domingo, 24 de noviembre de 2013

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Tren de contenedores.
Aeropuerto. Kos. Grecia, julio 2013.


Salí a tirar la basura


consciente de que estaba fuera de mis cabales. Ya nada más pisar la calle me vi perdido. Arrastré las bolsas por toda la ciudad y mucho más tarde, cuando pasaba junto a una estación de ferrocarril, me apeteció entrar en la cantina, que tenía luz, a tomar un café. Dejé las bolsas a la puerta pensando en que tal vez alguien de la estación pudiera hacerse cargo de ellas y las tirara. Me parecía extraño no haber visto ningún contenedor, ni siquiera papeleras, en las dos o tres horas que caminé por la ciudad. En la cantina sólo había dos hombres en la barra con cara de insomnes aburridos. Pedí un café solo y me dediqué a saborearlo despaciosamente. No tenía prisa ni sueño, sólo me notaba un poco atontado y, bueno, perdido, seguía sin saber dónde estaba. Me da un poco de corte preguntar dónde estoy y prefiero descubrirlo por mi mismo. Pagué el café y me disponía a salir al andén cuando por la megafonía anunciaron la llegada de un convoy. Un mercancías. No sé porqué me entró prisa y salí rápido, como si lo fuera a perder. Las bolsas seguían junto a la puerta, las cogí y subí al tren. Al amanecer desperté dormido sobre las bolsas de un contenedor repleto, en una larga fila de ellos alineados en una vía muerta, muy lejos de casa.



Adoniram Barbosa. Gal Costa.  Trem das onze





Salud y felices pesadillas


ra