sábado, 24 de agosto de 2013

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Insolación. Grecia, agosto  2012.


Salía tirar la basura



Era la hora de la siesta y había un silencio anormal, algo sordo parecía resonar como en el interior de un tambor. Bajé por el callejón y muy cerca del final vi un pequeño reguero de algo rojo que juraría que era sangre. Al doblar la esquina, sentado en la acera con la espalda apoyada en la pared del edificio, un yonky yacía espatarrado con una jeringuilla clavada en el brazo. Dejé las bolsas en el contenedor cercano y miré a mi alrededor buscando alguna ayuda, pero no pasaban ni las golondrinas, que nunca faltan. La baba cayendo todavía de la boca abierta: no se me ocurrió otra cosa que abofetear al pobre diablo para comprobar si, en efecto, estaba muerto, pues era la impresión que daba. Pero abrió los ojos de golpe, me miró airado, desclavó la jeringa, la limpió en la camiseta y se levantó. Yo no sabía qué decir. No hizo falta. Sin mediar palabra me soltó un cañonazo en plena nariz que no pude esquivar. El tipo se fue tranquilamente mientras yo trataba de detener la hemorragia. No era bastante el pañuelo, fui dejando un reguero de gotas de sangre hasta casa.


Ψαρογιώργης.   Του μελιού τη γλύκα.




Salud y felices pesadillas


ra

2 comentarios:

  1. Y el reguero anterior... ¿No sería de otro insolente?
    ¡Si es que no dejais vivir a la gente!
    Besitos
    Viriato

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  2. Pensaba que te había contestado ya...
    Tienes razón, es la enfermera interior. Tú también me haces reír, César, eso te decía, creo. Gracias.
    Salud.
    ramiro

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