viernes, 17 de enero de 2014

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Una limosnita por cariá


Salí a tirar la basura.



Junto a las escaleras, pero de pie en la acera, había un hombre. Dos segundos antes de pasar a su lado extendió la mano. No me lo esperaba y lo hizo tan de golpe que me asustó un poco, de hecho hice el ademán de protegerme con una bolsa. Le dije buenas noches tratando de aparentar el aplomo que un momento antes me había faltado, pero el paisano no contestó, aunque seguía con la mano extendida. Yo tenía las dos mías ocupadas y los cubos no estaban lejos, así que pensé dejar primero las bolsas y mirar después si guardaba alguna moneda en los bolsillos. Sólo llevaba una de veinte céntimos y otra de dos euros. Veinte céntimos me parecía algo poco y dos mucho, teniendo en cuenta que ni había respondido al saludo. Tal vez sea extranjero, pensé con cierto ánimo condescendiente y comprensivo, dispuesto a soltar la mosca. Al llegar a su altura, de vuelta, repitió el mismo gesto brusco. ¿No eres de aquí?, le pregunté depositando los dos euros en la palma de su mano. El tipo me miró, miró la moneda y con gesto preciso y rápido me la metió en el bolso de la chaqueta. No trabajo por menos de cinco, dijo con voz ronca y perfecto castellano. Marché dudando de que el encuentro fuera real y de si el tipo me había hecho proposiciones deshonestas. Eché un vistazo atrás y sólo vi cómo llevaba a rastras mi orgullo como una sábana vieja.



Los Delinqüentes.   Mis condiciones pajareras.




Salud y felices pesadillas


ra