miércoles, 9 de julio de 2014

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Cada lechuza su agrópila.



Salía tirar la basura 



y en uno de los cubos había un arzobispo enterito, con la mitra puesta de espetón. Tenía la cara amoratada y los labios cianóticos, y no le cogía el pulso en la yugular donde, por cierto, se veían dos minúsculas incisiones como las que producirían los colmillos de un vampiro. Soy enemigo declarado de estos fantasmones, pero la enfermera que hay en mí se impuso de nuevo. Intenté sacarlo pero pesaba mucho, a sí que incliné el cubo para bascularlo en la acera. Ni así era capaz de extraerlo? Estaba gordo como una lombriz en mierda. Con la cabeza y medio tronco fuera del cubo, y piernas y brazos encajados en él, parecía un guiñol de feria trágico, de talla humana, ahora derribado al suelo por un pelotazo. Pensé que no necesitaba sacarlo para hacerle la respiración artificial -no tengo móvil, no pasaban coches ni peatones por la calle y los bares estaban cerrados a esas horas, de la recepción del hotel tampoco salía luz y llamar desde casa me llevaría también un tiempo-. Creí más oportuno proceder y que fuera lo que su dios quisiera, ¡Con semejante categoría tendrá ya su poltrona en el Paraíso!, me escuché decir en voz alta. Le coloqué la cabeza, que estaba todavía caliente, flexioné su cuello y le tapé la nariz. Inspiré para insuflar en los pulmones del mitrado la dosis de aire, cuando de sus labios negros salieron unos hilillos de baba repugnantes, como plastilina, que me provocaron el vómito, ¡perdemos facultades, amigos!. Saqué un pañuelo y limpié la pastilla de su cara al tiempo que retiraba las babas. Me disponía a reiniciar el protocolo cuando sentí que me tocaban el hombro. Estaba tan enfrascado en la operación que no lo oí llegar. Era un policía. Salvaron al arzobispo, pero me querían acusar de intento de asesinato, menos mal que mis colmillos no coincidían con las huellas de su cuello.



Puturrú de Fuá.   Déjame que bese al arzobispo.


http://www.youtube.com/watch?v=RbgO9FiAgyk


Salud y felices pesadillas.


ra