miércoles, 16 de enero de 2013

Gatines -3


El padre de Misko, Tusko y Jorgito


Leopoldo


Mi abuela tenía un gato que se llamaba Leopoldo. Lo del nombre debió ser otra de sus fantasías, eran trucos para impresionar a los niños, a los que nos tenía siempre sobre ascuas con su imaginación chispeante. Decía que el gato era austriaco, que había sido el regalo de un ingeniero alemán que estuvo una temporada en el pueblo instalando algún tipo de maquinaria en la mina donde trabajaba mi abuelo. San Leopoldo parece que era el patrono de Austria.

Fuera o no austriaco, lo cierto es que el gato no se parecía a ninguno de los del pueblo. Los había de todos los colores comunes a la familia felina: blancos, negros, a rayas, rojizos, canela, anaranjados, tostados, marrones, más o menos amarillos..., con las variantes y combinaciones derivadas de los múltiples cruces entre ellos.

Poldo, a quien, celoso de su sonoro nombre, no le gustaba que usáramos esa abreviatura y no atendía cuando lo llamábamos así, era blanco integral, pero con unas formas, unas características morfológicas que no se correspondían con los prototipos dominantes. Los gatos orientales apenas eran conocidos entonces aquí, y menos en los pueblos, sus ojos rasgados, su cara ancha, son muy diferentes a la cara redonda y pequeña y los ojos grandes de las razas autóctonas.

Y el tamaño de Leopoldo tampoco era el habitual, pues era un señor gatazo, demasiado grande para entrar por las gateras que se practicaban entonces en las puertas de las casas para que los mininos pudieran entrar y salir libremente, un privilegio exclusivo suyo, que no necesitaban ni llave para abandonar o acceder a las viviendas, como sus dueños humanos.  

Pero el carácter era lo que más lo distanciaba del resto de gatos que habíamos conocido en nuestras todavía cortas vidas de críos.
Estábamos acostumbrados a gatos que maullaban, que andaban enredándose en las piernas de los miembros de la familia, siempre cercanos y mimosos, bonachones hasta dormirse en el regazo más cálido, como niños, echados sobre un cojín o una silla o, por el contrario, esquivos y desconfiados, huraños e incapaces de hacer o recibir una caricia, nerviosos y hasta agresivos.


La otra preciosa familia gatuna de Ayii Apostoloi
Eubea, Grecia, verano 2012

A Leopoldo nunca lo oímos miagar, era un Félix estoico que no abría la boca salvo para comer y relamerse. Se echaba siempre lejos de la gente, no frecuentaba a otros ejemplares de su especie, solitario y serio, más rondador que casero, despreció la estrecha gatera desde pequeño y sólo entraba en casa por la puerta, como un señor. Y lo hacía levantando el rabo de bandera, como si se dispusiera a tomar posesión de la alcoba más importante de su palacio. Tenía algo de aristocrático, aunque no era sibarita y comía de todo.

Pacífico y tranquilo en general, incluso dormilón, nunca lo vimos darle la espalda, escapando, a un perro que se acercara amenazador. Se ponía de pie despacio, abría la boca enseñando la afilada dentadura sin emitir un sonido, encarando al chucho, y erizaba el pelo de una manera extraordinaria, que no he vuelto a ver en otro gato, ni siquiera los de pelo más largo que el suyo. Parecía doblar su tamaño, ¡y la cara daba miedo!. Ni los perros grandes se atrevían a acercársele más de un metro. Cuando se iban volvía otra vez a su modorra habitual, tan tranquilo.

Sin embargo estaba podre de mataduras y cicatrices. Y es que también debía de ser un don Juan, el tío. Muchas noches, especialmente las de luna, desaparecía del corredor donde solía dormir y lo veíamos por la mañana agotado y lleno de rasguños, cortaduras y arañazos.
Mi abuela decía que era un pendenciero y andaba a gatas pardas, peleándose con otros atorrantes del pueblo, aunque nosotros no debíamos de entender muy bien aquello. Pero, por su tamaño y porque era el gato de la abuela, nos gustaba pensar que seguro que también salía airoso de aquellas broncas y lances amorosos nocturnos con los de su especie.

Debió tener muchos hijos, como el santo austriaco homónimo, porque en poco tiempo aumentó significativamente el número de gatos en el pueblo, más o menos blancos y con los ojos rasgados.


Atenas, julio 2012

Mi abuela nunca nos desveló la procedencia real de Poldo y, cuando siendo ya mayores le preguntábamos por el austriaco, contestaba que no lo recordaba muy bien, que había tenido muchos gatos y de varias nacionalidades, pero que un ingeniero alemán sí había estado una temporada en el pueblo y se había hospedado en su casa, que pertenecía a la empresa minera donde mi abuelo trabajaba. Y luego esbozaba una sonrisa pícara y sabia. Nosotros rabiábamos. ¡Genio y figura!

Ramiro Rodríguez Prada


John Boutté & The Yockamo All Stars.  Mardi Gras Mambo.


Salud y buen día.

