lunes, 8 de abril de 2013

Palomares -3


Réplica de palomar palentino


El Paráclito


Llegaron corriendo los guajes diciendo que se les había aparecido el Espíritu Santo.


-¿Dónde?

-¡En el palomar!


Nos echamos a reír, como es natural. Pero los tres rapaces se pusieron muy serios. Juraron por dios que se les había aparecido encima del tejado del palomar del ti Doroteo. Se atropellaban unos a otros explicando el prodigio.


-¡Vale, vale!, por partes y de uno en uno. A ver, primero el más pequeño, ¿tú, Diego, qué fue lo que viste?

-¡Al Espíritu Santo!

-Ya, ya, pero ¿cómo?

-¡En forma de paloma!

-¡Blanca!, lo cortó Manuel, el mayor.

-Deja que hable él. ¿Y qué más?

-¡Nada más!

-¡Era muy blanca!, insistió Manuel.

-A ver, Adrián, tu qué viste?

-¡Pues al Espíritu Santo en forma de paloma!

-¿Y cómo sabes que era el Espíritu Santo?

-¡Porque era blanco!, se apresuró a contestar Manuel otra vez.

-¿Pero qué pensáis que todas las palomas blancas son el Espíritu Santo?


Tres modelos de palomares de Tierra de Campos.  Palencia.


-¡Ésta sí era el Espíritu Santo!

-¿Porqué?

-¡Porque brillaba muchísimo!, dijo Adrián.

-¡Y el ti Doroteo no tiene palomas blancas!, añadió Manuel.

-¡Claro!, remachó Diego.

-¿Y qué creéis que el Espíritu Santo se le anda apareciendo a los primeros mocosos que pasen por el palomar del ti Doroteo?


Diego se encogió de hombros, pero Adrián y Manuel no estaban dispuestos a dejarse convencer tan fácilmente.


-¡Era el Espíritu Santo!, insistió Manuel tozudo frunciendo el entrecejo y mirando al suelo enfurruñado.

-¡Sí!, apoyó Adrián, menos convencido ya.

-Pero vamos a ver, ¿cómo podéis estar tan seguros?

-¡Porque es igualita a la paloma que hay pintada en la iglesia!, aseguró Manuel mirándome con cara de estar esgrimiendo el argumento irrefutable y definitivo.


Diego y Adrián permanecían expectantes aguardando mi contestación.


-Está bien, y ¿cómo se os apareció?

-¡De repente!, volvió a la carga como un rayo el pequeño con una sonrisa de oreja a oreja viendo que por fin empezaba a creer su historia.

-Sí, pero cómo: ¿apareció de golpe en el tejado?

-Vino volando, dijo Adrián como si una pregunta tan simple no mereciera más que una respuesta obvia.

-¡Pero muy rápido!, lo apoyó de nuevo Manuel.


El Pulgarzito.  La caena.  Sinto.



Palomar circular palentino


-¿Y qué hizo?

-Se posó en la picorota del palomar ¡y brillaba mucho!, aseveró Adrián.

-¿Y qué más?

-Nada, ¡estuvo allí posado!, y Diego me miraba triunfante.

-¡Y revoloteaba cuando llegaban palomas!, dijo Manuel.

-¿Y qué pasó después?

-Bajó al tejado, siguió Manuel.

-Bueno, ¿y qué?

-Se subía encima.

-¿Encima de las palomas?

-¡Sí!, afirmaron a un tiempo moviendo las cabecitas al unísono de arriba abajo.

-¡Entonces no era el Espíritu Santo!, concluí tajante, zanjando la cuestión.


Se miraron los tres con la boca abierta sin comprender mi repentina seguridad y me interrogaban con los ojos esperando tal vez que les aclarase aquel misterio. Allí los dejé.


Ramiro Rodríguez Prada


Tomás Méndez Sosa. Lola Beltrán.  Paloma negra.

Palomar con patio de servicio.  Palencia.

Las réplicas de los palomares, de barro como las paredes de los originales, son de un artesano palentino del que desconozco el nombre. Bien lo siento, porque es un trabajo interesante, gracioso y bien hecho. El estornino versicolor, que fue quien me permitió fotografiarlos en su nido de Gijón, los recibió como regalo de una amiga palentina. Aunque he indagado, no he obtenido la respuesta apetecida: la curruca está en la inopia en estos temas y no sabe res de res.

Me llamó la atención la distinta orientación de los dos palomares que quedan vivos en mi pueblo, el del primer capítulo está orientado al este y el segundo al sur; parece que ésta última es la mejor y la mayoría de las construcciones la siguen, pero tampoco son raras las excepciones.

A partir de los años sesenta empezaron a desaparecer los palomares. Ni los palomos ni la palomina constituyeron nunca la base de la economía de los campesinos, sino una pequeña ayuda y en ocasiones un lujo que sólo se podían permitir algunos agricultores con más medios económicos. Así, poco a poco, fueron quedando en desuso y arruinándose.

El número de nidos (dispuestos en tresbolillo) y por tanto de parejas estaba en torno al centenar. En Isla Cristina, Huelva, el Palomar de la Huerta Noble, del S. XVIII, parece que tendría espacio para 36.000 palomas. Pero este es un caso singular. La mayoría de los que se pueden ver en León, o en imágenes de Tierra de Campos (Centro de Interpretación de los Palomares, en Santoyo, Palencia) y en estas fotografías de la dirección de abajo en Zamora (Centro de Interpretación de los Palomares y Aula de la Naturaleza, en Villafáfila), van desde 100 a 1000 nidos.

Fotografías de palomares

Y en este estupendo y completo trabajo, podéis informaros de las características constructivas de los palomares, con apartados muy instructivos también sobre Tapias y Adobes.

Nada más por hoy. Que siga la buena salud de la tribu, queridos palominos.

Pulgarzito.   Funky tribu.  Sinto.



Ramiro