viernes, 6 de junio de 2014

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Necesidad y abuso.


Salí a tirar la basura



y en la escalera de la calle había una niña pequeña sentada, sola. No vi a nadie por los alrededores y me extrañó. Ni junto a la basura, ni en la parada del bus, ni siquiera caminando por la calle. Le dije ¡Hola! cuando bajaba, y se giró para contestarme con el mismo saludo y una sonrisa. Sujetaba entre los brazos un muñeco que parecía acunar balanceándose adelante y atrás. ¿Qué haces aquí sola?, le pregunté. ¡Nada, esperando a mi papá! ¿Dónde está tu papá? Entró en ese sitio a comprar tabaco, dijo adelantando el cuerpo para señalarme con la cabeza el cercano hotel. ¿Llevas mucho tiempo aquí sentada? La niña se encogió de hombros e hizo un gesto gracioso frunciendo los labios. La cafetería del hotel llevaba por lo menos una hora cerrada, en el barrio a esa hora sólo había tabaco en un pub de la otra parte de la manzana. ¿Cuántos años tienes?. Ocho. ¿Me enseñas el muñeco? ¡Me lo compró mi padre!, respondió orgullosa alargando el brazo con un pelele de trapo. ¡Qué guapo! No lo puedo coger, ¡espera que voy a dejar las bolsas!. Junto a los contenedores había ahora un hombre rebuscando, lo acompañaba un niño de unos diez años que escarbaba por el otro lado. Volví a la escalera pensando qué hacer. No soy amigo de llamar a la policía, probablemente causara con ello más perjuicio que beneficio. Deseché la idea de ir hasta la recepción del hotel a preguntar. Me imaginaba la respuesta. Pensé que lo mejor sería sentarme con la chavalina a esperar al padre. Ella me alargó el muñeco para que pudiera verlo de cerca. Mi papá es policía, me informó al mismo tiempo. ¿Policía, y dónde trabaja?. ¡Aquí!, dijo ella muy enfática, como si contestara a la pregunta de un idiota. ¿Que hace contigo por la calle tan tarde?. Es que no está mi madre y fuimos al cine. ¿Y dónde está? ¡Ahí!, y volvió a señalar las luces del hotel. ¡No, tu madre!, ¿dónde está tu mamá?. En casa de mis abuelos, porque mi abuelo está enfermo. ¡Ah!. La niña parecía tan tranquila, como si aquello fuera algo habitual. ¿Es la primera vez que sales con tu papá por la noche?. ¡Nooo!, se apresuró a contestar con una sonrisa amplia, ¡Cuando no está mi madre siempre me lleva al cine!. ¿Y te gusta? ¡Sí, y además vamos al Burguer y me compra cosas!. Estuvimos una media hora charlando mientras, al mismo tiempo, yo permanecía atento a la entrada del hotel. El tipo, de unos cuarenta tacos, salió a la calle acompañado por una pilili de las que suelen rondar por la zona. En la acera se dieron un beso rápido en la boca y cada uno tomó su rumbo. Bajaba fumando un cigarro, rascándose los cojones y riendo para sí. No nos vio juntos en la escalera porque el muro hace sombra y, cuando se dio cuenta de que la niña estaba acompañada, se sobresaltó. ¿¡Qué, estás hablando con este señor!?, dijo como para salir del paso. ¡Papá, tengo sueño!, y la rapacina alargó los brazos con el pelele en una mano para que su padre la cogiera. El hombre la puso en cuello y le dio un beso. Es que no había tabaco y tuve que ir a buscarlo más lejos, dijo él a modo de disculpa, no sé si para su hija o para mí. La niña se había acurrucado ya en su cuello encontrando allí una buena almohada. Oiga, le susurré, No le parece que no son horas de dejar a una criatura sola... . No pude terminar, ¡Métete en tus asuntos!, me espetó, y se fue calle abajo.



Pata Negra.   El Tardón.


http://www.youtube.com/watch?v=67jSRnde7eU


Salud y felices pesadillas


ra