miércoles, 21 de mayo de 2014

Η Κάλυμνος, Kálymnos


Kálymnos en la distancia, desde Ziá, Cos.
Grecia, agosto 2013.


Κάλυμνος


Buenos días. Estuvimos en Kálymnos en los 90, veníamos de Cos en un ferry que habíamos cogido al final de la tarde, un poco desalentados por no haberla podido conocer mejor. Pasando por Psérimos llegamos de noche a Πόθια, Pozia, que es la capital y puerto principal de la isla.

El desaliento pasó pronto. Enseguida hicimos parea en cubierta con un grupo de gente. Griegos, australianos e italianos. Los griegos, que seguían ruta hacia el norte, nos dijeron que en Pozia, siempre había gente esperando a los turistas para ofrecerles hospedaje. Porque ningún guiri, incluidos nosotros, llevaba pensión reservada. Éramos tres parejas.

 Αμαλία Χριστοδουλάκη-Παπαστεφάνου. Σκοπός.  Μαρούλι.

https://www.youtube.com/watch?v=o7Z9m3Axd-M

En el puerto dejamos que la italiana, muy simpática, y parlanchina como yo (que dudo de mi simpatía...), se entendiera con el taxista griego que se nos acercó. Nos llevó a los seis enlatados en su utilitario hasta Μυρτιές, Mirtiés, y menos mal que era tarde y estaba oscuro porque todavía podía haber recogido a algún griego remolón.

Es una costumbre que vimos por vez primera aquí, cada día menos frecuente, quien paga manda. Porque estos pasajeros, normalmente nacionales, viajaban por el morro, a menos que hubiera un acuerdo anterior, antes de coger el taxi. De todos modos no solía molestarnos que el taxista, que no preguntaba, parara para subir a un vecino, salvo cuando venía con la familia y las bolsas de la playa...

Parece que hubiéramos viajado por la isla en taxi todo el día, pero es que aquí nos salía más barato que alquilar un coche y los viajes no serían más de seis u ocho, alguno incluso pagado entre varios, como el que hicimos para ir hasta el embarcadero del kaike de Leros. Porque el último día en Mirtiés pasamos a esta isla.
En taxi fuimos también a ver Pozia más detenidamente, y de ahí en otro a Βαθύς, Bazí, para buscar pensión. Al día siguiente volvimos en autobús con las bolsas y en bus regresamos a Pozia el último día para coger el ferry a Patmos y Samos.

Elegimos Bazí, además de por lo que nos gustó cuando lo vimos, porque en Mirtiés, conocimos a Petros, un pescador de Kálymnos retirado, con cerca de 80 años, que nos lo aconsejó. Nos bañábamos juntos en la playa del pueblo, de arena y bastante grande, nadábamos despacín, paralelos a la orilla e íbamos charlando. Enfrente, al otro lado del canal, a menos de media milla, teníamos las preciosas vistas de la islita de Télendos, Τέλενδος, con medio centenar de habitantes, población que multiplica en verano.
El agua estaba caliente y fue de los lugares donde más disfruté del baño en  Grecia y más metros hice, siempre con calma, sin competir, todavía el hombro no había empezado a molestar.
Petros se portó con nosotros como un caballero griego. Era muy grueso y le costaba caminar. Nos entendíamos con él sobre todo en italiano y francés, y las cuatro frases y palabras griegas que conocíamos entonces. Estaba viudo y tenía una hija en la isla, era un abuelo dulce, risueño y de buen humor.

El segundo día nos propuso llevarnos en su pequeño utilitario a dar una vuelta por todo el noroeste de la isla hasta la última población al otro extremo de la bahía, Emboriós. Εμπορειός. Para un hombre de su corpulencia y edad eso era una aventura. Nos dijo que cuando informó a su hija, le contestó que estaba loco. Pasamos el día con él porque andaba a la velocidad de un triciclo. Y paraba cada dos por tres. A la hora de comer no hubo manera de invitarlo. Volvimos a la misma marcha por la tarde y llegamos a Mirtiés oscureciendo. La distancia total no creo que pasara de los cuarenta kilómetros. Hay que tener en cuenta, no obstante, que la costa es muy recortada, ¡y a qué tanta prisa!...

