jueves, 8 de agosto de 2013

68


Oviedo, 2012.



Salí a tirar la basura



y cerca de los cubos estaba mi amigo, el hombre que pasea al perro. Nos dimos un abrazo nada más vernos. No hemos intercambiado información sobre nuestras vidas, somos prácticamente dos desconocidos, pero coincidimos muchas veces en la calle, él sacando al perro y yo tirando las bolsas, y hasta hemos fumado, reído y llorado juntos, sentados en las escaleras de acceso a la finca. Hay entre nosotros una complicidad silenciosa, emotiva, que no pide más. Le sugerí echar un cigarro, aceptó encantado y nos sentamos en un escalón. El perro ya me conoce, y también mi relación con su amo, así que se sentó a nuestros pies, resoplando resignado y mirando para otro lado. Acabamos el pito y nos despedimos casi sin palabras, con otro abrazo. El chucho nos miraba confundido, ¿No va a pasar nada más hoy?... . Entré en casa muy reconfortado, riendo y sintiéndome un poco menos solo.



Graham Parker.  Children and dogs.




Salud y felices pesadillas


ra