martes, 17 de diciembre de 2013

Η Ρόδος. Rodas -3


La muralla medieval sobre el puerto de pescadores de Kolona.
Rodas.  Grecia, verano 2013.


Rodas -3


Buenos días. Para entender un poco la prosperidad de Rodas durante la estancia de los Caballeros de San Juan en la isla, desde 1309 cuando desalojaron a los otomanos, hasta 1522, en que éstos, con Solimán II, volvieron a recuperarla, puede venir bien esta cita de Durrell de su libro sobre la Venus marina:

Los historiadores han hecho notar el cambio gradual que se produjo en el carácter de la Orden, después que conquistó a Rodas y obtuvo también los vastos bienes que le dejaron los difuntos templarios. La acumulación de enormes riquezas materiales, dicen algunos, minaba en forma gradual la estructura moral de la organización. Los intereses seculares habían empezado a competir con los espirituales. 

Y es que la Rodas medieval impresiona. Pero no sólo por la espectacularidad de sus gruesas y altas murallas, las siete puertas que se abren en ellas, sus torres y contrafuertes almenados, el foso que la abraza por el oeste, que son al fin y al cabo las defensas de una gran fortaleza, de una caja fuerte, dada la riqueza de los Hospitalarios, y lo primero que se ve, lo evidente; o por la belleza de los edificios más emblemáticos y los palacetes de los civiles ricos; o por la proliferación de hermosas iglesias bizantinas y mezquitas otomanas; Es también, y para mí, sobre todo sus barrios populares, las tiendinas y viviendas de la judería y el barrio musulmán, las casas italianas, las placitas apartadas del bullicio, las umbrías rodeadas de árboles y flores, los pasajes oscuros, los arbotantes de piedra que cruzan las estrechas callejuelas junto a las ramas de los árboles de los jardines y las buganvilias que cuelgan de los muros, los balconcillos otomanos de madera, el maravilloso trabajo de cantería en dinteles de puertas y ventanas, el suelo empedrado sistemáticamente, con las piedras colocadas de perfil, de cantos rodados del tamaño de un huevo de gallina, pulidos como joyas, con dibujos que alternan la piedra gris y la negra... .

Este último párrafo ya me serviría como final, porque es un buen resumen del cogollo de la cuestión rodia, digamos en broma. Pero aún me quedan algunas cosas.

La elección del paso por Rodas en dirección al sur del archipiélago, hizo que renunciáramos a entrar unos días en Turquía, que fue nuestro plan inicial. Aunque, tanto desde Kos como desde Rodas, es un paseo en kaike de una o pocas millas y, en otras circunstancias, una buena opción, fácil, interesante y no muy costosa que hemos probado algunas veces.

Fanis Karoussos y el  colectivo Cok Malko.  Arabas Perna. Entarisi Ala Benziyor.

http://www.youtube.com/watch?v=xxqx-RafZis


Calle comercial de Rodas
Grecia, verano  2013.

Ahora que veo las camisetas de las estrellas, recuerdo que me referí en Sombras de Rodas a las auténticas sombras de la ciudad en medio de los ríos de turistas y el sol del Egeo, no de las que yo puse en aquellos capítulos.
Son una docena de niños y niñas gitanos muy pequeños, la mayor no tendrá doce años, que ruedan por la ciudad pidiendo, tocando distintos instrumentos, componiendo estatuas en plazas y, en definitiva, buscándose la vida como pueden. Son la otra cara de la moneda, y no la oculta de la estrella, por cierto, pues está bien a la vista de todos.

No seré yo quien pretenda reformar los hábitos de un país señalando sus defectos, teniendo como tenemos en el nuestro ejemplos tan duros que nos avergonzarían igualmente, pero la realidad es ésa. Los padres ni pueden ni quieren responsabilizarse y el Estado, que es quien debería buscar soluciones, pasa de todo, y los niños siguen tirados todo el día por las calles.
Pero repito lo ya dicho, les dedicaré una entrada para tratar el tema más en profundidad y ya que tengo algunas imágenes, no muy buenas porque siento tristeza y vergüenza al fotografiarlos directamente y son robadas, la mayoría en marcha o desde lejos, pero servirán para ilustrar el texto y darán una idea más precisa del problema.

Y como hablar de necesidades, a los hijos de la posguerra nos abre el apetito, haré sólo una última referencia a la comida, puesto que ya dediqué varios puntos a ella en el capítulo precedente.
Seguramente no soy un buen guía gastronómico de Grecia porque no me puedo permitir determinados lujos, y no por falta de gusto. Por eso sólo comimos media docena de veces en Rodas de babero, es decir en restaurantes con algo de porte, y eso contando la comida que hicimos en el sur de la isla el día que alquilamos el coche.

