sábado, 15 de febrero de 2014

Fantasmas en la Vía Láctea


La Luna en Cuarto Creciente.
Petriés.  Eubea. Grecia, agosto  2012.


Fantasmas en la Vía Láctea


Los escritores o, más justo sería decir, algunos de los que escribimos cometemos errores de bulto movidos por nuestro Ego, con el afán de deslumbrar al lector o aparentar conocimientos que no siempre tenemos. Entre los más comunes están quizá los errores históricos, fechas equivocadas, anacronismos y demás, muchos de los cuales ya figuran en las antologías del disparate.

A causa de un insomnio pertinaz he cultivado, sin mucha continuidad, una afición en la que me inició mi padre y cuyo relevo tomó mi compañera. No soy un especialista en el tema, ni siquiera un mediano conocedor, aunque puedo decir que poco a poco me voy orientando en el mapa del cielo. La Astronomía es exigente y yo no tengo los conocimientos, la voluntad, ni los útiles necesarios para hacer muchos progresos. De todos modos no me falla demasiado la vista y con unos simples prismáticos, que también usamos para la observación de pájaros, entre otras cosas, me arreglo bastante bien.

No podría asegurar si en mis lecturas de juventud, cuando apenas podía distinguir la Estrella Polar y dos o tres constelaciones muy conocidas, encontré errores o tan sólo menciones a estrellas o  formaciones estelares, porque el asunto no llamaba demasiado mi atención, y el cielo nocturno era tan inescrutable para mí como poco interesante, aún reconociendo la belleza en él, como imagino que le sucederá a la mayoría enamoradiza cuando le toca por edad.
Tampoco sabría decir si esta materia era objeto literario para los escritores antiguos, aparte de los conocidos Aristóteles, Tolomeo, Copérnico o Newton, más científicos que literatos. Ahora mismo sólo recuerdo a un moderno Julio Verne, pero a éste se le incluye entre los escritores de aventuras y ciencia ficción, lo que disculparía sus errores de haberlos cometido, por mi parte le concedo el perdón de antemano, aunque maldita la falta que le hace. Y no recuerdo ningún alarde suyo en asuntos astronómicos, al margen de su imaginación.

Entre los escritores modernos no es raro encontrar menciones a estrellas, constelaciones, galaxias o nebulosas, y no son infrecuentes los yerros graves.
Así yo, que, repito, no soy un experto, he podido leer que la Estrella Polar, que como casi todo el mundo sabe señala el norte y debería ser la primera en ser reconocida de las 3000 que al parecer pueden ser observadas a simple vista, la Polar, leí, es la más brillante de la Osa Mayor.
Lo normal en este caso sería documentarse un poco antes de meter la pata en la Osa con tanta osadía, porque me parece, lisa y llanamente, un insulto al lector. ¡Que no se trata de situar a la estrella  ZW-7887 en el cuadrante X33 del firmamento, a tantos millones de años luz de Sirio!

Para no caer en la injuria anterior, lo que acostumbran a cometer otros plumíferos espabilaos, irredentos y catetos, es buscar una estrella de bonito nombre y mostrársela a su chica maravillosa en la novela, y presumo que también a la de turno en la vida, en una no menos maravillosa noche estrellada. Una vacilada.
Sucede que tal estrella no aparece en la estación del año en que se la señala, o a la hora en que conviene al escritorín galáctico, o por el lugar que indica ¡y salga el sol por Antequera!, o en el hemisferio donde se desarrolla la acción, o, simplemente, no es posible contemplar la nebulosa H con estos humanos ojos que Natura nos concedió. De todo ello se encuentran ejemplos escritos y, por supuesto, publicados.

Parece, en definitiva, que lo importante es llevarse a la chica al huerto nocturno y, de paso, presumir ante unos lectores a quienes el fantasma astrológico, que no astronómico, considera más estúpidos que a sí mismo. Faltaría más.

Quédese, pues, el Gran Polígrafo, con la luna llena de noche, que contrasta más, y con el sol de día, al amanecer o en el ocaso, que es muy romántico. Limítese el presuntuoso a leer, si sabe, el horóscopo a su amada, comiéndole la oreja, que lo tundan y se corte (las manos).


De  27 Amaneceres y un poema (Al oeste de Anatolia).

Ramiro Rodríguez Prada. Kondopouli. Limnos  2006.


Από την συναυλία του Μιχάλη Σταυρακάκη "η αγάπη κάστρα καταλεί...", που δόθηκε στο κηποθέατρο Μ. Χατζηδάκις στις 10/07/2013. Γιώργης Γιανναδάκης - Λύρα (Lira). Ισίδωρος Παπαδάκης - Τσέλο (Chelo). Αντώνης Βουμβουλάκης - Κιθάρα (Guitarra).
 Μιχάλης Σταυρακάκης - Λαούτο (Laúd). Ευγενία Τόλη - Φωνή (Voz).

Όσο βαρούν τα σίδερα, Τα μάτια σου μ' αρέσουνε.

http://www.youtube.com/watch?v=3PFMcS5Z3SQ


P. D. Parece que no se me arregla cumplir tampoco este mes la promesa -mía y que nadie me pidió- de dedicar un capítulo a  La novia de Aquiles, de Alki Zei, y otro a Mijalis Stabrakakis, músico tradicional cretense. He vuelto a retrasarlos. Entre otras cosas pendientes a mayores, sólo de las cercanas, como las Loukumades, figuraba este comentario crítico, ya viejo, sobre algunas Grandes Estrellas de la Literatura, prometido a Ana Capsir, verdadera perita en lunas y estrellas, más que aficionada. Va por ella.

¡Salud y buena estrella!