martes, 2 de abril de 2013

Vassilikós versus Márkaris


Hotel en el Aeródromo de Atenas.
Agosto, 2012.

Cometarios al binomio Vassilikós-Márkaris


1. El propósito

Tratándose de escritores que han militado en la izquierda, no pude evitar establecer algunas comparaciones, sin malicia, entre las dos novelas de Petros Márkaris, Noticias de la noche y Defensa cerrada, y las de Vassilis Vassilikós, Z  y El forense. Sin olvidar que las obras están separadas por una distancia de más de veinte años, contratiempo insignificante sin embargo, frente a la ventaja de poder hacer una lectura política de ambos autores, a la luz de de los años transcurridos desde Lambrakis en Katotumba a Jaritos en Síndagma.

2. El asunto

Aunque Vassilikós intenta en Z  un camino menos frecuentado, más arriesgado por tanto, un cruce entre la novela negra y el reportaje político cuyo resultado es un híbrido, interesante pero extraño -ficción política?-, creo que la intención didáctica es paralela en ambos autores, cuando no confluyente. Y por didáctica entiendo ahora su mensaje político: ¿Cómo es la sociedad que nos presentan, dónde están sus problemas, quién se ocupa de resolverlos, quiénes son las víctimas y quiénes los verdugos? ¿Existen soluciones?...

Pero el didactismo de Vassilikós, en consonancia con la época inflamada en que se compuso Z, es mucho más moralista y panfletario que el de Márkaris, quien presenta un estado de cosas igualmente triste, la precariedad de la vida misma, sin recurrir acto seguido a recetas políticas o éticas citando a los próceres del pensamiento comunista. Petros se limita a resaltar, clara pero más tímidamente, las cualidades morales o individuales de tal o cual personaje, con su biografía al descubierto, pero sin moralina, más como esbozo, sin inflamarse en la suprema idea revolucionaria.

Los personajes de Vassilis en El forense me resultan falsos y más falsa aún la acción, si bien no niego la loable intención del autor al intentar unir en su argumento el polvo y las estrellas, errando, a mi juicio, en el mismo terreno que Márkaris, como explicaré a propósito de éste más adelante. Sólo que en Vassilikós ese desfase de universos resulta excesivo: no me acabo de creer esa mezcla, ese batiburrillo más bien, de multimillonarios, divas, terroristas de pacotilla y crápulas con título que me pareció la novelita, por muy abigarrada que sea la sociedad griega. Pero menos todavía me gustó la moraleja?, llamémosla ahora asina, política, que raya el panfleto o, lo que es peor, incurre en la forma más cutre de realsocialismo.

Z  me parece bastante mejor, rescatando además un episodio oscuro y trágico de la Historia y el imaginario colectivo reciente del pueblo griego. Es más cercana y completa, resulta más creíble tal vez por su proximidad al reportaje periodístico de investigación, a la crónica de sucesos, a la realidad de la calle en definitiva. Sin embargo, algo atenuados, tiene los mismos vicios. No sólo es más ambiciosa por sus dimensiones, por la potencia del tema escogido o por el riesgo de su técnica narrativa, sino porque creo que consigue levantar una serie de personajes secundarios tomados directamente del mundo popular griego que sí son creíbles, al contrario que los de El forense, personajes de política-ficción más que de ficción-política. Y junto a estos hombres y mujeres, la descripción del mundillo en que se mueven -Zesaloniki mu de fondo-, en especial el ambiente turbio de la ultraderecha griega de aquellos años 60, como el de todas, absolutamente tenebroso, tétrico, aquí sí acierta, con una policía corrupta hasta la médula.

Por lo que se refiere a Márkaris, no es tan ambicioso en el planteamiento de sus novelas, sino más sintético sin renunciar a lo narrativo, pero no pretende encarnar conciencia colectiva alguna, a lo sumo una doméstica de ayuda mutua, no una revolución internacional o nacional, sino una tribal, más humilde pero no menos radical, pisando las calles del barrio, atento a lo colectivo, pero sin abanderarlo. No hay épica como en Vassilikós, como mucho una pequeña/gran epopeya personal del trabajo bien hecho y de los buenos sentimientos, sin aspavientos ni heroicidades, eso sí: con tristeza y amargura, además de la ironía, del humor en general.

Aeropuerto Elefzerios Venizelos
Grecia, verano 2012

3. Realismo narrativo

Vassilikós es ideológicamente más lineal, y la trama de El forense, siendo más grandilocuente que las historias de Márkaris, como próxima a ellas por su mutua adscripción al género policíaco es, no obstante , menos creíble. El intento de verosimilitud está presente en ambos autores, también en la novela negra en general, como subconjunto que es del realismo literario.
Y aquí retomo ese tema que dejamos pendiente y sobre el que prometí volver, a propósito de cierta falla, la única que a mi entender se produce en la credibilidad de la narración de Márkaris, Noticias de la noche, y  en otras.

Creo que rechina la verosimilitud cuando sitúa a su protagonista Jaritos al frente de Homicidios, junto al Jefe de la Seguridad Nacional, tal vez en un intento de involucrar en la acción a las "altas esferas", cuando la mayor parte de la acción real, la que se desarrolla ante nuestros ojos de lectores, transcurre en las calles, los bajos fondos, en barrios de tercera y algunos despachos no siempre bien amueblados. Aunque las altas esferas siempre se libran, y eso lo deja claro, tampoco logra Petros describirlas con autoridad, parecen personajes interpuestos, un poco forzados a salir a escena: se trata de un directivo de televisión, un excomunista que se ha hecho millonario y un ministro que aparece un poco de prestado. Ni el ejecutivo de televisión, ni el excomunista parecen realmente de los Intocables, al estilo de los increíbles navieros de Vassilis en El forense. No son  personajes del gran mundo, se dirían advenedizos sin conciencia, pero accesibles.

