανιοι Σφακιανοι. Tres capitanes sfakiotas. Rizítica, raíces.
  
Υγεία, Salud!

Barbarómiros