jueves, 18 de julio de 2013

Σκιά των Αγίων Αποστόλων, Sombras de Santos Apóstoles


Αγίοι Αποστόλοι. Εύβοιας. Ελλάδα.
Santos Apóstoles. Eubea. Grecia. 
Agosto 2012.

Sombras del jardín


En un rincón del jardín había una sombra inquietante, los gatos la evitaban. No tenía una forma definida que se identificara con algo conocido que infundiera miedo a primera vista, de hecho la sombra variaba dependiendo del ángulo solar, de la brisa e incluso de la estación del año.

Me tenía tan intrigado el asunto, que llegué a estudiar una por una aquellas especies que yo mismo había plantado, sin hallar nada concreto que me hiciera pensar en las causas de aquel extraño comportamiento de los animales de la casa. Porque también el perro parecía tener reparos en acercarse a esa esquina y nunca lo vi alzar la pata para soltar allí su chorrito de marcaje territorial.

Pensé en un primer momento en cuestiones puramente físicas, en algún aroma particular que actuara de repelente, del mismo modo que los hay muy atractivos para los animales, y los gatos en concreto son aficionados al olor de ciertas plantas con las que se restriegan y perfuman casi hasta la embriaguez felina.

Pero no era el caso, ninguna de ellas tenía virtudes de ese género.

Tras descartar otras explicaciones, como la forma de las plantas o las flores, porque además eran especies que se repetían por todo el jardín y sólo en aquel rincón parecía haber problemas, o la posible existencia de alguna corriente de aire molesta para los bichos que tuviera allí una particular incidencia, el color concreto de la sombra y sus variaciones a lo largo del día y de las estaciones -porque el estudio del tema me llevó más de un año-, o la existencia de alguna madriguera de ratas, ratones o topos, que son los animales más habituales en los jardines, después de evaluar esas posibilidades, digo, tuve que darme por vencido y limitarme a observar, sentado en el porche, el curioso proceder del perro y de los gatos cuando se aproximaban a aquel sitio.

Me dio por consultar también un libro de botánica oculta, no por creencia en metafísicas, sino por si encontraba algún dato que, convenientemente traducido a los términos de la razón, me ayudara a explicar el fenómeno.
Pero las plantas que proyectaban esas sombras tampoco atesoraban leyenda alguna de malditas, eran flores comunes, presentes en cualquier parterre.

Fue un 18 de julio, lo recuerdo por lo significativo de la fecha y por lo que pasó. Era la hora de la siesta y el sol calentaba desde lo alto dibujando en el jardín las sombras más densas del día. El silencio era total y yo descansaba adormecido en una silla del porche. Tumbado a la sombra en las frescas losas, junto a mi, el perro dormía a la pata suelta.

Θανάσης Παπακωνσταντίνου. Γιάννης Αγγελάκας.   Άτμαν. 



Ayi Apostoli. Evias. Santos Apóstoles. Eubea.
Elada. Grecia, verano 2012.

La gata estaba también dormida, echada en la hierba a la sombra del muro del jardín, no muy lejos del rincón de la misteriosa sombra. La primera en  prestar atención y alzar la cabeza fue ella. Estuvo unos minutos vuelta hacia el rincón como si oyera o viera algo. Al fin se levantó y se fue alejando temerosa sin dejar de observar, quizás vigilando algún movimiento que yo no alcanzaba a ver. El perro se había despertado también y se dirigía hacia allí. Al cruzarse con la gata ésta se paró, se sentó y se puso a contemplar al perro, que iba trotando y parecía muy decidido a enfrentarse a...., a lo que fuera, ¡él sabría!

Pero poco antes de llegar a la sombra, bajó el paso hasta detenerse por completo a un metro de distancia. Miraba al suelo, cubierto de césped  en los lugares donde no había plantas arbustivas o flores, con la fijación de un perro de caza ante la pieza. La gata seguía sentada sin moverse, pero muy atenta al desarrollo de los acontecimientos.

En ese momento se me encendió la bombilla en la cabeza, ¡una culebra!, ¿qué otra cosa podía ser, cómo no lo pensé antes? La postura del perro fue la que me iluminó.
Cogí lo primero que encontré, una azadilla con la que suelo escardar de malas hierbas el jardín, ¡la serpiente no iba a ser una anaconda!, eso sería suficiente para alejarla, o partirle el espinazo si la veía peligrosa.

Era algo mucho peor que eso, estaba la legión entera con cabra y todo. Parecía una especie de misa de campaña, oficiaba Rouco secundado por otros progresivos como él. En las primeras filas, rodeando al que parecía el Caudillo, pero en miniatura, estaban las autoridades religiosas, civiles y militares del último siglo, incluidas las de ahora.

Vestido de monaguillo figuraba Gallardín en el altar, aunque a un lado y sin participar en la ceremonia, portaba un banderín con la imagen bordada de la Inmaculada Concepción.
Estaba la plana mayor del partido en el Gobierno y algunos meapilas y chupacirios socialistas, me pareció ver también a la Chacón haciendo el saludo militar en la frente con el puño izquierdo, pero esto pudo ser visión.

Quedé tan sorprendido y alelado como la vez que apareció Rouco por el desagüe del fregadero. ¡Lástima de un lanzallamas! Me puse a sacudir estacazos a diestro y siniestro pero eran como hormigas, en un momento desaparecieron todos.

Θανάσης Παπακωνσταντίνου.  Erotisi kriseos.


Αγίοι Αποστόλοι. Εύβοιας. Ελλάδα. 2012.

¡Tenían todo el jardín horadado, lleno de pasadizos bajo tierra, como el Vitcong! Ellos les llamarían catacumbas. Apliqué la manguera a máxima presión en la salida, que estaba muy bien disimulada con un tapín circular de césped. El agua, supongo que después de inundar las galerías, salía por todos lados, el jardín parecía un queso gruyere, ¡estaba invadido!, pero no salió ningún gusano, por algún sitio escaparon.

Hemos puesto en venta la casa, malos tiempos para vender, me gustaría encalomársela a la Obra, al Obispedo o a alguien asín.

Mi psiquiatra, que está de atar, peor que yo, y va de cuero negro a la consulta con sombrero tejano y espuelas, y llega en su Chopper como si fuera el malo en su caballo, me dice que no puede hacer nada y me aconseja llamar a un exorcista de esos nuevos que habilitó ahora el Mago de Terra Chá, que vienen muy preparados, eso dice él...

¡¿Pero cómo voy a llamar a un exorcista para que me eche a Rouco del jardín?!, ¡es como meter a otra zorra en el corral! ¿No sería mejor sulfatar?!, le pregunté. Pero el enterao va de ecologista radical y lo desaprueba. En la ironía de si la chupa que él vestía era de fibra de cáñamo o de piel de cura preconciliar no quiso entrar.

Ramiro.

Σωκράτης Μάλαμας.  Θίασος. Compañía (Cia.)


Salud