sábado, 14 de diciembre de 2013

Η Ρόδος. Rodas.


Entrada al puerto de  Mandraki.
Rodas, verano  2013.

Rodas


Buenos días. Evitamos Rodas durante años por las mismas razones por las que aún no conocemos Santorini o Mikonos: el turismo excesivo. Es uno de los primeros destinos turísticos en todo el mundo. Teniendo que coger vacaciones en verano, no hay más remedio que tragarse todo el paquete si se quiere visitar un lugar X. Pero le teníamos ganas. Aprovechamos que este año encontramos un vuelo arreglado a Kos, para ir conociendo las islas del sur del Dodecaneso, puesto que la primera vez que partimos de esa misma isla, hace bastantes años, lo habíamos hecho hacia el norte.

Salimos de Kos a las dos y pico de la madrugada, con más de una hora de retraso, en el ferry que hace esa ruta, el Diágoras.
El nombre se lo prestó un atleta vencedor en todas las Olimpiadas clásicas griegas, una de cuyas victorias cantó Píndaro. Era natural de Iálisos una de las tres polis que formaban la triarquía isleña, con Lindos y Kamiros. La ciudad de Rodas fue fundada por ellas en la punta noreste de la isla.
Dice Píndaro en su oda que, del buen Calianate/ célebre en el combate/ era nieto... . Tres hijos de Diágoras lograron también triunfos olímpicos. Los atletas eran profesionales de la época, había sagas familiares, pertenecían a la aristocracia, o tenían patrocinadores poderosos. Las Olimpiadas, como ahora, eran una oportunidad única para promocionar y engrandecer la patria chica a ojos de toda la Hélade, que es como decir del mundo conocido.

Atracamos en Nisyros de noche, y rumbo a Tilos amaneció sobre las montañas de Anatolia. Symi fue la última escala antes de Rodas, a la que arribamos entre las nueve y las diez de la mañana. La llegada a una isla por mar tiene otro sabor, incomparable con hacerlo en avión. Y aunque yo sea una kogonera mareada, incapaz de reprimir el vómito en un velero, que sería el transporte ideal, estas plataformas apenas se mueven.

Rodas ofrece desde el mar la imagen de una ciudad blanca y verde, hermosa y brillante, importante por su extensión, e histórica, por las murallas medievales, el castillo y el gran número de torres y minaretes que se elevan sobre su perfil, un largo friso de piedra a la orilla del Egeo.

Μανωλη Λεντακη, Λαούτο. Μανωλη Μαλτα, Φωνή.   Αρχάγγελου Ρόδου.


Plaza de Hipócrates desde los soportales de la Biblioteca Municipal.  Castellania.
Al fondo la Mezquita de Solimán y la Torre del reloj.
Rodas, agosto  2013.

Desde el puerto comercial hasta la ciudad vieja hay un paseo de un kilómetro, al principio junto a los diques secos llenos de barcos, como un cementerio, una explanada polvorienta con auténticas reliquias de todas las formas y modelos. Y a continuación una acera estrecha con árboles de sombra y un murete que la separa de la playa entre puertos, Akandia, donde se prohíbe el baño aunque todo el mundo pasa de la prohibición, en la calle que se adentra en la ciudad bordeando las murallas, Kolona y el antiguo puerto de Mandraki.

Calcaba ya el sol a esas horas como pal zorro. Estábamos cansados de toda la noche en el ferry, yo no había dormido nada y no llevábamos pensión buscada. Nos sentamos en el murete a la sombra, mientras la morena hablaba con otra mujer griega que tampoco tenía habitación reservada. Enseguida se les acercó un paisano con una motoreta, que les propuso llevar las maletas hasta una pensión de la ciudad medieval. Los chavales y yo llevamos las nuestras, pero era de ver al paisano con las dos maletas de las mujeres haciendo equilibrios entre los coches camino de las murallas. Y después, por el empedrado antiguo, estuvo a punto de irse al suelo varias veces. Los demás íbamos detrás afogaos.

El paisano se lo curró, pero la pensión era muy cutre, a pesar de su patio florido. Salían en ese momento, de la habitación que nos alquilaban, tres jóvenes milaneses con los que empecé a charlar preguntándoles qué tal les había ido ahí.
¡Las habitaciones son una mierda y en la cocina mejor no entrar!, me dice sin adornos el más decidido. ¡Una mierda!, repitió por si no me había enterado.
¿Sabes de algún sitio mejor por la zona?.
Sí, aquí cerca, a cien metros hay otra casa que lleva una señora mayor, que está muchísimo mejor y al mismo precio. Si quieres te acompaño en un momento, añadió muy amable.
Recién llegado, las callejuelas estrechas me parecían un laberinto así que, temiendo perderme, le contesté que de acuerdo. Bajamos los dos en un minuto, vimos la pensión y hablé con la señora. No acordamos precio, le dije que sí. Resultó ser el mismo que en la primera, donde la morena y los guajes esperaban que acabaran de limpiar el cuarto de baño que abandonaban los italianos.
La mujer griega se quedó. Nosotros nos fuimos, deseándole mucha salud al paisano y agradeciendo la información a los chavales. Acertar a la primera no es fácil.