Nada más llegar a Mirtiés la primera noche, nos duchamos y salimos a cenar a una taberna próxima. Había media docena de mesas ocupadas, y tres músicos y un palikari que bailaba de vez en cuando algún zeibékiko. Pedimos la cena y misó kiló, medio litro de retsina fresca, a granel en una jarra. Hacía calor, en pocos sitios he pasado tanto por la noche como en esta isla. Comimos y bebimos generosamente, contentos después del chasco de Cos. Y fuimos quedando solos en la terraza con los músicos, que también bebían retsina. Los invitamos a una jarra, el dueño de la taberna trajo dos platos grandes de sandía, acercamos las mesas y seguimos bebiendo, y ellos tocando.
Pasó el tiempo y con la música cayeron varios misó kiló más. Cuando nos fuimos a casa, muy tarde, estábamos todos en paz con dios. Pero no nos dimos cuenta del tamaño de la Paz hasta que nos tumbamos en la cama. Yo puedo decir que llegué a la papelera...

Creo que fue la mayor borrachera de retsina en casi treinta años yendo a Grecia, ¡nos bebimos un pino entero cada uno aquella noche!

Del Festival de Soustas del Dodecaneso, que se celebra en Rodas, este baile de Kálymnos.
Καλύμνικη Σούστα.

https://www.youtube.com/watch?v=rtafilROEXE

Kálymnos está muy habitada, es la tercera después de Rodas y Cos, y también en importancia, capital de la provincia norte del Dodecaneso, que incluye las islas de Λέρος, Πάτμος, Αστυπάλαια, Αγαθονήσι, Λειψοί, Αρκοί, Ψέριμος, Τέλενδος (Leros, Patmos, Astipalea, Agazonisi, Lipsí, Arkí, Psérimos y Télendos), y por la pujanza de su actividad económica. Aún así también ha ido perdiendo población, desde los 25.000 habitantes que llegó a tener en los años veinte, a los 18.000 actuales, más de la mitad, unos 10.000, concentrados en Pozia, al sur. Χωριό, Jorío, interior, encima de la capital, tiene 3000 y pico, y Πάνορμος, Pánormos, a continuación porque los tres están unidos, situado ya en la costa oeste, unos 1500.

Este año veíamos en primer término, desde Tigaki y Ziá en Cos, la pequeña y oscura sierra montañosa que es Psérimos emergiendo del mar, y detrás las altas montañas de Kálymnos, más pálida entre la bruma. La diferencia, con ser el doble, no es tanta sin embargo, porque sus alturas son de 300/750 metros. Pero otra vez la impresión visual hace el resto. Cualquiera diría que es tan montañosa como Cárpatos, la más alta y proporcionalmente la más estrecha del archipiélago.
La fama de Kálymnos como montañosa se acentúa en el interior de la isla. Las carreteras van encajadas en estrechos pasillos entre montañas o a la orilla del mar, asciende por los altos acantilados, y todo el caserío, y en consecuencia su población, se concentra en los pocos lugares llanos o habilitados. El resto es peña desnuda y agreste, ni se habita ni se cultiva. Tanto es así, que Kálymnos es un destino predilecto de aficionados de todo el mundo a la escalada libre en roca.

Παντέλης Γκινης. Letra y música, tradicionales.  Ντιρλαντά.

https://www.youtube.com/watch?v=0puPONEYmQc

Esponjas de Kálymnos en Rodas.
Grecia, verano 2013.

Y llegamos a las esponjas. El Dirladá que acabamos de escuchar es una de las canciones más populares del Egeo, de la Nisiótika y de Grecia. Pero además es uno de los temas griegos que ha traspasado fronteras. Hay versiones, hasta muy actuales, en todos los idiomas, e innumerables en Grecia. La última que había oído era una de Dionisis Savópoulos que ya tenía preparada, buena toma y voz rotunda. He preferido la primera versión que se grabó, porque me parece un sonido más genuino aunque el registro sea peor.

Kálymnos es para todo el Mediterráneo y para el mundo mundial, la isla de los pescadores de esponjas, y suya es la canción.
Y ya que seguimos a dos millas de Asia Menor, un Tsifteteli de Kálymnos traido de esas costas, un instrumental para mover el ombligo.

Παυλος Κουρουνης.   Τσιφτεντελι.

https://www.youtube.com/watch?v=BDNhapYSN-I

El Dirladá era la canción principal de despedida, cuando los barcos se reunían en Pozia, pasada la Pascua Ortodoxa, para poner rumbo a las costas norteafricanas y del sur de Italia, donde se encontraban los caladeros más ricos. No sé si fue Petros el que nos describió la emoción de ese momento. Mujeres y niños despidiéndose de sus esposos y padres entre lágrimas, de chicas diciendo adiós a sus enamorados..., todo ello dio lugar a un rico folclore.