6 comentarios:

  1. Mi abuela materna siempre tuvo gato y negro, totalmente negro. A todos los llamaba Morito menos al último, distinguido como Fidel, por el cubano. Llegó a su casa por el tiempo de la revolución. Todos estaban capados por el paragüero, como era preceptivo en la época. Siendo mi madre pequeña, el Morito de turno desapareció, estando mi abuela de viaje. Mi abuelo, conociendo el genio de las Carballino, a toda prisa busco sustituto, encontrando uno solo, con la peculiaridad de que vestía zapatos blancos en las patas delanteras. Ni corto ni perezoso, con tinte de ropa se las tiño a la espera que su señora esposa no se diera cuenta del cambiazo. Tú has estado entre gatos y sabes que sus mayores singularidades no radican en el físico. Mi abuela se dio cuenta enseguida e imagino que le pondría la cabeza como un bote a su marido, el de Ponferrada que te comenté en otra ocasión. No sé como acabó la historia del Morito de patas blancas, si recuerdo a Fidel, dormido sobre el mostrador de la tienda de mis abuelos allí en Vigo. De aquí me vendrá la afición por los gatos y no por la ginebra a palo seco. ¡Qué asco!
    Besitos
    Viriato

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    1. Buenos días. Veo que no estás en fase de vieja dama inglesa, entonces. La solución de tu abuelo será cachondeo tuyo, o él era un cachondo. De los bercianos se puede esperar cualquier salida de pata de banco, pero a mí me gustan.

      Abrazos!
      ramiro

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  2. Te juro que la historia es real, ya quisiera montármelo como tú con la basura o en Constantinopla. Si me pareciera a ti en el pelo de la barba, seguiría con mi libro y no estaría estancado. ¡Envidia me das! ¿Das clases?
    Besazos

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    1. ¡Sólo soy maestro en moskas kogoneras, César! Pero si me aceptas un consejo ahí va: ponte una hora todos los días. Escribe lo que sea, aunque sólo sean dos líneas, sin preocuparte mucho por el estilo. Vete guardándolo en un archivo y lo relees después de un tiempo. Puedes reescribirlo, corregirlo, aumentarlo o eliminarlo, pero verás el trabajo y algo de progreso seguramente. Y sabes que leer es muy importante.
      Hace unos años escribí yo una que está por ahí, la corregí tantas veces que casi me la sabía de memoria, bastaba que me indicaran las primeras palabras y seguía yo de carrerilla, llega a ser obsesivo. Siempre calma (me lo digo a mí!...)

      Muchos besos.

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  3. L'Oliver és el gat de la meva germana Sara i servidora,
    És un gat amb asma, l'hem de punxar cada 2 o tres mesos des de que va néixer, ara fa ja uns onze anys, també el vam haver d'operar d'una èrnia quan era petit i la meva germana el va portar, amb la cua acabada en angle recte, en forma de L, si, l'Oliver és així, el gat negre i blanc més simpàtic i més felí que hem conegut mai.
    L'Oliver és caçador però agrait, així que ens ha arribat a portar regals vius i morts de tots tipus i mides... el pitjor era trobar-los de bon matí, als peus del llit.. aghh
    A vegades robava literalment coses dels terrats o dintre les cases on es colava, quan era més jove, vam fer una colecció de calces de la iaia que vivia al costat nostre... però el més divertit, un cop passat el susto, va ser un cocodril de goma que va deixar panxa enlaire i que em va costar molt de tranquilitzar-me i varies trucades demanant ajuda fins que no vaig descobrir que era fals!
    Ara l'Oliver viu amb els meus pares i els hi fa les delícies d'ells i dels peques de la casa quan venen... ai els gats!

    Ramiro, el shutter està xungui, jo tampoc no he pogut entrar (ara que si que tinc fotos preparades per penjar!), em sembla que de tant en tant els ataquen craquers o els pirategen, no entenc, ja em diràs quines ganes...

    bona nit!

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    1. La Chuca de César, amb 18 anys i al·lèrgica, l'Oliver amb 11, asmàtic, però no els culpen a ells de ser causa d'al·lèrgies entre nosaltres? Resulta que també les pateixen, segur que per culpa nostra, la tanta química i tant verí!.
      Quan vam venir a viure a Oviedo ho vam fer a un pis, el Món era massa gran per ficar-lo aquí i els últims anys també els va passar amb els pares de la meva bruna. Sí que van ser feliços tots tres, era el seu primer nét!
      Això de portar ratonucos i pajarines també ho vaig viure, però més que menjar eren trofeus de caçador. La col.lecció de calces és molt graciosa, eren modernes, tangues i aquestes fantasies? Bé, no cal que contestis ...

      Ahir em deien maqroll i créixer que tenien problemes i no podien entrar a SC, a mi em va deixar ahir. Però porto quatre dies amb dificultats, o no pot veure o sense que em deixi comentar. Surt una pàg. rara que no conec i el buscador no troba SC. Penso que voldran canviar alguna cosa, però ho fan molt malament deixant penjat.

      Salut i abraçades!
      ramiro

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