lunes, 26 de mayo de 2014

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¡De pena!


Salí a tirar la basura



convencido de que esta vez terminaba la novela. Pero ya en el portal, antes de abrir la puerta y salir a la calle, empecé a desinflarme. Todo tenía el aspecto mediocre y mezquino de la apariencia y el oropel. La gran jardinera, como una tupida selva de plantas y flores tropicales de plástico, las molduras churriguerescas adornando los ángulos del techo, el gigantesco espejo rococó cercado por un marco floral de purpurina dorada..., ¡todo me deprimía!. Tragué saliva y avancé resuelto, firme en mi propósito inicial de concluir la historia, aunque temblándome ya las piernas. El aire enrarecía por momentos y me faltaba. Camino de los cubos podía notar como iba perdiendo fuelle poco a poco. Los restos de una vomitona en la escalera que baja a la acera, la soledad de una calle carente de xeito, la porquería amontonada en el rincón, no eran precisamente motivos de inspiración, y menos de alegría. Ya en mi destino, había perdido tanto volumen que hasta las zapatillas me quedaban grandes, y al agacharme en el contenedor de la orgánica para dejar las bolsas, me cayeron dentro las gafas. ¿Acaso me había adelgazado la cabeza o me faltaban orejas? Sentí que tampoco esta noche encontraría la clave para seguir soplando la gaita, ni siquiera para escuchar en paz la dulce filomela, ¡salí tras ti clamando y eras ido!. Muy fatigado, enclenque y flaco, volví a casa sin acabar el cuento y por poco no llego ni al Ventolín, ¡qué alivio y qué respiro cuando al fin pude aplicar el aerosol al fino morro de conejo tísico!



Escolanía de Segovia dirigida por Marisa Martín. Hilary Fielding y Rafael Domínguez, violonchelos.
San Juan de la Cruz. Amancio Prada.  Gocémonos amado.




Salud y felices pesadillas.


ra