miércoles, 20 de noviembre de 2013

La catábasis


Los sastres de la Balesquida en la plaza de la Catedral.
Oviedo 2012.

Recosido de urgencias o Lo que sube baja


Todo fue culpa de un chivatazo del Legía para ponernos en apuros, obligando al buen arosano a solicitar su auxilio y de paso divertirse un rato a nuestra costa.

De la mayoría de lo que sigue me enteré meses después por boca del propio Valle. La noche de Difuntos, cuando bajamos del campanario a la nave de la Catedral donde nos esperaba un cura con cuatro municipales, estaba sordo total, y más que sordo trascendido, flotante, por el efecto de las ondas sonoras del toque de Clamor de la Wamba, treinta campanadas más lentas y quedas que el toque a muerto, pero que retumbaban en el interior de mi calavera anulando cualquier otro sonido. Y no sólo mi cuerpo se estremecía y temblaba, veía también a mis compañeros trémulos y con los ojos casi fuera de las órbitas.

La escena a la que asistimos a continuación era digna del cine mudo, un típico diálogo de sordos con los policías y el cura.
Nada más poner los pies en las losas de la nave los policías se nos echaron encima. Veía a Valle haciendo gestos ampulosos de fantoche y supongo que dando grandes voces, a juzgar por lo colorada que se le puso la cara y el movimiento convulso de su boca. Los municipales habían sacado las esposas, pero algo debió decir el viejo porque se detuvieron de golpe y nos soltaron. Como no sabía lo que les había dicho yo me reí para mis adentros imaginando la frase, ¡Pero cómo me vais a esposar si soy manco, lumbreras!

En realidad don Ramón sólo había dicho, ¡Un momento señores, qué clase de atropello cometen, dejen que este anciano les explique!
El arousano intentó convencerlos de que había subido con nosotros a la torre para enseñarnos la ciudad, que se nos había pasado el tiempo sin conciencia de la hora, que incluso pensábamos que la Catedral permanecería abierta toda la noche en esta Víspera de Difuntos, para que los fieles pudieran rezar por sus muertos, que en otros lugares así se hacía, que sus colegas de la Cofradía de Ánimas no habían desmentido este extremo...

No le creyeron y los policías volvieron a enarbolar las esposas. De nuevo se encaró Valle con los municipales echándoles el alto. Se había colocado delante de nosotros y nos protegía con su cuerpo arrugado y escurrido. Veía cómo se le movían las barbas y los labios y cómo braceaba con su miembro sano. El primer funcionario se había detenido cuando el maestro le tocó el pecho con su dedo índice. Le estaba diciendo algo que lo confundía por completo y se giraba para corroborar su propia sorpresa en el rostro de sus colegas, como si no pudiera creer lo que oía. Al parecer Valle  le estaba diciendo que conocía a sus padres, ya difuntos, y a toda su parentela hasta la última generación de la que había memoria sobre la tierra. Le dio incluso los nombres y lugares de nacimiento de sus tatarabuelos.

No se atrevían a actuar y buscaban consejo en el mosén. Éste, parapetado tras los uniformados, hacía muecas de fastidio e impaciencia y parecía instar a los indecisos policías a que cumplieran con su deber. Un segundo hombre se adelantó con las esposas y otra vez don Ramón lo detuvo en seco cada vez más excitado. Me imaginaba las voces que estaría dando por su rostro crispado y encarnado, y por los enérgicos molinetes que dibujaba en el aire con su brazo en alto. Con la capa, la chistera bien encasquetada, la barba de santo loco y los botines, parecía un figurín de Mefisto recién salido del infierno. Sólo por su aspecto no sé cómo no nos habían mazado ya a toletazos. Pero el segundo cancerbero lo miraba con la boca abierta mientras Valle le leía, como al anterior, la cartilla de sus ancestros.

El cura, que observaba la escena, Con ojos bizcos y suspicaces, inquietos como los de las gallinas enjauladas, según palabras del genial zombi, dijo entonces algo que debió convencer por fin a los servidores de la ley. Valle me contaría después que él también estaba totalmente sordo, pero que no hacía falta ser adivino para saber lo que pueden discurrir un medio sotana y cuatro sacristanes del ayuntamiento.
Don Ramón se dirigió directamente al sacerdote atravesando la fila de policías, que le abrieron paso, y le puso la mano en el hombro. Parecía hablarle al oído, muy quedo, como si estuviera confesándolo o dándole algún consejo privado. Lo miraba a la cara y acto seguido miraba a los policías y seguía hablando. El cura, más alto, agachaba la cabeza escuchando a Valle, que se entretenía, con delicadeza monjil, en quitarle caspas de los hombros de la sotana mientras le hablaba.