Los barcos permanecían de seis a siete meses fuera de casa, hasta que llenaban las bodegas. Iban en grupos de cuatro, uno grande de nodriza y almacén donde vivía la tripulación, y tres pequeños dedicados a la pesca propiamente dicha.
Era una vida durísima, todos acababan con problemas de salud, algunos graves y con daños irreversibles, y muchos de los buzos morían, he leído que incluso por ataques de tiburones, los cazones mediterráneos.

Como Kálimnos no tiene apenas superficie cultivable, salvo un par de valles y el más importante el de Vazí precisamente, convirtió la pesca de esponjas en su monocultivo.
La prosperidad le duró, superando por los pelos la crisis que provocó la aparición de las esponjas sintéticas a principios del siglo XX, hasta los años 80, cuando una enfermedad diezmó las poblaciones de esponjas en el Mediterráneo. No obstante sigue contando con almacenes y factorías, y abasteciendo de ellas a todo el mundo, y su estatus de momento no parece menguar. Dicen que es una de las islas más ricas de Grecia.

El aumento del turismo ha supuesto una no pequeña ayuda. Y los naturales de la isla en el extranjero, sobre todo en Estados Unidos y Australia, vuelven casi todos los veranos, fieles a su patria chica como la mayoría de los isleños.

La siguiente, recogida en un programa de TV de N. Sdregas, es una canción de boda, de las que ya he subido temas de varias islas. Pongo otra al final que creo que se grabó en una boda en Nísyros. Con la sousta y los syrtos, son de las composiciones más comunes. No figura el nombre del laudista.

Kostas Kikilis, violín. Kyriakos Bairamis, voz.  Canción de boda.  Kálymnos.

https://www.youtube.com/watch?v=L3t2mvqtmtA

He dejado para el final Vazí porque fue el lugar donde estuvimos los últimos días, tengo la sensación de que pasamos allí una semana y sin embargo no debieron ser más de tres dìas. El taxista que nos llevó la primera vez, paraba también, como Petros, en los lugares altos e interesantes, para enseñarnos el contorno de la isla. No lo hacía a nuestra costa para que corriera un taxímetro que no tenía, el precio estaba acordado, lo hacía por pura galantería y elegancia griegas. Y se reía a mandíbula batiente cuando yo le comentaba la diferencia entre su taramosalata y la de Atenas. En mi griego skiládiko le decía, Stin Azina, oji tarama, taramosalata ¡mono patata!, (En Atenas no huevas, la taramosalata sólo patata) y se partía el hombre repitiendo la frase.
La taramosalata es una ensalada de huevas de pescado (tarama) que lleva también, aceite, cebolla muy picada, limón y puré de patata. Patata se dice lo mismo en griego que en español, por algo fuimos los primeros transportistas.

Vazí es un valle de unos tres kilómetros de largo por uno en su parte más ancha, que termina encajonado en un estrecho y profundo fiordo con un puerto. Βαθύ significa profundo y es un topónimo muy frecuente en todo el país, especialmente en muchas islas con una geografía semejante. Todo el valle está plantado de naranjos, en especial mandarinos, cuya cosecha compite en ventaja con otros países del entorno porque se adelanta un tiempo la maduración. El olor a mandarina es embriagador.

No tenía playa, los chavales del pueblo se bañaban un poco fuera del puerto tirándose desde los acantilados. El cañón marítimo tendrá unos 100 metros de ancho, por 500 de largo, y otro kilómetro más en el que va cogiendo anchura hasta salir a mar abierta. Discurre entre paredes verticales que andarán también por los 300 metros. Acojonante, y muy bello lugar.
Frente al puerto había un par de tabernas y un hotel pequeño. Cenamos en una de ellas y nos acostamos tarde porque hacía un calor inaudito. ¡No me extraña que se adelanten las mandarinas! En la terraza de una taberna tocaban un violín, un laúd y una tsabouna. Se pasaron la noche tocando, no creo que molestaran a nadie porque no creo que nadie pudiera dormir con aquella temperatura. No sé si era el hecho de que el cañón se curva al final para enfilar el puerto y éste, tan empozado además, queda tan protegido que no circula ni la más mínima brisa del mar.

Mi compañera pasó la noche en la terraza. Yo con las puertas abiertas, desnudo sobre las sábanas no era capaz de conciliar el sueño. Dormía unos minutos y despertaba al poco como flotando en una nube de humedad, no sabía si soñaba o era verdad la dulzura del violín y la estridencia de la gaita, que más parecía un lamento de condenados al infierno, al fuego de aquellas noches, aunque las dos siguientes fueron algo más leves, o ya nos habíamos acostumbrado. Debí tener una docena de sueños allí, todos vívidos y significativos, muy potentes, en los breves minutos en que me quedaba dormido.
Los otros compañeros inseparables de las noche fueron los cantos de los gallos. Hay cientos de corrales y supongo que miles de gallos a juzgar por el guirigay. Cuando cantaban los cercanos al puerto, los kikirikís iban ascendiendo valle arriba cada vez más numerosos y lejanos, y cuando empezaban a apagarse, vuelta a empezar. Así, al contrario que en otras partes, hasta el amanecer. ¡Qué competencia, Panayitsa mou!