Pero la comida popular griega es muy sabrosa y lo más común lo conocemos bien. Mejor los restaurantes apartados del interior de la ciudad vieja que los céntricos. Buenas carnes a la brasa, berenjenas imám y melintsanosalata. 
El vino tinto de la isla tiene personalidad, no estoy seguro de si es el Kalavarda del que escribe Durrell, pero creo que sí porque es como él lo describe, fuerte y tosco, aunque de un sabor no tan peculiar como ese tinto de Limnos que llaman Kalambaki, ¡y muy caro!, y eso que lo sirven a granel en jarras de medio litro, misó kiló, como en toda Grecia.

Y también probamos un par de blancos y la retsina, más barata, que se dejaban beber bastante bien.
En un par de cenas nos invitaron a un chupito de koriantolino, el licor tradicional de la isla que la mi morena prefirió cambiar por un seco tsikudiá cretense.
El koriantolino es una especie de ratafía parecida a la gerundense, ibicenca, francesa e italiana, licor mediterráneo donde los haya, un aguardiente con anís, aquí ouzo, y hierbas, entre las que figura el cilantro, y que puede alcanzar los 40º alcohólicos. También cercano al orujo de hierbas del noroeste ibérico, pero más suave y dulzón. Lo sirven frío, lo que lo hace más peligroso, porque entra mejor al atenuarse un poco su empalago.

Fanis Karoussos, santouri. David Brossier, viola d'amore. Ian Balzan. laúd.  Danza de Rodas.

http://www.youtube.com/watch?v=H9GDhEcpuPk


El faro de Mandraki  en la Torre de San Nikolás al atardecer.
Rodas,  agosto  2013.

Después de haber pateado Rodas durante cinco días largos, no pudimos contactar con tres personas que nos hubiera prestado ver, y que probablemente estaban en la isla.

Una de ellas era Zanásis Pájos, el chaval, el palikari que nos dejó su coche y su casa en Halkida el primer año que pasamos las vacaciones en Eubea. Lleva dos o tres temporadas currando en Rodas y de cuando en vez la morena tiene nuevas suyas a través de facebook, pero no llegamos a saber si seguía en la isla.

La segunda persona era Coralia, una amiga que hacía un curso de traducción en la ciudad, novel traductora a su vez, y con la que al final no pudimos tomar las biras que queríamos, aunque sí llegamos a hablar con ella algún día. La saludaríamos en diciembre, ya en Gijón, la tarde de la presentación de la novela de Alkí Zei, La novia de Aquiles, de la que es traductora junto a Pedro Guil, evento del que dimos cuenta aquí.

Y la tercera Konstantina, la amiga griega de Ana Capsir, Navegando por Grecia, que había pasado un tiempo en Valencia, cantando, y recientemente se había ido a Rodas. Tampoco sabíamos si seguía en la ciudad.

Cuando vamos a Grecia compramos una tarjeta telefónica, en realidad es un papel con un número que hay que incluir en cada llamada, que resulta baratísima, y que venden en los perípteros, kioskos. A veces hay problemas para conseguir conexión, pero el ahorro es grande: en un mes, en comparación con el gasto de otras tarjetas plásticas o el móvil, sólo con las llamadas a la familia y algunos amigos, se pueden ahorrar veinte o treinta eurakos. Todo cuenta, pero fue la razón de no poder hablar con Ana para saber el paradero de Konstantina. Pregunté en un par de sitios, pero nadie me supo dar pistas, hay muchos músicos y pequeños grupos actuando por restaurantes, locales y hoteles de todo Rodas. Oportunidades perdidas, una pena.

Y creo que con estos tres capítulos sobre el viaje, más los tres de la etiqueta Ombres y la entrada prometida sobre el periplo isleño, habré contado lo más sustancial y será suficiente de momento para Rodas.

¡Adío, callejuelas silenciosas y sombreadas, plazoletas solitarias, dormidas, adelfas, buganvilias e hibiscos, todo el color azul del mar y el cielo que casi abruma, tierra del sol y de la luz salvaje!...

Gregorio Paniagua. Atrium Musicae de Madrid.  Lamento.

http://www.youtube.com/watch?v=xotPWR5I8RY

Υγεία, Salud!


Ramiro Rodríguez Prada