lunes, 14 de enero de 2013

Gatines


Misko  al quite
Grecia 2012

Misko

Misko es el más ruin de los hermanos, pero no ruin de espíritu, sino en el sentido en que usamos esa palabra los asturianos, el pequeño. Y también es el más cercano en el carácter a su madre, de mayor será un palicari aunque ahora parezca algo apocado.

Cuando llegamos eran cinco los gatines que correteaban, jugando y persiguiéndose, entre las piernas de Spiros y de los clientes que frecuentábamos la taberna. Un espectáculo continuo, inocente y divertido, para los parroquianos de la parea que pasábamos horas sentados mirando al mar, la mayoría abuelos ya. A ellos es a quienes más entretienen los juegos de los niños.

Pronto se fueron dos de sus hermanos y a Misko le quedó más espacio para mamar a sus anchas, sin tantas disputas como al principio. Bien es verdad que él no es un gatín glotón, ni ansioso, y pasaba de pelear por  las tetas más secas de su madre, buscaba momentos de solitaria intimidad con ella y con el pezón más productivo. Cuando los demás soñaban con las anchoas frescas que les llevaba todas las mañanas el bueno de Diamandís, aprovechaba para tirar de teta.

Es un gatín dulce, reflexivo y soñador que, a diferencia de sus hermanos siempre enzarzados, anda un poco a su aire, cauto y tímido, mirando las cosas con esa cara de curiosidad y asombro que se pinta a veces en el rostro de los niños.


La gata de Spiros con los gatines, Misko, Tusko y Jorge
Ayi Apostoli, verano 2012

La  tigressa

La madre, ahí donde la veis, una gata pequeña y pacífica, que normalmente buscaba, afalagándose, la caricia de los que nos sentábamos en la terraza, caracoleando entre las patas de las mesas, se convertía sin embargo en una fiera corrupia a la vista de la más mínima amenaza a su camada, en especial la de algún chucho despistado que se acercaba husmeando sin percatarse de su presencia.

Todos los días teníamos espectáculo. La gata era la primera en advertir la proximidad de los perros, mucho antes de que ellos la hubieran olido siquiera o de que nosotros fuéramos conscientes del peligro, era su actitud de ponerse repentinamente en guardia la que nos daba el aviso.

La mayor parte del tiempo se lo pasaba tumbada, en esa posición en que la vemos en la fotografía, dormida, sola o con gatines mamando, que se quedaban atorraos con el pezón en la boca al final del repostaje.
Otras veces, despierta y al loro, siempre alerta a las trastadas de la tropa, miraba el mar con la misma mirada lúcida e indiferente de los viejos que la acompañaban, todos silenciosos y contemplativos: ese ir y venir eterno de las dulces olas de siempre desde el horizonte azul, como una metáfora del tiempo que pasa.

Viendo esta escena que acabo de describir desde fuera de la terraza, llegando a la taberna de espaldas al mar, parecían figuras extáticas, la gata y los ancianos inmóviles, unidos en una misma contemplación, animales hermanados por el destino en una foto fija tan antigua que se diría eterna.

Pero ¡ay, amigo! cuando se acercaba un perraco un poco más grande y listo, que hubiera olido la presencia de gatos o visto los juegos descontrolados de los gatines, que salían del ámbito de la terraza corriendo en sus persecuciones continuas, entonces aparecía de pronto la tigresa.
Solía ser Spiros el primero en darse cuenta, y me avisaba, Kita, kita!, ¡Mira, mira!. La gata se ponía en pie con las orejas tiesas y, ligeramente agachada, fija la mirada azulina en el enemigo, se acercaba directa, decidida y amenazadora hacia el intruso, habitualmente atolondrado, pensando ya lo bien que se lo iba a pasar corriendo a tanto pequeño gato y tal vez metiéndole el diente y rompiéndole el espinazo a más de uno, presas fáciles. ¡Ja!

¡Había que ver al perro correr acojonado con el rabo entre las patas, la gata detrás con el pelo erizado, incluido el del rabo tieso, y con unos maullidos que parecían los de un felino de la selvas asiáticas!. ¡Un tigre de Bengala!
Spiros , yo y todos los que estuviéramos en ese momento en el bar, nos partíamos. Pierde cuidado, ese chuquel la próxima vez pasaba a muchos metros de la terraza, mirando hacia allí con miedo y desconfianza, por si acaso, ¡para salir por patas si asomaba de nuevo aquella fiera!.

Ψαραντώνης, Χαινηδες.  Η Τίγρη.  El tigre.

http://www.youtube.com/watch?v=x4I4f_NB0bI


Tusko  y  Jorge  investigando.
Ayi Apostoli, Eubea, agosto 2012

Tusko  y  Jorge 

Tusko y Jorge eran el mismo demonio. Tienen el azogue. Mientras están despiertos no paran de correr, pelear, jugar o perseguirse. Todo les llama la atención, empezando por el baile del rabo de la madre, pero también los provoca el dedo gordo del pie de Spiros, cualquier movimiento extraño a la quietud que imperaba por lo común en aquella terraza.

Y cuando no tenían el estímulo de algún apéndice moviéndose, se dedicaban a molestar a la gata, a putear a Misko, a investigar cada rincón del bar y sus alrededores, a enredarse con las redes que Spiros arreglaba... ¡Y a mamar como gochinos!.

Después los veías dormidos en cualquier parte, juntos o por separado, allí donde la fartura de leche y el puro agotamiento los venció: sobre una silla, espatarrados bajo la mesa, sobre la manguera de riego o encima de las redes. Pocas veces en la cesta que Spiros les tiene preparada y mullida para que se recojan allí, como sí solían hacer por las noches.

La llegada mañanera de Diamandís con los gavros frescos, era el primer acontecimiento sobresaliente del día para ellos, que ya llevaban un rato correteando por el bar y danzando entre las jardineras. Para ellos y para la tigresa, que era la que más los agradecía.
Más tarde, cuando Spiros limpiaba las agujas, o Stavrula descabezaba las anchoas o pequeñas sardinas del día, Tusko y Jorge la rodeaban e iban entrenándose en la comida sólida, con la misma delicadeza y remilgo con el que todos los gatos del mundo inician su colación. Al final atracón de cabezas de pescado engullidas casi enteras. ¡La danza sale de la panza, qué bárbaros!

Ramiro Rodríguez Prada


Stray Cats.   Race with the Devil.  Carrera con el Diablo.

http://www.youtube.com/watch?v=S4ckKB7UzLM

P. D.  Gran putada: llevo dos días sin poder ver las fotos de los colegas de Schutter., Google me dice que no encuentra las páginas. Ayer se veía, sólo en la ventana de favoritos, la foto de Juan Carlos Rubio, pero no permitía verla en su página y tamaño originales, hoy ni siquiera eso, ¡¿qué conyo pasa?!!...

Si alguien tiene interés en historias de gatas y gatos, y lo digo antes que nada por César Viriato, al que le gustan y tiene una gata pontevedresa, además de ser quien me motivó para sacar hoy estas historietas, puede ir a esa dirección de abajo. Es la entrada del 20 de junio pasado, Puertas de pajares -2, en la etiqueta Arquitectura, donde cuento la de Nina, una gatina valiente y una buena madre, como la tigresa: 


Υγεία, Salud!