viernes, 22 de febrero de 2013

Golondrinas


Grecia,  verano 2012


3

Calixto


Al principio casi no me lo podía creer, ¡yo uno de los seleccionados para un trabajo tan interesante! Conocí a mis dos compañeros, Basilisa y Amadeo, ambos con criterio y mucha personalidad, sin embargo, o tal vez por eso mismo, no llegamos a nada concreto. Soy un enamorado de los amaneceres, así que me dirigí al levante.
Fui consciente de que separados no íbamos a conseguir la excelencia, pero como disponíamos de un tiempo para poner en común los hallazgos de cada uno, antes de entregar el resultado de nuestras investigaciones, no quise preocuparme en demasía y decidí tomarme las cosas con calma.

Por lo común soy una persona exigente conmigo mismo en el trabajo. Me gusta tenerlo todo controlado, si es posible incluso, bien atado, pero éste no era uno de esos encargos en que debiéramos echar el resto. Es cierto que había sido muy reñida la fase previa, pero enseguida nos dejaron claro que para realizar nuestro cometido no se necesitaba tanto músculo como imaginación, y tampoco buscaban una competición entre nosotros. Era importante que nos sintiéramos agusto para que el pastel resultara lo más sugestivo posible, sin la presión del deber estricto o los gramos exactos de azúcar en la masa. Creo que nos dieron razones bastantes para que obráramos con entera libertad. En el tiempo que duró aquella bicoca no dejé un solo día de contemplar el alba a la orilla del mar, algunas desde dentro del agua. Después de todo llevaba en el recuerdo un montón de bellas imágenes de las que hablar.

Creo que Basilisa se complicó demasiado la vida y eso hizo que Amadeo perdiera la paciencia. Ella traía mucha información y él lo había dejado todo en manos de la improvisación. Por mi parte, amén de mis inolvidables auroras, venía algo documentado y con un acopio de anécdotas suficiente para no quedarme en blanco cuando llegara la hora.

Pero no debí dejarme llevar por la ira y menos secundar a ese loco.

(continuará...)

Ramiro Rodríguez Prada


J. S. Bach. Glenn Gould, piano.  Invención  Nº 14.