domingo, 10 de febrero de 2013

Clotilde


Clotilde,  pensionista.


Clotilde

Nada más ver a la gallina la reconocí. Los huevos de aquella ave me habían alimentado varios años en una larga enfermedad. Se puede decir que la vi nacer del huevo y que, en toda su vida de ponedora, puso casi en exclusiva para mí. Yo padecía una intolerancia alimentaria que sólo excluía a los huevos de aquella gallina. Fue mi salvación.

Esa gallina tenía un nombre, y lo recordaba muy bien, apenas había transcurrido un año desde mi marcha de aquella casa. Se llamaba Clotilde. En realidad por el gallinero pasaron varias generaciones de Clotildes. Yo mismo había conocido a su madre, a su abuela y a su bisabuela, y ahora correteaban y cacareaban por el corral las nuevas generaciones de Clotildes, sus hijas y nietas.

Ella me miró algo desconfiada, como suelen hacer todas las gallináceas en los primeros momentos, pero enseguida se dio cuenta y se puso muy contenta. Ya le falla también la vista. Intentó salvar la valla del gallinero en un corto vuelo, pero está muy vieja y no tiene fuerzas. ¡A ver si me hacen caldo de una vez, esta reúma no me deja vivir!, suspiraba compungida.
¡No te preocupes, Clotilde, al final todos calvos y desplumaos!, la consolaba yo. Pero la verdad es que ya no tenía aquel salero de joven.
El viterinario dice que si tengo alto el colosterol, los trinosequé y soldadas dos vértebras de la rabadilla, junto al culo.
¡Mientras no duela!, dije un poco volandero, pero saltó rápido:

¡Ay, hijo, carezco de almorranas desde que puse el primer huevo!. Siempre decía carezco por padezco, era muy pueblerina.
¡Me acuerdo!, casi grité yo entusiasmado. Y era verdad, a esa escena asistí en directo mientras la gallina me miraba a los ojos como atontada, ida. Debe de ser un esfuerzo enorme dilatar un ojete tan estrechuco para que pase un volumen como ése, por muy oval y deslizante que sea. El caso es que pocas veces he comido un huevo tan rico, debió infundirle amor en el último momento a través de aquella mirada febril y como en éxtasis del primer part..., de la primera puesta.

La conocía desde que era una pollita recién salida del cascarón, y simpatizamos muy pronto, nada más que ella empezó a controlarme por el olor de los zapatos, porque esta gallina tenía un poco de estrabismo ya desde pequeña y reconocía a la gente por el olfato.
Después, entrenándose a mirar de medio lao, acabó por desarrollar una vista espeluznante (¡No sé quién fue el tonto que me dijo que este adjetivo quedaría bien aquí!, pero bueno, dejémoslo, ¿por dónde íbamos?...) Sí, yo le llevaba granos de trigo tiernos y golosinas de todo tipo y ella acabó por cogerme afición. Tanta, que sólo ponía cuando yo la miraba fijamente a los ojos, bueno, a los ojos no, al ojo, pues ya dije que era bizca.

Clotilde andaba detrás de mí como una faldera y tenía la mala costumbre de cacarear en cuanto me oía tirar un pedo. Disculpad la franqueza, pero en la época de mi intolerancia sufría auténticos ataques aerofágicos. Eran ventosidades sin olor, porque apenas si me alimentaba con el huevo que ponía Clotilde a diario, esto en sus mejores momentos (¿los de Clotilde o los de las flatulencias?: ambos), pero eran muy sonoras, y para colmo los cacareos de la gallina alertaban a la casa y ya todo el mundo sabía que había vuelto a pedorrear a discreción. ¡Y coño, una enfermedad es algo íntimo, no tiene porqué andar uno publicándolo con trompetería, que de eso me sobraba!.

Sin embargo, de no ser por ella yo no estaría hoy aquí contándoos esta historia. Hace mucho tiempo que dejó de poner, pero sus huevos no tenían parangón y eso no lo podré olvidar mientras viva.
Así se lo hice saber a la buena de Clotilde, que se emocionó toda. Después me miró de través con su ojo revirado, muy seria, alzó una pata ¡y se tiró un pedo!

Era la primera vez en la vida que escuchaba el cuezco de una gallina, ¡y no sonó a  Valladoliidddd,  sino a   PamplOna!

Nos echamos a reír y nos despedimos con lágrimas en los ojos, fue la última vez que la vi.

Puturrú de Fuá.  Pirulí Pirulá.


Korvus Korax,  Ο Μάυρος
 

P. D. Con un recuerdo especial para la Kurruka tomillera brañuelina, que hoy echó un nuevo espolón anual. ¡Que sea por muchos años y con salud, curru! Besos mil.
 
ra 

2 comentarios:

  1. Pasamos del cerdo a la gallina, el siguiente de patos, que así me dá añorante.
    Un besito
    Viriato

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Boas noites. Sí, estoy "fabuloso" con tanto animal, ya las sardinas detrás de los gatos era sospechoso; pues a los patos también les he dedicado sus entradas aquí, en Gallinas siracusanas, el próximo capítulo en gallinas que sean patos! No recuerdo qué viene mañana, pero supongo que irá tocando algo más serio, ¿¡qué más serio que el humor?!.
      Me pillaste por los pelos, duermo poco estos días, a ver si me recupero el fin de semana. ¡Hasta mañana!

      Abrazos.
      ramiro

      Eliminar