viernes, 3 de enero de 2014

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Colchones  Rita.  El Cabanyal. Valencia.
Gijón, diciembre 2013.



Salí a tirar la basura



en una visita onírica a Levante. No especifico el lugar porque en un principio no lo reconocí. La memoria es caprichosa y sólo después de dos horas perdido por algunas calles sucias y semiabandonadas, cuando me vi frente a una vivienda en una zona de casas bajas, lo recordé. Era un barrio de Valencia en el que había estado un par de veces haría no menos de veinte años, pero no me acordaba del nombre. La casa ya estaba entonces cerrada y la puerta, las ventanas y la fachada muy deterioradas, pero se mantenía en pie todavía airosa y, hasta donde se podía ver, con el tejado en buenas condiciones. Ahora el tejado había caído y se veían por los huecos vacíos de la fachada, sin ventanas y sin puerta, las paredes medio derruidas de las divisiones interiores del hogar. Varios puntales impedían que la fachada cayera sobre la calle. Me acerqué a la puerta. Todo el pasillo estaba repleto de bolsas llenas de basura, muchas de ellas abiertas. Olía a carne putrefacta, una rata salió corriendo hacia la parte trasera de la casa. Al girarme para seguir mi camino, entristecido por aquel desastre, vi el coche de la policía, al que no había oído llegar, aparcado al otro lado de la calle y arrancado. La excusa para conducirme al trullo fue que no tenía encima dinero ni documentación alguna, andaba merodeando en pijama con dibujos de monos empalmados y parecía un moro mudo, porque no había contestado a ninguna de sus preguntas. Moreno soy, pero no tanto. Quizá fuera el fez rojo que llevaba a modo de gorro de dormir. Me querían endosar la muerte del concejal desaparecido hacía semanas, desaparición y asesinato (puesto que se descubrió el cuerpo en la casa donde me prendieron) que sus colegas políticos atribuían a la plataforma ciudadana por la defensa del barrio, muy radicalizada según ellos, que se la tenían jurada después de todas las mentiras, dilaciones y pitorreos con los que el tal munícipe, mamporrero del propio Ayuntamiento, había maltratado al barrio y a sus vecinos. Yo sólo sería la mano ejecutora, ¡una mala película! Menos mal que conozco a un pariente lejano de la ahijada de una sobrina política de un cacique castellonense, de la banda de estribor como Rita Barbeirás Ynovuelvasmás, y buen amiguete suyo. Me soltaron, eso era una garantía de más peso que cualquier vil sospecha.


Julio Bustamante.  Valencia no s'acaba mai.




Salud y felices pesadillas.


ra

Mostrando SNC00144.jpg
El Cabanyal.  Valencia,  2013.
Fotografía de  Ana  Capsir.



P. D. Aunque programo estas historias con mucha antelación, a veces se me cuelan sueños como el de hoy y desplazan a los previstos. Éste siguió a la fotografía que Ana Capsir me envió hace un mes de su barrio valenciano del Cabanyal.  A ella se lo dedico pues.

Salut!