Eleni es la señora de la pensión, que lleva su nombre, a unos cincuenta metros de una de las plazas más concurridas de la ciudad vieja, la de los Mártires Hebreos, con un monolito que recuerda a las víctimas judías de la isla durante la ocupación alemana, pero también llena de restaurantes, terrazas, turistas y loros.
I kiría Eleni emigró a Alemania, cuyo idioma domina junto al inglés, y se retiró a su isla para atender esta preciosa casa medieval de piedra, restaurada, tranquila, con un patio interior sombreado y cuajado de flores, como muchas de las de su estilo.

 Αρχαγγελου Ρόδου.  Βοτάνι. Filtro (de amor...)


El ciervo de Rodas,  Elafio,  en el empedrado de una calle.
Rodas.  Grecia, verano  2013.

Rodas, en principio, era sólo un paso de ida y vuelta para llegar y salir de Kárpatos, donde queríamos estar más días descansando. Pero ya sospechábamos que nos gustaría y, en lugar de un día para ir y otro para volver, estuvimos tres días a primeros de agosto y otros dos a finales.
El libro de Lawrence Durrell, Reflexiones sobre una Venus marina, del que hablé en los capítulos anteriores, no era ajeno a la seducción que Rodas ejercía sobre nosotros. Pero esa atracción resultó merecida, vale la pena que los turistas nos soportemos unos a otros en muchos momentos, a cambio de pisar estas calles por unas horas.

Vale la pena sobre todo porque muchas de esas callejuelas de la ciudad vieja están vacías, la masa turística se concentra en una línea de calles y plazas al este, próximas al puerto, desde la plaza de los Mártires hasta la de Cleóbulo, en la parte alta del noreste o, lo que es lo mismo, desde la Puerta de Santa Catalina a la de Cannon. Todo son tiendas, heladerías, agencias, restaurantes, lo típico...
Y otro tanto sucede en la parte moderna de la ciudad y el muelle oeste de Mandraki hasta la playa de Elli, la más importante del extremo noreste de la ciudad nueva.
Cerca de las murallas medievales, y en torno al Mercado Nuevo, todavía quedan muchas construcciones de la época de la ocupación otomana, con sus típicas galerías abalconadas de madera, también presentes en el interior del recinto amurallado medieval.

Pero nada más apartarse un poco de estos circuitos, en la ciudad vieja uno se encuentra con calles solitarias, sombreadas y silenciosas, buganvilias e hibiscos, pasajes estrechos y oscuros, plazuelas medio olvidadas que duermen la siesta al sol inclemente, o rodeadas de árboles para sentarse a la sombra, con mucha ruina pasada y presente y tabernas tranquilas en los rincones, para tomar un refrigerio en la terraza al abrigo de los emparrados.

Y en la nueva, junto a esa playa muy concurrida a la que me referí, entre el Club náutico y el de tenis, rodeada por una oxidada verja de hierro, se encuentra la mezquita de Murad Reis, olvidada, con el cementerio musulmán y sus jardines, hoy todo ello en estado lamentable de abandono, pero aún con sus estelas funerarias, sus eucaliptos gigantescos, sus hibiscos e, incluso, algo de su silencio en medio del tráfico. Ahí se alzaba Villa Cleóbulo, residencia en Rodas de Durrell, a la que casi convierte en otra protagonista de su libro. A ella espero dedicar un capítulo alguna vez con imágenes actuales.

Y me quedo aquí porque a este paso me voy a Pénjamo. Habrá más capítulos. Hasta luego. 

Λύρα, Στέφανος Λεβέντης. Τραγουδι, Eυαγγελια Λελε.   Αρχάγγελος Ρόδος.  Ο Πόταμος. El río.



Υγεία, Salud!


Ramiro Rodríguez Prada


P. D. Hoy, día 14 de diciembre, a las 8 de la tarde asistiremos en la Casa de Cultura de Mieres, Asturias, al concierto de la Orquesta de Cámara de Siero, que acompañará a los músicos cretenses Ioannis Petrakis, violín, y Mijalis Stavrakakis, voz y mandolina. Espero llegar a tiempo para dar cuenta del encuentro, si no aquí en PSILICOSIS .2.

Besos! 

2 comentarios:

  1. Qué recuerdos del verano. Ciertamente, Rodas es preciosa.
    Besos.

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    1. Hola, Julia. Muy guapa, sí. Siempre nos quedan ganas de más, sobre todo si nos va bien. Cuando salimos hacia Kárpazos la primera vuelta ya casi nos sentíamos como en casa. La ciudad vieja es un pueblín, había una docena de personas que nos saludaban porque nos veíamos tres o cuatro veces cada día, haciendo la compra en el bazar, por las calles, en el puerto, tomando unas cervezas.... Con un par de vecinos charlamos a la puerta de sus casas, un hombre casado con una turca al que conocimos el primer día, y un músico gitano que tocaba por las tabernas el acordeón acompañado a la percusión por su hijo. Tan pueblo es que el hombre, hablando el último día con él, nos contó que el día antes por la noche, el chaval había tenido un accidente con una moto y estaba hospitalizado con una pierna rota y todo frayao...: ¡Si nos quedamos dos días más asistimos a un funeral, vive Dios que sí!

      Υγεία και φιλιά!
      ramiro.

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