Parece que el manco le contaba con pelos y señales, hasta la séptima generación, la antigua amistad de su familia con la del actual obispo franciscano de la diócesis ovetense, descendiente de carlistas. El cura parecía sin duda conmovido por las palabras de Valle pero no tragaba. Yo veía al viejo, rojo, a punto de salir de sus cabales. Si eso pasaba nos caerían el doble de toletazos que al principio.
En un momento vimos que Valle apretaba un poco el hombro del cura, que agachó algo más la cabeza para acercar la oreja a los labios del sabio manco. Dice que le dijo, ¡Ya me encargaré yo de que te nombren párroco de la aldea más cutre y remota de toda Asturias, corneja!, eso le dijo.

El cura se sacudió la garra del gallego separándose y conminó a los municipales a que dieran por concluida aquella reunión esperpéntica y absurda, prendiéndonos como los romanos prendieron a Cristo. Así vi yo a don Ramón, como a un bendito Cristo encolerizado, repartiendo zurriagazos entre los mercachifles del Templo, tal cara se le puso. Lívido de ira, salpicando gotitas de saliva mientras peroraba, dio un saltín y extendió el brazo protegiéndonos, cual Moisés ordenando separarse a las aguas del Mar Rojo. ¡Estaba inconmensurable el gran dramático!
Mientras tanto, Sebito y yo habíamos permanecidos sordos y mudos sin movernos del arranque de la escalera.
Me contó Valle que no había querido sacar su as de la manga hasta el final de la partida, si no se arrugaban antes los inquisidores, por no deber otro favor al Legía. Les dio el nombre del político regional con el que cenaban esa noche el jaque y su compinche Porfirio en la ciudad, y el número de móvil del macarra.

Estaban tomando copas en un puticlub cercano y en un cuarto de hora se presentaron en la Catedral. Traían una pupila que a saber dónde se habrían agenciado. Fue el diputado el que nos sacó de allí sanos y salvos después de un intercambio de palabras con los municipales y el canónigo. Antes de salir como señores por la puerta principal, Don Ramón le lanzó una mirada al consagrado para echarse a temblar, como aún tremábamos nosotros bajo los efectos de la Wamba.

Las risas de los malevos y el político regresando al puticlub, pusieron la mosca detrás de la oreja de Valle, sospechas que confirmaría días después cuando, de vuelta a Vilanova, a Porfirio se le escapó una indiscreción, distraído, mientras conducía el Mercedes.
La coima, que acompañaba al diputado, miraba a Valle divertida como si estuviera viendo a un dinosaurio en bragas. El gallego, temblón y sordo todavía, pero conservando el oro de su voz, se dio cuenta y se paró encarándola, ¡Qué carayo miras, Putifarina, no tienes bastante con tu Romeo!, creo que le dijo, lo que provocó una carcajada general.

El viejo estaba revotado y se negó a entrar en el local. Me pidió que lo llevara a mi casa. Llevábamos ya tres días en Asturias y yo no había visto a la familia todavía. El Legía trataba de convencerlo para seguir la farra y a mí lo que me apetecía en ese momento era beber algo. Tenía un secaño terrible después del pedazo de cecina que comí en el campanario y el apurón de la bajada. Pero Valle se negó en redondo a dejarnos entrar. Esta era una noche de renuncias y había que meditar sobre la Muerte y el Prodigio Musical vivido en la torre. Sebito, con las orejas gachas, miraba con mezcla de gula y resignación las tetas del pendón.

Homobono Sartorio Agujetas, alfayate de pobres, remendón.

EPZ EL PULGARZITO.  Tanto truco.


Salud


P. D. La ventana del blog  Ilustrania, en nuestros Flanvoritos, y del que hablé ayer en otra postdata, ya está actualizada y diariamente podrá seguir quien quiera su viaje por Jordania. Muchos besos y suerte!

Ramiro