De madrugada aflojó un poco el calor, se fue la tsabouna, y debimos de caer inconscientes. Despertamos tarde y cogimos de milagro la barkula que llevaba a los pocos turistas a una de las playas. El pueblo es pequeño, unos 600 habitante y el valle se recorre en tres horas, ¿qué hacíamos el día entero en la terraza de la tabernas? Beber. Nos apuntamos por primera vez a esa costumbre de ir en barkula hasta alguna playa más o menos cercana. Se cuentan con los dedos de una mano las veces que hemos hecho esto, entre otras cosas porque no vamos a Grecia sólo a bañarnos.

Antes de continuar, la siguiente grabación puede ser otro ejemplo de porqué nos gusta Grecia: dramático, angustioso, fuertecito el baile de los ingenieros...

Danza de los pescadores de esponjas de Kálymnos.  Μηχανικός. Ingeniero.

https://www.youtube.com/watch?v=SFYKjCMLT4Y

Urbanizaciones en la península de Bodrum, Turquía.
A la vista de Cos, Psérimos y Kálymnos.

Grecia, verano 2013.

El caso es que cogimos la bolsa de la playa y llegamos corriendo a la barkula, a medio desayunar y sin pensar más. Iban dos italianas y una parejita, también italiana. Quizá creíamos que en la playa habría un chiringuito...

Nos dejó en una pequeña bahía a un par de millas de Vazí donde no había nada para comer, como no nos diera por tragar las bayas de unos enebros raquíticos que no daban ni sombra. Esos enebros han crecido en estos veinte años, pero poco, aunque he visto en una foto en Google que también hay algún pequeño olivo, debieron plantarlos después.
No llevábamos en la bolsa comida, sólo un par de galletas de chocolate de esas pequeñas de té, que vienen envueltas en celofán. Pero sobre todo ¡no teníamos agua, agua!, ni siquiera retsina. Yo tuve la suerte de coger la mejor sombra que luego compartimos con la pareja de italianas a las que había tocado la peor. Ese gesto nos valió no morir de sed allí. El hombre no volvía hasta muy entrada la tarde y ¡no veas cómo caía el sol, meu amigo!

El sitio era precioso, las aguas cálidas, cristalinas y turquesas, una enorme piscina natural, la playa de cantos rodados y arena gruesa. Y al fondo un vallecico de unos cien metros con más enebros y vegetación típica, que se empinaba hasta hacerse inaccesible. Allí recogí unas brazadas de tomillo y orégano, ya un poco secos porque estábamos en verano, pero con un olor agreste y escandaloso, fue otro de mis presentes a las italianas.

En este tema parece haber error en la escritura del título, ¿será Τι έχεις κόρη κι αρρωσταινεις?
Βιολι, Παυλος Κουρουνης, Λαουτο Μαμας Πικραμενος, Σαντουρη, Γιοργος Κουλιανος. 
Παυλος Κουρουνης (1911-1969). Canción de boda.   Tι έχεις κορι κι αροστενις. 1959.

https://www.youtube.com/watch?v=TcthFx6TOX8

No fue la sombra y el tomillo lo que las hizo compartir su agua y su escaso condumio, eran buena gente. Pero quedamos los cuatro hambrientos y sedientos hasta que llegó el de la barkula, que traía agua y sardinas asadas en un cucurucho grande de papel de estraza. Las fuimos comiendo navegando a Vazí. Ya debía estar al tanto el paisano de los despistes de los turistas...

La parejita se pasó el día en arrumacos bajo la otra sombra aprovechable de la playa, bebiéndose los vientos sin ser conscientes de nuestras urgentes necesidades. Las dos noches siguientes cenamos los seis juntos e hicimos la tertulia en la terraza hasta muy tarde.

Siempre recordaré Kálymnos con cariño, al señor Petros, lo bien que nos trataron, la viva luz no muy distinta a la de Cos, la calidez del agua, la amabilidad de la noche antes del bochorno, la curda de retsina, la tsabouna y el canto de los gallos de Vazí.

Παραδοσιακό Καλύμνου.  Θαλασσάκι (με τσαμπούνα)

https://www.youtube.com/watch?v=qSl7bfd882k


Salud y buen rumbo.


Barabarómiros.