Da la sensación de haber dejado escapar de su red crítica a los peces más gordos, no a éstos, sino o a los que no aparecen, los dueños de la riqueza,  la verdadera alta burguesía, primera responsable de la situación que del país se nos describe. (Esta es una característica que, para mí, se mantiene en sus siguientes libros, y este paréntesis es actual).
Supongo que no será fácil hablar en una novela de lo divino y de lo humano, pasando del lumpen-proletariado a la aristocracia, a través de una historia deliberadamente humilde -Márkaris- o ambiciosa -Vassilikós-. Ahí está el reto.

Siendo Z  un caso un poco aparte de las otras tres novelas citadas, por lo que tiene de reportaje político como dije, habría que tratarla en otro lugar; pero es más lo que comparte con ellas que lo que las separa. Y ello es, insisto, los personajes populares de la Grecia profunda y la descripción de su pensamiento, cuando lo hay, de sus ritos y afanes, sus tristezas y sus alegrías o sus domates yemistés, sus tomates rellenos. Esto lo hace bien Vassilis en Z  y aún mejor Petros en sus dos libros.

Márkaris explica  en una entrevista, su afición a los yemistes.

http://www.youtube.com/watch?v=KNIxFhoYQXc

Vassilikós, con su intento barroco en Z, o su búsqueda de brillantez en El forense, que deviene mera sofisticación según creo, parece aspirar a la gran literatura -oficial-, y en lo íntimo, como autor, a representar la figura del intelectual oracular y moralista, resultando por ello en muchas ocasiones no barroco y ecléctico, sino recargado y aburrido. Es pura especulación personal, naturalmente.

En Márkaris no se da esa figura, entre otras razones porque sus historias no están contadas desde el punto de vista del autor, un deus ex machina incapaz de desaparecer detrás del que habla, primera o tercera persona - contando con que Vassilikós pone en juego mayor variedad de recursos narrativos y literarios-, sino a través de un personaje que, por añadidura, es un contrahéroe. Un héroe en negativo, un bueno en las filas de los malos que deberían ser buenos, pero que podría ejercer de ambas cosas si llegara el caso, sin perder de vista cierto balance positivo a favor de la justicia real ¿?, con el necesario nivel de escepticismo. No es tan fatalista como el clásico antihéroe, pero sí equívoco como él, con la dificultad que esto añade a la compresión de un pensamiento, y más el del autor que se esconde detrás.

Tal vez el matiz esté justamente en su nivel de integración: el antihéroe descree totalmente del mundo que lo rodea y aparece como un fuera de la ley, aunque sea un francotirador de la justicia. El contrahéroe tampoco cree en el sistema, pero disfruta de un nivel de integración superior, no va por libre, obedece aunque sea a regañadientes, y en el plano personal cuenta con cierta estabilidad sentimental, y cierta seguridad y equilibrio. En el caso presente, Kostas Jaritos tiene una familia. Es un tipo bastante integrado, eso lo hace también cercano y es más fácil la identificación y la complicidad con el lector. En este sentido es un protogonista más convencional que los de Vassilikós, y desde luego más que los de las novelas del género.

Pese a que el personaje pueda ser un alter ego del autor, Márkaris no aparece de forma tan explícita, ni siquiera al modo de Cide Hamete o Cervantes en el Quijote, como lo hace Vassilis con su ideología pimpante, con diagnóstico y tratamiento incluidos contra el morbo político. Aparición demasiado grosera, frecuente e innecesaria. Lo que no significa que la propuesta de éste carezca de mérito, siendo más arriesgada y ambiciosa, literariamente, que la de Petros.

Plaka. Atenas.
Grecia 2012

En definitiva, prefiero el intento modesto pero sensible de Márkaris, sin renunciar al estilo, que lo tiene, el suyo y el de la novela policíaca, y agradezco como lector que se esconda un poco como autor, renunciando a la presunción o al exhibicionismo, y huyendo del didactismo catecumenal de su compatriota Vassilikós.
Otro detalle que me parece significativo es el hecho de que Petros cultive el humor y Vassilis poco.

En el terreno de las verdades eternas, sean estas políticas o religiosas, Vassilikós es el doctrinario e imparte esa doctrina a sus acólitos/lectores, pueblo oyente, etc., mirándolos desde el púlpito. Márkaris se pone a la altura de los parroquianos y saca una consecuencia ética de la moral de cada individuo/personaje, donde la doctrina es secundaria: Por sus acciones los conoceréis, se podría decir. Vassilis sería un pedagogo teórico en la poltrona, Petros un filósofo cínico hiperactivo. O, dicho de otro modo más político, Vassilikós es un cura en busca de grey, un gurú heleno a la francesa o un intelectual orgánico con canonjía y rebaño un tanto apesebrado. Márkaris una oveja descarriada pastando en el ágora, un partidario de la acción directa, un ilegal o un paria que tira al monte (hoy, marzo de 2013, no estoy seguro ya de pensar lo mismo...).

Pero, todo lo anterior, sólo como autores, no como personas, aún en el reino de la apariencia que es la Literatura.

(Continuará...)

Isabel M. Melendi.

Ramiro Rodríguez Prada.


P. D. Esta es la segunda parte de un trabajo realizado mano a mano con la mi morena el año 2005. También lo he dividido porque era demasiado largo para una sola entrada. Mañana hablaremos un poco de cine y literatura a propósito de los autores estudiados, con un pequeño apartado final dedicado de nuevo a Márkaris.
Λουκιανός Κηλαηδόνης.   Το Ματς.  El mach.

http://www.youtube.com/watch?v=QT3TZgH0D7Q


Salud, pues, y hasta mañana.